Cantemos

Miles de jóvenes cantan “alzo la voz en medio del fuego. De pie en el dolor, sin miedo Te espero”, fundiéndose en un abrazo en medio de la noche inhóspita. La música les une mientras rezan, cantan, lloran, ríen y se sienten unidos y maravillosamente despreocupados ante los criticones. El fenómeno Hakuna, que arrastra y une a miles de personas dentro y fuera de España, bendito sea, no es un simple fruto de la casualidad. Desde siempre, la música y la religión fueron hermanas unidas de la mano y desveladoras de luminosos propósitos. “La fe se canta antes de ser comprendida” decía san Agustín. Porque, “donde las palabras no llegan, la música habla”, añadía Hans Christian Andersen.


Y así, las páginas de la Biblia están llenas de música, con los judíos y los ángeles tocando platillos sonoros y vibrantes, trompas y flauta, saltando de versículo en versículo, himnos luminosos de alabanza, aclamaciones a reyes del pasado, lamentaciones por la tierra perdida o la cruel garra del dolor en tantas vidas de Job… Los primeros cristianos extendían su incipiente Evangelio sobre el Imperio romano a fuerza de cánticos desafiantes y valientes en la arena frente a aquellos leones a los que, si la música no calmó, por lo menos los hizo instrumento de martirio y de eficaz difusión ante aquel público desarmado que escuchaba pasmado cómo aquellos tipos despreciables cristianos que iban a morir… ¡cantaban!

En todas las religiones, la música no es un simple elemento decorativo, sino el camino para encontrarse con la divinidad, la mejor manera de expresar lo que uno siente, lo que uno cree, lo que uno vislumbra a través de la vibración de las almas o las cosas. Los chamanes hacen sonar sus tambores para entrar en el mundo de la vigilia y de los sueños. Los hindúes saben que los dioses los trajeron a la existencia por medio de sus celestiales canciones, que en mantras repetitivos y profundos los devuelven a la senda de la divinidad. Y, desde todos los minaretes del mundo, resuena la llamada a la oración y a la escucha del Corán, que es recitado con un arte llamado ‘Tajweed’, altamente estilizado y considerado una forma de adoración musical.

Estos días, Rosalía se ha aparecido en Callao como una novicia arrobada, mística y con blanca camisa de fuerza, con corona y todo, para desbaratar a los odiadores progres y anticatólicos. ‘Lux’ se llama su nuevo álbum. Incluso en sus revelaciones, como si de las mejores apariciones se tratara, ha hablado de Dios, de la espiritualidad, de la búsqueda. Ojalá no sea un simple postureo comercial. Ya MadonnaLady Gaga y muchos otros sucumbieron a la iconografía católica, que tiene un poderoso efecto visual, provocativo y monetario. Pero parece que viene una ola en la que lo católico es lo más ‘in’, con Tangana cantando con Naty Peluso lo de “yo era ateo, pero ahora creo”, moviendo las caderas para soponcio de todo Toledo y sus alrededores. Y otros muchos cantantes no ocultan su fe, sino que la comparten como algo valioso y cotidiano. La fe cantada mola.

Por Toño Casado. Publicado en Vida Nueva

Comentarios

Entradas populares