Ayudar, acoger y promover

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

¡La paz sea con ustedes! ¡Verdaderamente podemos comenzar con "paz y bien"!

Queridos hermanos y hermanas, ¡bienvenidos!

Con alegría me encuentro con vosotros, miembros de la Ópera San Francisco per i Poveri. Durante casi setenta años, su institución se ha comprometido a "garantizar la asistencia y la acogida de las personas necesitadas y ... favorecer una promoción humana global de la persona en la estela de la tradición cristiana, especialmente la tradición franciscana, de la doctrina de la Iglesia y de su Magisterio".

La Obra nació del gran corazón de un humilde fraile portero, el Venerable Fray Cecilio Maria Cortinovis, sensible a las necesidades de los pobres que llamaban a la puerta del Convento de los Capuchinos en Viale Piave, Milán. El buen religioso había pedido al Señor que le ayudara a prestar una mejor ayuda a estos amigos, y la Providencia le había respondido, flanqueándolo con otra persona generosa: el Dr. Emilio Grignani. Así comenzó la hermosa aventura de la que todos vosotros, hoy, sois testigos y protagonistas.

Lo que hacéis es una estela de la tradición franciscana, y es bueno recordar algunas palabras de san


Francisco sobre los pobres: "Cuando veis a un pobre -dijo el santo de Asís-, el espejo del Señor y de su pobre Madre se pone delante de vosotros. De la misma manera, en los enfermos, sepan ver las enfermedades con las que Jesús se revistió", Y un día, queriendo dar su manto a una persona necesitada y reflexionando sobre el compartir fraterno de los dones de Dios, había dicho: "Debemos devolver el manto [...] [a] los pobres: porque es suyo. De hecho, lo recibimos en préstamo, hasta que encontramos a alguien más pobre que nosotros".

Queridos amigos, hoy recordamos una historia de caridad que, nacida de la fe de un solo hombre, floreció dando vida a una gran comunidad que promovía la paz y la justicia. Celebramos una historia hecha no de benefactores y beneficiarios, sino de hermanos y hermanas que se reconocen mutuamente, el uno para el otro, como un don de Dios, su presencia, ayuda mutua en un camino de santidad. Honramos al Cuerpo de Cristo, herido y al mismo tiempo continuamente sanador, cuyos miembros se ayudan mutuamente, unidos a la Cabeza en el mismo amor; y precisamente por eso vemos un cuerpo vivo, que crece día a día hasta su plena madurez.

En los Estatutos de la Sociedad de San Francisco para los Pobres se subrayan tres dimensiones de vuestro trabajo, que constituyen aspectos complementarios y fundamentales de la caridad: asistiracoger y promover.

Ayudar significa hacerse presente a las necesidades de los demás. Y en este sentido, es impresionante la cantidad y variedad de servicios que, a lo largo de los años, habéis sabido organizar y ofrecer a quienes acuden a vosotros: desde comedores hasta guardarropas, desde duchas hasta clínicas, desde servicios de apoyo psicológico hasta asesoramiento laboral, por poner algunos ejemplos, llegando a apoyar a más de treinta mil personas al año de diversas maneras.

Esto va acompañado de la acogida, es decir, de dar espacio al otro en el corazón, en la vida, dando tiempo, escuchando, sosteniendo, orando. Es la actitud de mirar a los ojos, de estrechar la mano, de agacharse, tan querida por el Papa Francisco, la que nos impulsa a cultivar un clima familiar en nuestros ambientes, y la que nos ayuda a superar la soledad del "yo" a través de la luminosa comunión del "nosotros". ¡Cuánto es necesario difundir esta sensibilidad en nuestra sociedad, donde a veces el aislamiento es dramático!

Y así llegamos al tercer punto: promover. Aquí es donde entra en juego el desinterés por el don y el respeto por la dignidad de las personas, de modo que se cuida a los que encontramos simplemente por su propio bien, para que puedan crecer en todo su potencial y seguir su camino, sin esperar compensación y sin imponer condiciones. Tal como Dios lo hace con cada uno de nosotros, mostrándonos un camino, ofreciéndonos toda la ayuda que necesitamos para recorrerlo, pero luego dejándonos libres. San Juan Pablo II, a este respecto, escribió: "Es una cuestión [...] hacer crecer la dignidad y la creatividad de cada persona, su capacidad de responder a su vocación y, por tanto, a la llamada de Dios, contenida en ella",

Esta, queridos amigos, es la tarea que la Iglesia os confía, en beneficio de las personas que gravitan en torno a las estructuras que dirigís y también de toda la sociedad. Vivir la caridad con atención al bien integral del prójimo, en efecto, "es una gran oportunidad para el crecimiento moral, cultural e incluso económico de toda la humanidad" (ib., 28). ¡Gracias por lo que hacen y por el testimonio que dan con su caminar juntos! Os acompaño con mis oraciones y os bendigo de corazón.

¡Gracias! ¡Paz y bien! Mis mejores deseos y gracias, ¡gracias a todos ustedes!

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