Hay pobreza porque no nos da la gana compartir

En la mañana de este jueves 6 de febrero, Manos Unidas ha presentado en la Fundación Ortega-Marañón, en Madrid, su campaña ‘Compartir es nuestra mayor riqueza’. Y lo ha hecho con un coloquio en el que han intervenido Cecilia Pilar, presidenta de la entidad eclesial, el economista José María Larrú y las misioneras María Jesús Pérez y Regina Casado.

Pilar ha destacado que la gran “misión” de Manos Unidas es “transformar el mundo desde la solidaridad compartida”, para que “el desarrollo llegue a todos y con la aportación de todos”. Algo que sus trabajadores y voluntarios tratan de encarnar en los más de 500 proyectos que impulsan en 53 países.

Ante la evidencia de que “solo el 1% de la población mundial concentra más de la mitad de la


riqueza
global”, siendo el oscuro reverso de esa realidad que 733 millones de personas padecen hambre y 1.200 millones se encuentren bajo el umbral de la pobreza, la presidenta de Manos Unidas ha defendido la apuesta por una “economía social”, desde un “modelo inclusivo que respete las culturas de los pueblos”.

Desde la conciencia de que “la esperanza es nuestra mejor aliada”, Pilar siento que esto es “algo urgente y real, no un sueño”. Y es que “no somos más felices por tener más, sino por compartir más”.

Larrú, economista y profesor en la Universidad San Pablo CEU, ha pedido comunicar desde la sencillez el mensaje. Como hizo una vez en un encuentro con unos estudiantes de Lima, a los que sorprendió con esta directa frase: “Hay pobreza porque no nos da la gana compartir”. Sin edulcorantes y de un modo interpelante, conscientes también de que “estamos en un contexto bélico en el que se utilizan términos como ‘guerra arancelaria’”.

Un fenómeno execrable, y más cuando lo fundamental ha de ser siempre la denuncia de “los que apuestan por generar riqueza los unos en contra de los otros”. Al contrario, “la gran riqueza es compartir”. Lo que saben de primera mano “muchos movimientos críticos con la deriva de la economía tradicional”, pues saben que “hay otra, social y solidaria, que busca poner en el centro al hombre.

Se puede y se debe generar prosperidad compartida, poniendo en el centro a los que más lo necesitan; esa es la verdadera igualdad”, ha clamado Larrú. Para ello, es esencial “dar la vuelta a un sistema de financiación que no genera prosperidad compartida, optando por una economía biófila, amiga de la vida. Esto conlleva una responsabilidad ética, social y sostenible. Y sí, es posible”.

La misionera leonesa María Jesús Pérez, franciscana estigmatina, ha contado su experiencia como misionera en Ecuador, donde llegó en 1985 y fundó Maquita, una red de comercio justo que, desde entonces, se ha convertido en una de las organizaciones solidarias más prestigiosas del mundo. A nivel nacional, une en sus proyectos a 20 provincias, casi todas las del país. Pero el dato que impacta es este: aúna en torno a sí a 300.000 familias y 550 entidades a lo largo y ancho del suelo ecuatoriano.

Recordando cómo empezó todo cuatro décadas atrás, Pérez ha explicado que el impulso nació “de las comunidades eclesiales de base de Quito, que quisieron unir al campo con la ciudad para apostar por el comercio justo”. Algo que Ecuador necesita mucho hoy, en un contexto marcado por “la desgobernanza, el auge de las bandas que reclutan a los jóvenes y la invasión de las mineras, que se han sumado a las petroleras. Son multinacionales que nos invaden de forma ilegal, engañando a las comunidades al afirmar que tienen los permisos necesarios”.

Frente a ello, “es básico organizarnos a nivel territorial y en red, conscientes de que afrontamos intereses comunes. Formamos líderes, priorizando a mujeres y jóvenes. Y, con la ayuda de entidades como Manos Unidas, trabajamos por la unión de los pueblos es la idea de que otra economía que es posible”.

Todo en clave de “desarrollo sostenible”, con “microempresas que generan empleo agrícola y agroindustrial, promoviendo un justo precio para todos los que intervienen en la cadena”. Una apuesta que también pasa por “ofrecer otro turismo, para que se conozca el Ecuador profundo”. Y siempre desde la conciencia de que “todos los implicados son los protagonistas de su propio desarrollo. Así, poco a poco, somos una buena levadura, con principios y valores, desde el corazón. Alimentamos con calidad y frente a un consumismo devastador. Este sistema no se sostiene, pero el cambio llega desde el corazón”.


Por su parte, Regina Casado, religiosa del Niño Jesús, ha hablado de su larga experiencia como misionera en Senegal. Acción que se centra en buena parte en “el trabajo en las barriadas. formando a las jóvenes. Desde el primer día, vimos que había muchas mujeres y que ellas son, en el fondo, las líderes de la familia”. Lo que pasaba por vencer el machismo desde una primera apuesta básica: “Formarlas para que sean verdaderamente líderes. Primero, aprendiendo a leer y a escribir. Y, luego, a tener un oficio, con talleres de cocina, costura o puericultura. Estoy convencida de que hay que descubrir los talentos de las personas para tener luego estas su propio trabajo”.

Así, “transformando el mundo desde lo local”, con el “apoyo de Manos Unidas”, pudieron “obtener infraestructuras para crear un centro en el que hay más de 100 chicas”. Sin olvidar otro aspecto fundamental: “Promover el compromiso de los padres para que acepten cuatro años de formación de sus hijas y que estas sean realmente libres, evitando el matrimonio precoz al que parecen estar destinadas”.

Así, poco a poco, se fue gestando una sana rebeldía y “muchas huían de su casa para no casarse con el hombre escogido por su padre, viniendo a nuestro centro en busca de ayuda. Hoy, muchas de ellas dirigen grupos de trabajo, educan a sus hijos, cocinan una comida sana, promueven la higiene… y escogen su propio marido”. Trabajando en “cooperativas” en las que “se prestan ayuda cuando a alguna le hace falta”, el paso adelante es visible: “Ya no piden, sino que comparten”.

En otro proyecto “trabajamos con chicos de la calle en la producción de disolventes. Formamos una asociación y promovemos la formación integral, para que ellos sepan reconocer sus derechos y, además, aprendan el oficio estudiando informática o carpintería. Luego les ofrecemos microcréditos para ayudarles a impulsar sus propios trabajos”.

Como ha detallado Casado, otro pilar de su respuesta es “la escuela de cocina, para que las chicas sean autónomas. Todo es sano, natural y producido en nuestra huerta y con nuestros animales, como pollos y corderos. Transformar la propia realidad también pasa por la calidad y la limpieza. Muchas crean luego sus propios negocios. Además de que, las que quieren, del centro de formación pueden pasar a un restaurante apoyado por Manos Unidas”.

Ahora, el reto es “salir de la ciudad a los poblados, que no tienen nada, siendo una alternativa a los cayucos, las drogas y las bandas”. Para ello, impulsan “un centro de salud y otro de formación para mujeres, también con Manos Unidas”. A nivel vital, Casado valora que es mucho lo que le llena el corazón: “La mayoría son musulmanes y me invita a sus fiestas. En ellas, comparten la poca comida que tienen y todo aquello de lo que ellos mismos carecen”. “Comprender la cultura de los pueblos, sus valores, te lleva a querer vivir con ellos y a adaptarte. La mía es una vida compartida. Y creo firmemente que hay que dar vida donde hay muerte”.

El acto se ha cerrado con la presentación de un estudio sociológico encargado por Manos Unidas. Realizado online entre personas de 18 y 60 años, algunos de los datos más sorprendentes de las 1.009 encuestas han sido algunos como estos: en cuanto a la noción de riqueza, el 54% creen que pasa por la “salud” y un 51% entiende que por la “libertad”. Mientras, “solo un 14% cree que se vincula con el compartir con los demás”. Además, “el 44% desconoce el significado de la prosperidad compartida”.

Por Miguel Ángel Mallavía. Publicado en Vida Nueva

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