Dios nos invita a participar en la liberación de los demás
Últimamente, cada vez que predico sobre la Resurrección de Lázaro, que es una lectura alternativa del Evangelio para el quinto domingo de Cuaresma, suelo comunicar a la congregación que tengo buenas y malas noticias. La buena noticia es que pasé los últimos cinco años escribiendo un libro sobre Lázaro, titulado "Sal", así que tengo mucho que decir. Pero, dependiendo del tiempo y la paciencia de la gente, ¡también podría ser una mala noticia!
Pero dos partes de la historia han cobrado mayor significado para mí en los últimos años. Se trata de dos de las palabras de Jesús a la multitud en Betania: Primero, mientras la multitud (incluidas las hermanas de Lázaro, Marta y María) se congregaba expectante ante el sepulcro cerrado, Jesús dijo: «Quiten la piedra». Segundo, después de que Lázaro salió del sepulcro, todavía con sus vendas y la cabeza cubierta, Jesús le dijo al mismo grupo: «Desátenlo y déjenlo ir».
¿Por qué necesitaría Jesús decir esas dos cosas? Ciertamente, Jesús tenía el poder de quitar la piedra (probablemente se consideraría otro "milagro de la naturaleza", como calmar una tormenta en el Mar de Galilea). También pudo haber hecho que Lázaro simplemente se apareciera (como Cristo Resucitado se aparece a los discípulos que están encerrados tras puertas cerradas). Y, con la misma certeza, Lázaro podría haber aparecido completamente vestido (como Cristo Resucitado se viste de jardinero el Domingo de Pascua) o incluso desnudo. En otras palabras, cualquiera que pudiera resucitar a alguien de entre los muertos sin duda podría hacer que se quitara una piedra o la ropa.
Entonces, ¿por qué dice Jesús estas cosas? Tengo la sensación de que invita a la multitud a participar en este gran milagro de la vida. Y esta parte del relato evangélico tiene profundas implicaciones para todos nosotros.
Al pensar en la Resurrección de Lázaro, podríamos pensar en el mensaje fundamental de que Jesús es capaz de dar vida, así como el Padre da vida a todas las cosas en los relatos de la creación, como se registra en el libro del Génesis. O podríamos pensar en los mensajes más profundos: que la vida es más fuerte que la muerte, que el amor es más fuerte que el odio, que la esperanza es más fuerte que la desesperación y que nada es imposible para Dios, que también son los mensajes de la Pascua. O podríamos pensar en el significado de esta historia para nuestras propias vidas, preguntándonos dónde podemos dejar atrás, "en la tumba", todo aquello que nos impide escuchar la voz de Dios.
Pero los dos mandatos de Jesús a la multitud —«Quiten la piedra» y «Desátenlo y déjenlo ir»— nos recuerdan que la historia no se trata solo del Padre, de Jesús o de nosotros. También se trata de otras personas en nuestras vidas. Dios nos invita a participar en la liberación de otras personas.
Por supuesto, la gracia de ser libre —de entrar en una "metanoia" (cambio de mentalidad y corazón), de abandonar un patrón de comportamiento perjudicial, de decidir ser más amoroso, de empezar una nueva etapa— comienza con la gracia de Dios. Pero podemos participar en estas liberaciones, quitando cualquier obstáculo que impida a nuestros amigos y familiares avanzar y desvinculándolos de cualquier cosa que de la que deban desprenderse.
Jesús pide a la multitud que participe en la liberación de Lázaro y nos pide a nosotros que participemos en la liberación de nuestros amigos, para que ellos también puedan tener una nueva vida.
Así que esta semana podríamos considerar dos preguntas: ¿Qué "piedras" puedo ayudar a eliminar de la vida de mi amigo? ¿Cómo puedo "desatar" a un miembro de la familia que puede sentirse no libre? Como en la historia de Lázaro, Dios hace el trabajo duro. Al mismo tiempo, estamos llamados no solo a ser espectadores, sino partícipes de la gran obra de liberación y libertad de Dios.
Por James Martin, SJ. Traducido de America Magazine
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