ESPÍRITU SANTO

Obedeciendo la inspiración del cielo, me atrevo a “jugar” con las palabras para manifestar la maravilla del Espíritu Santo y todo lo que nos ha regalado desde Su venida a cada uno de nosotros y que nos ha permitido hacer Iglesia y seguir construyendo el Reino de Fraternidad.

Entusiasmo es el primer regalo que se nos encarna gracias a la presencia de la divinidad; es más, “En theos” significa Dios en nosotros, y con ello recibimos toda Su abundancia, fuerza, ternura y capacidad de hacer posible lo imposible y sumar por contagio a los demás. Es el entusiasmo la palabra para describir ese fuego interno que mueve a ir más allá, a vencer el miedo y a anunciar que el amor es más fuerte que cualquier otra realidad.

Salud es lo que produce el Amor recorriéndonos por dentro e irradiándose a nuestros vínculos y al alrededor. No hay estado más pleno, fluido y vigoroso en todo ser humano que el ser habitado por Dios mismo ordenando e inspirando el ser y el hacer cotidiano.


Paz interior y con los demás es la que nos regala la certeza de ser hermanos e hijos del Padre, salvados por el Hijo y acompañados por el Espíritu Santo. Ya no estamos solos; descansamos confiados y entregamos a Su voluntad todo el devenir de la vida sostenidos en un abrazo incondicional.

Inspiración constante para multiplicar el bien, la verdad y la belleza. Las ideas no son otra cosa que los suspiros divinos revoloteando en nuestro interior y ansiosas de manifestarse para recrear Su don.

Resiliencia frente a la adversidad, los misterios del mal y la incertidumbre propia de la vida. El Espíritu Santo nos empuja a dar un paso más cuando queremos renunciar; a levantarnos cuando nos ahogamos en desolación; a aprender cuando todo es dificultad.

Inteligencia para actuar y proceder en un mundo cada vez más complejo, yendo con la de Él, pero saliendo siempre con la de Dios. Astucia y mansedumbre fusionada para lidiar con las tensiones y fragilidades humanas, sin claudicar ni desgastarnos donde no hay nada que sacar.

Templanza para autorregular con asertividad nuestra propia complejidad psíquica y emocional, sin causar escándalo y testimoniar con la moderación y la humildad todo lo que Jesús nos vino a enseñar.

Unidad es la que provoca el Espíritu Santo en nosotros mismos y en la comunidad con toda su diversidad. Un solo cuerpo con infinitos miembros imprescindibles y valiosos para la colaboración y la complementariedad. Un solo lenguaje del amor para amar y servir a los demás.

Sabiduría para surfear por las diferentes personas y situaciones vitales que nos toque experimentar, en especial las más dolorosas y complejas, aprendiendo cada baile único que establecemos como un aprendizaje de la Providencia que no es casualidad.

Amplitud de criterio para saber que la presencia de Dios se esconde en todas partes y que nadie ni nada se le puede adueñar. Por lo mismo, el Espíritu Santo nos da la capacidad de escucha, de valorar la diversidad y de vivir con humildad.

Novedad constante que sorprende, remece y atrae sin decir agua va. Viene de donde quiere y nos atraviesa en pecho como un imán. Nacimiento constante de una nueva persona que es más fiel al plan original y llamada a aportar su pedacito de cielo a la humanidad.

Triunfo eterno de bien sobre el mal, de la vida sobre la muerte y de la luz y la alegría sobre la oscuridad y la tristeza que nos aleja de la voluntad divina. Es gloria y fiesta, exultación y alabanza porque ya está todo redimido y nada nos puede dañar.

Origen de la primera Iglesia y la que la sostiene, fortalece e inspira también en la actualidad. Todos y cada uno nos debemos al Espíritu Santo y hoy no nos queda más que agradecer, bendecir y alabar para que permanezca para siempre con, entre y por nosotros. Amén.

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