Sé persona de esperanza

El evangelio es, a veces, paradójico. Nos descoloca. Esperamos de él algo en una dirección y nos envía a otro camino. Así nos mantiene despiertos y buscadores.

Al inicio de la Cuaresma, cuando se habla, según la costumbre, de penitencias y ayunos, viene el evangelio y nos dice: PERFÚMATE LA CABEZA, LÁVATE LA CARA. Nos quedamos perplejos.

Es que el evangelio desarrolla en la página de hoy una hermosa teoría espiritual sobre “lo secreto”. Es como si nos dijera: las cosas tienen una doble perspectiva, la que se ve y la que no se ve. Nos dejamos llevar por lo que se ve, pero hay otra senda, la que no se ve. A eso da Dios la importancia. Lo interesante esté en lo que no se ve.


En este año del Jubileo, lo que no se ve, porque escasea como siempre y más, es la esperanza. Por eso se pone el acento en eso que no se ve. Lo importante será fomentar la esperanza humilde y compasiva en esta época de cierta oscuridad.

¿Cómo hacerlo?

· Sé persona de esperanza en tu propio corazón: no seas un negativista, no digas que todo va mal, no amargues ni te amargues, no seas de los “cristianos sin Pascua”.

· Sé persona de esperanza en tu familia: porque la familia es muy valorada socialmente, pero con frecuencia, es un foco de desesperanza. Cuida los detalles, fomenta el disfrute familiar, cede para que el amor no se quiebre.

· Sé persona de esperanza en tu ciudad: no hables desgarradamente del país, de los gobernantes, de las situaciones sociales. Ejercita la compasión social. El país es tu casa, ámalo con aprecio sensato.

Todos lo sabemos: no son tiempos buenos para la esperanza. Quizá nunca lo han sido. Pero se nos llama a la esperanza en estos tiempos de hoy. Sembrar esperanza es una humilde siembra. Como dice el Eclesiastés: “Siembra esperanza por la mañana y por la tarde, porque no sabes cuál de las dos siembras va a dar cosecha. Quizá las dos” (Qoh 11,6).

La esperanza no defrauda, dice san Pablo (Rom 5,5). Si hacemos de la Cuaresma un tiempo de más intenso cultivo de la esperanza lograremos que ese sea el perfume de una humanidad mejor y de una vida cristiana próxima al evangelio. Es el perfume que “llenará la casa” (Jn 12,3), que hará más luminosa nuestra vida.

Por Fidel Aizpurúa Donazar. Publicado en Fe Adulta


Año tras año el texto del evangelio nos reta a adentrarnos en tres temas complejos: la limosnala oración y el ayuno, que a veces se entienden como costumbres piadosas para determinado tiempo litúrgico.

He leído como tantas otras veces el evangelio del Miércoles de Ceniza. Mateo no se corta de transcribir textual y radicalmente la palabra hipócritas, dedicada a quien se adentra en tres pilares de la vida cristiana que, dados los tiempos actuales, para muchos suenan como anticuado, especialmente si nos referimos a la limosna y al ayuno; en cuanto a la oración, el término es más cercano, pero tan diverso en las formas que no permite un suave aterrizaje en la comprensión.  

Qué bien nos puede venir dedicar un tiempo a adentrarnos en el significado espiritual y práctico de estas tres palabras, con sencillez, humildad, fe, justicia, tiempo y silencio, buscando qué nos dicen, una a una, en este mundo revuelto a todos los niveles.

“Cuando hagas limosna… ¿Esa palabra que dice el diccionario como “cosa, especialmente dinero, que se da a otro por caridad?”. Habría que actualizarla ofreciendo compromiso y servicios de justicia para que nadie necesite recibir limosnas. Para que la cantidad de cosas que a unos nos sobran, por una concreta forma de vida, puedan ser justamente recibidas por los que no tienen ni lo imprescindible.

Esta última palabra escrita –imprescindible– me trae de nuevo a la cabeza una frase atribuida a Pedro Casaldáliga: “Lo que no es imprescindible, es robado”. No creo que necesite explicaciones. Es un zasca a la hipocresía pura y dura.

“Cuando oréis entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Necesitamos tiempo,  sosiego, silencio, quietud…  pero si no puede ser, donde te pille la vida, en el atasco, en el cuidado de un enfermo en el hospital por la noche, en el paisaje de una puesta de sol, en la pequeña conversación en la parada de autobús de una persona muy mayor que necesita hablar, en el Jesusito de mi vida cuando tu hija se va a dormir, o tu nieto lo está aprendiendo.

Un grupo de hombres y mujeres pidieron a Thomas Merton que les hablara de la oración: “Nada que alguien pueda decir (de la oración) es tan importante. Lo más importante es la oración. La oración en sí misma. Si deseáis una vida de oración, la manera de conseguirla es orando. Nos han adoctrinado tanto sobre los medios y los fines que no nos damos cuenta de que en la vida de oración hay una dimensión diferente. (…) En la oración descubrimos lo que ya tenemos y nos damos cuenta de que ya estamos allí. Ya lo tenemos todo, pero no lo sabemos y no lo experimentamos. Todo nos ha sido dado en Cristo. Todo lo que necesitamos es experimentar lo que ya poseemos”.

Decía sobre la oración Santa Teresa del Niño Jesús: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría” 

“Cuando ayunéis… Aunque se define el ayuno como “una forma de mortificación por precepto eclesiástico o por devoción, la cual consiste sustancialmente en no hacer más que una comida al día, absteniéndose por lo regular de ciertos alimentos”. Quizás vendría bien una sutil actualización de estas costumbres piadosas adaptándolas a los tiempos actuales:

- Ayunar de móvil y tecnología en general, dedicando el tiempo a las relaciones familiares, amigos, a personas que necesitan compañía y hablar (fenómeno muy habitual últimamente).

- Ayunar de malos rollos, críticas, charlas de temas políticos.

- Ayunar de consumo excesivo

- Ayunar de visitas a centros comerciales dedicando tiempo a jardines, excursiones, etc.

Ahí dejo algunos posibles ayunos y ya cada uno añada las dependencias de la que es saludable ayunar.

Es bueno notar el vacío del estómago cuando el ayuno es de algo comestible y seguramente será muy beneficioso ayunar de este otro tipo de cosas. Tanto uno como otro nos ayudarán a ver que hay muchísimas personas en el mundo que viven en permanente ayuno no elegido.

El hambre es maldición e injusticia. La imposibilidad de acceder a una vida digna y no violenta, con posibilidades de educación y sanidad no se subsanan de limosna sino de derechos. Disfrutar de una paz estable se está convirtiendo en un deseo cada vez más lejano para muchos.

Que nos adentremos en la Cuaresma con esperanza.

Por Mari Paz López Santos. Publicado en Fe Adulta

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