Un Dios creador, unas criaturas creativas
Los pisos de mi casa brillan con una capa de purpurina, y una extraña mancha de color púrpura eléctrico persiste en la mesa de la cocina por mucho que frote. A mis hijas les encantan las manualidades. Crean obras maestras como castillos hechos con palitos de helado, varitas mágicas tejidas con margaritas y juncos, y espadas talladas en ramas. Sus creaciones encarnan el adagio de Aristóteles: «El todo es mayor que la suma de sus partes». El amor invertido en estos sencillos objetos los impregna de magia. Mi primogénita, de apenas seis años, se entrega a su arte en un proceso fascinante, dedicándole toda su atención, eligiendo con cuidado cada elemento y permitiendo que sus creaciones se formen gradualmente. Si la interrumpo preguntándole con delicadeza: «¿Qué estás haciendo?», suele responder con un seguro: «Todavía no estoy segura, ya veremos ». Un borde de lentejuelas, una espiral de pintura o un adorno de plumas le darán un nuevo rumbo al proyecto terminado. Su alegría en el proc...