Tres miradas al islam desde el cristianismo (II)
El salesiano participa este viernes en el homenaje a los misioneros salesianos españoles que conmemora el 150 aniversario de la primera expedición misionera que don Bosco envió a la Patagonia
Desde aquella primera expedición misionera salesiana, que desembarcó en la Patagonia argentina hace 150 años, han sido casi 1.300 los salesianos españoles que lo han dejado todo para anunciar el Evangelio por el mundo. Una cifra redonda que sirva para poner el foco en una labor tantas veces discreta, pero que sin embargo, es el corazón de la Iglesia. Uno de esos misioneros es monseñor Cristóbal López, que además de misionero salesiano es, desde 2017, cardenal y arzobispo de Rabat. En su paso por Madrid, para dar su testimonio en un acto homenaje, ha hablado con ECCLESIA.
Le quería preguntar por los 150 años de la primera expedición misionera salesiana. En primer lugar, ¿qué importancia tiene la misión para la Familia Salesiana? Y en segundo lugar, ¿qué importancia tiene para usted personalmente en su vida?
Para la familia salesiana y para toda la Iglesia la misión es fundamental porque para eso existimos. La Iglesia no existe para ella misma, la Iglesia no tiene una misión. Es la misión la que tiene una Iglesia. Es decir, que la Iglesia, Jesús la fundó en función y al servicio de Su misión, que era anunciar y construir el reino de Dios, así que la misión es fundamental. Sin la misión la Iglesia no existe. El cristianismo es justamente la misión de ayudar a Dios a establecer una alianza entre Él y la humanidad.
Así que para la congregación salesiana la misión es lo fundamental. Nosotros somos misioneros de los jóvenes y nuestra misión es ayudar a los jóvenes a descubrir que Dios los ama, que Dios les llama a construir el reino de Dios y que Dios quiere establecer un impacto y una alianza de amor con ellos.
Para mí personalmente, pues todo eso. Yo soy misionero no porque me haya ido a otro país, porque haya vivido en Paraguay 18 años, o en Bolivia tres y medio o en Marruecos catorce, sino porque soy cristiano. Por el Bautismo todos somos discípulos del Maestro y misioneros de Su reino. Decía Juan Pablo II que la Iglesia o es misionera o no es la Iglesia de Jesucristo. Él vino porque Dios Lo envió, así que Él es el primer misionero. Misionero es alguien que es enviado en misión. Jesucristo fue enviado por el Padre para anunciar el reino, para mostrar a los hombres que Dios les amaba y nosotros continuamos esa misma misión en la Iglesia.
Sobre esto le quería preguntar. El otro día escuché a un monje capuchino que decía que la misión de unos pocos, entendía como me voy a un país extranjero, es un reclamo en el fondo para todos, para toda la Iglesia para hacer misión allá donde está cada uno.
Exactamente. El hecho de que algunos nos vayamos a otro país o hagamos alguna actividad que llama la atención solo tiene sentido si eso sirve de despertador para los otros. Para que todos piensen, descubran y vivan su dimensión misionera allí donde estén, en la profesión que desempeñan, en el estado de vida que tengan, casados, solteros, viudos, no importa si son religiosos, laicos, sacerdotes, la misión es de todo cristiano allí donde esté. Entonces si yo soy misionero ahora en Marruecos, eso tiene que servir para que los que siguen en España o en Paraguay descubran que ellos también son misioneros. Si el hecho de que yo me vaya a otro país a ayudar a una población más pobre sirve para tranquilizar la conciencia de algunos y adormecerles, entonces no vale la pena. Ese capuchino habló muy bien.
¿Y cuáles son los retos para la misión en el siglo XXI?
El reto más difícil es ser misionero a través del testimonio. Cuando se piensa en misión, enseguida se pasa inmediatamente a los medios. Vamos a tener una radio, vamos a poner una escuela, hacemos un hospital o tendremos una revista y así llegamos a más gente y se olvida que lo principal es el testimonio de vida. ¿Cómo es que en España, teniendo todos los medios cada vez hay menos que viven la fe cristiana? Porque falta el testimonio. Y todos los medios no sirven para nada si no se parte de una vivencia testimonial en la que cada uno, con normalidad en su vida ordinaria, transmite lo que vive. Tener todos los amplificadores y todos los equipos de sonido para que se escuche todo en todas partes, si no tienes un mensaje que comunicar sincero y testimoniado. Ese es el desafío.
Por eso en Marruecos, que no tenemos hospitales, que no tenemos medios -escuelas sí tenemos- y que vivimos en medio de musulmanes, sin embargo, estamos contentos y vivimos nuestra dimensión cristiana y muy bien, muy contentos. Aquí en España muchos cristianos están en plena depresión religiosa, desanimados porque dicen ¿qué nos pasa? ¿qué hemos hecho mal? Cada vez somos menos, cada vez somos más viejos… Y no entienden lo que está pasando. Y quieren volver hacia atrás cuando si vivimos ahora esta situación, eso viene de atrás, porque no hemos dado el testimonio que deberíamos haber dado. Si vienen musulmanes aquí deberían ver a los cristianos querernos de tal forma que deberían querer incorporarse a nuestras comunidades. ¿Por qué no lo hacen? Porque no nos ven verdaderos cristianos. Para mí, ese es el reto fundamental, el vivir auténticamente la fe, el ser sal de la tierra y el ser luz del mundo. Que seamos pocos o muchos eso es indiferente. El Papa vino a Marruecos y nos dijo que no es un problema ser pocos. El problema sería en todo caso, ser sal que ha perdido el sabor del Evangelio o ser luz que ya no ilumina a nadie. Eso sí sería un problema y ese es el problema de España y de Francia, Italia, y de todas las Iglesias de larga tradición.
El Papa le ha nombrado cardenal entre otras razones por su amplio conocimiento del mundo islámico. Ahora que está en Marruecos, ¿cómo es la misión en un país musulmán? ¿Y cómo es la convivencia con otra religión?
El Papa me nombró cardenal porque seguramente quería que las Iglesias del norte de África y en ambiente musulmán fuesen, reconocidas y tenidas en cuenta en el contexto de toda la Iglesia universal. No por mí, yo no tenía un amplio conocimiento del mundo islámico, simplemente he trabajado ahí, pero no soy especialista en ese tema. Nosotros vivimos nuestra fe en las Iglesias del norte de África. Soy presidente hasta final de mes de la Conferencia Episcopal del Norte de África, que incluye Libia, Túnez, Argelia y Marruecos. Aquí vivimos nuestra fe con alegría, con entusiasmo y con optimismo.
Y la vivimos en un ambiente de fraternidad con los musulmanes. Los musulmanes no son nuestros contrarios, ni nuestros adversarios, ni nuestra competencia, ni mucho menos nuestros enemigos. Son hermanos y hermanas creyentes como nosotros, con los que compartimos muchos elementos fundamentales de nuestra fe. Esto no lo digo yo, esto lo dice el Concilio Vaticano II y lo constato en la experiencia de cada día.
Entonces vivimos tranquilamente nuestra fe y ya digo, con alegría y hasta con entusiasmo, cosa que no veo aquí en España en general. Hay muchos que sí, en España hay de todo, como en todas partes. Entonces yo vengo a traer un mensaje a este nivel, diciendo que cristianos y musulmanes no somos enemigos, somos personas que podemos vivir en amistad, colaborar en hacer un mundo mejor -nosotros le llamamos el construir el reino de Dios- y caminar juntos hacia la fraternidad universal que el Evangelio nos pide y nos exige, porque es en el Evangelio donde Jesús dice: ustedes son todos hermanos.
Hace unos meses dijo en una entrevista que evangelizar es dar testimonio de nuestra fe y que por eso en las escuelas católicas de Marruecos se estudia religión islámica. ¿Pueda explicarlo más?
Hay que preguntarse qué es católico. ¿Qué hace a una escuela católica? ¿porque la Iglesia es propietaria del terreno y del edificio? ¿Una escuela es católica porque ponemos un cartel que dice escuelas San Juan Bosco? ¿Una escuela es católica porque los que están dentro están bautizados? ¿O una escuela es católica porque en ella se viven los valores del Evangelio? Ya quisiera yo para todas mis escuelas queridas salesianas en España el ambiente que se vive en la escuela Don Bosco de Kenitra, de la cual he sido director durante siete años.
Nosotros tenemos escuelas católicas en las que todos los alumnos son musulmanes, los padres de familia son musulmanes, los profesores son musulmanes, y en la mitad de ellas, el director o directora es musulmán y en la otra mitad son religiosas y un laico también. Entonces es verdad, lógicamente, si los alumnos son musulmanes y si nosotros seguimos el currículum educativo de Marruecos, tenemos que enseñar qué es el Islam, qué es el Corán, cómo reza un musulmán, cómo se comporta un musulmán, porque eso forma parte del programa y porque nuestros alumnos son musulmanes y les tenemos que ayudar a ser buenos musulmanes, además de honrados ciudadanos.
Pero tenemos que crear con ellos un ambiente de convivencia, de relaciones, de organización que responda al Evangelio. Y tenemos un libro que se llama Nuestro proyecto educativo, hecho ya hace 30 años, en el que, cuando lo leí, no encontré ninguna cita bíblica, ni el nombre de Jesucristo. Pero leyéndolo dije, esto es un proyecto cristiano. Esto responde al Evangelio. Y después tuve curiosidad por saber cómo veían los profesores musulmanes ese proyecto. Les pregunté, desde un punto de vista religioso, ¿cómo consideran ustedes este proyecto? y me dijeron, esto responde a nuestra religión. Es decir, que cristianos y musulmanes nos encontramos en ese proyecto y nos reconocemos en él. Y no es de extrañar, porque fue redactado por los directores cristianos y musulmanes conjuntamente. Así que es un fruto de lo que llamamos el diálogo islamocristiano, que no consiste en discutir de religión, sino el trabajar juntos por el bien común, por los derechos humanos en la educación, en la cultura, en la salud, en la emancipación de la mujer, en tantas otras cosas que son causas comunes.
Por Elena Santa María en Ecclesia
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