Conociendo al papa Francisco

Es la primera vez que un Papa publica su autobiografía estando vivo. Francisco tenía previsto dejar sus vivencias por escrito y que el libro se publicase cuando hubiese muerto, pero el Jubileo que arrancó el pasado 24 de diciembre le hizo cambiar de opinión. Esperanza llega este martes a las librerías de Italia y estará a la venta a partir del jueves en más de 100 países.

A lo largo de 400 páginas, el Pontífice narra en primera persona los vericuetos vitales que han marcado sus 88 años, desde su niñez en Argentina en el seno de una familia de emigrantes italianos hasta convertirse en el sucesor de San Pedro.

La obra, publicada por la editorial Plaza & Janés (Penguin Libros), es el resultado de seis años de


trabajo
y ha sido escrita en colaboración con el periodista Carlos Musso que ha puesto en palabras las memorias del Papa. Según los extractos adelantados este lunes por la casa editorial a cuatro periódicos italianos —La StampaAvvenireIl Messaggero e Il Giorno—, la vida del Papa arranca con un episodio espeluznante: el naufragio del transatlántico Princesa Mafalda, conocido como el Titanic italiano.

"Mis abuelos y su único hijo, Mario, el muchacho que iba a ser mi padre, compraron el pasaje para esa larga travesía en aquel buque que zarpó del puerto de Génova el 11 de octubre de 1927, rumbo a Buenos Aires Pero no embarcaron. Por mucho que lo intentaron, no consiguieron vender a tiempo cuanto tenían. Al cabo, muy a su pesar, los Bergoglio tuvieron que devolver el pasaje y aplazar la partida para Argentina", cuenta el Papa.

Un naufragio "minimizado o encubierto por los órganos del régimen", del que fue "el Titanic italiano" y que siempre se tuvo muy presente en su familia porque podrían haber muerto en él.

"Por eso estoy ahora aquí, No se imaginan la de veces que se lo he agradecido a la Divina Providencia", añade Francisco en esta autobiografía, según algunos extractos adelantados este domingo por la casa editorial.

También relata cómo la vida de su familia ha conocido «muchas penurias, sufrimientos, lágrimas, pero incluso en los momentos más duros experimentamos que una sonrisa, una carcajada, podían arrancarnos la energía necesaria para retomar el camino».

Jorge Bergoglio da detalles de su nacimiento con la ayuda de la matrona Maria Luisa Palanconi, quien también asistiría en el parto de todos sus hermanos, y más tarde incluso al hijo de su hermana.

"Desde mi segundo año de vida, hasta que cumplí los veintiuno, siempre he vivido en el número 531 de


la calle Membrillar. Una casa de una sola planta, con tres habitaciones -la de mis padres, la que teníamos los varones y la de mi hermana-, un cuarto de baño, una cocina con comedor, un comedor más formal y una azotea. Esa casa y esa calle han sido para mí las raíces de Buenos Aires y las de toda Argentina", explica Francisco. Una infancia en Buenos Aires al abrigo de una comunidad «alegre, variada y muy unida, con personas de diferentes credos» pero un lugar donde también vio el «lado más oscuro y difícil de la existencia», como el «mundo carcelario» y la prostitución.

El papa describe su vecindario desde el caso de una peluquera que se llamaba Margot "y que tenía una hermana, que era prostituta". Un día Margot tuvo un hijo. Yo no sabía quién era el padre, y eso me asombraba y me intrigaba, pero al barrio no parecía preocuparle mucho", cuenta Bergoglio.


"Salíamos en grupo, íbamos a bailar el tango. Yo tenía diecisiete años y ya sentía en mi interior la inquietud de la vocación por el sacerdocio. Ambas señoras siguen con vida y volvería a verlas siendo ya obispo: una dirigía una parroquia del barrio de Caballito y la otra aún vivía en Palermo; ambas estaban casadas y tenían hijos", revela.

Bajo la impronta de la esperanza, un término elegido en consonancia con el Jubileo que se celebra este año, Francisco también afronta otras cuestiones de actualidad como la guerra, las migraciones, la crisis medioambiental, la política social, la sexualidad o el futuro de la Iglesia católica.

El Papa reivindica el don de la alegría y la necesidad de sonreír a la vida con una «sana ironía» como medicina contra el narcisismo. «La ironía es medicina, no solo para elevar e iluminar a los demás, sino también hacia uno mismo, porque la autoironía es una herramienta poderosa para vencer la tentación del narcisismo. Los narcisistas se miran continuamente al espejo, se pintan, se observan una y otra vez, pero el mejor consejo frente a un espejo es siempre reírse de uno mismo. Nos hará bien», indica el Pontífice en el libro.

Incluso, a lo largo de sus páginas, el lector podrá encontrar algunos chistes contados por el propio Pontífice. El diario italiano Avvenire ha adelantado uno de ellos: «Me han contado también una que me afecta directamente, la del Papa Francisco en América. Más o menos es así: tan pronto como aterriza en el aeropuerto de Nueva York para su viaje apostólico a los Estados Unidos, el Papa Francisco se encuentra con una enorme limusina esperándolo. Se siente un poco incómodo con tanto lujo, pero luego piensa que hace mucho que no conduce y nunca un coche como ese, así que se dice a sí mismo: bueno, pero ¿cuándo me volverá a pasar esto…? Mira la limusina y le pregunta al conductor: “¿No sería posible que me dejara probarla?”. Y el conductor: “Mire, lo siento mucho, Su Santidad, pero realmente no puedo hacerlo, ya sabe cómo son los procedimientos, el protocolo…”».

«Pero ya saben cómo es el Papa cuando se le mete algo en la cabeza, así que insiste, insiste, hasta que finalmente el conductor cede. Entonces, el Papa Francisco se pone al volante en una de esas enormes avenidas y… se entusiasma, comienza a pisar el acelerador: 50 por hora, 80, 120… Hasta que de repente suena una sirena y un coche de policía lo alcanza y lo detiene. Un joven policía se acerca a la ventana oscura, el Papa, un poco intimidado, la baja, y el policía se pone pálido. “Un momento”, dice, y regresa a su coche para llamar a la central. “Jefe… creo que tengo un problema”. Y el jefe le responde: “¿Qué problema?”. “Bueno, he detenido un coche por exceso de velocidad… pero hay alguien realmente importante dentro”. “¿Qué tan importante? ¿Es el alcalde?”. “No, jefe, más que el alcalde…”. “¿Y más que el alcalde, quién está? ¿El gobernador?”. “No, más aún…”. “¿Será el presidente?”. “Más, creo…”. “¿Y quién puede ser más importante que el presidente?”. “Mire, jefe, no sé bien quién es, pero le digo que ¡el Papa le hace de chofer!”», narra con sarna el Pontífice.

En su autobiografía también aparecen decisiones que marcaron el pontificado como la de no vivir en el Palacio Apostólico del Vaticano o llevar su propio maletín en el avión papal.

Francisco explica que prefirió vivir en la residencia Casa Santa Marta en el Vaticano porque «no puede vivir sin gente a mi alrededor» y revela que los encargados del protocolo del Vaticano le convinieron que se pusiera pantalones blancos, en lugar de negros, para llevar debajo de su nueva sotana papal blanca. «Me hicieron reír. No quiero ser vendedor de helados, dije. Y me quedé con los míos», escribe el Papa.

En Esperanza Francisco también desvela lo que considera errores o equivocaciones pasadas, como cuando de joven tuvo una fuerte discusión con un compañero de estudios que incluso llegó a las manos e insiste en que todavía hoy comete «errores y pecados».

«Siento que tengo una reputación que no merezco, una estima pública de la que no soy digno», escribe Francisco.

El Papa también se refiere al escándalo de los abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica y dice que se ha sentido «llamado a asumir la responsabilidad de todo el mal cometido por algunos sacerdotes». Así explica que cuando arrancó su pontificado en 2013, el entonces Papa emérito le entregó una gran caja blanca llena de documentos «relativos a las situaciones más difíciles y dolorosas: casos de abusos, corrupción, manejos oscuros, malas acciones». Benedicto XVI le dijo entonces «aquí está todo» y «ahora te toca a ti» ocuparte de ello.

El Pontífice de 88 años —que se describe en el libro como una persona «políticamente inquieta»— condena la crueldad de la guerra y relaciona el actual auge del populismo con el de los años treinta y la Alemania de Hitler. Los jóvenes, escribe, necesitan saber «cómo nace y crece un populismo distorsionado» y recuerda las «elecciones federales alemanas de 1932-33 y a Adolf Hitler, el exsoldado de infantería obsesionado por la derrota de la Primera Guerra Mundial y por la “pureza racial”, que había prometido el crecimiento de Alemania tras un gobierno que había fracasado».

En sus memorias, el primer pontífice latinoamericano relata también episodios ocurridos durante la dictadura argentina y los inicios de su pontificado, además de revelar dos atentados fallidos durante su viaje a Irak, y repasar también muchos de los conflictos y crisis internacionales de la actualidad.

Así, Francisco menciona sus intentos de mediar en la guerra en Ucrania y su petición incluso de viajar a Rusia y a la que el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, contestó "que no era el momento".

También explica su dolor el 7 de octubre de 2023 con los ataques de Hamás. "Para mí fue dos veces doloroso: en aquella matanza perdí a viejos amigos argentinos que vivían en un kibutz de la frontera con Gaza", afirma.

Pero añade: "A ese desastre, a esa barbarie, luego se añadiría otra, enorme: los raides aéreos israelíes, que causarían miles de muertes de inocentes, sobre todo mujeres y niños; y cientos de miles de evacuados, casas destruidas, gente a un paso de la carestía...". 

El pontífice relata que está constantemente en contacto con Gaza y con la iglesia de la Sagrada Familia, cuyo párroco es el sacerdote argentino Gabriel Romanelli, que acoge a familias y enfermos, "convertida en un escenario de muerte".

"La señora Nadha Khalil Anton y su hija Samar Kamal, que era cocinera en la casa de los niños discapacitados al cuidado de las monjas de la madre Teresa, murieron a manos de un francotirador del ejército israelí mientras se dirigían al convento y trataban de protegerse mutuamente. A otros los mataron a sangre fría en los alrededores de la parroquia, una pequeña comunidad cristiana que llora la muerte de más de veinte de sus miembros", describe.

Y entonces acusa: "Eso también es terrorismo. La guerra que mata a civiles indefensos y desarmados, incluso a voluntarios de Cáritas que distribuyen ayuda humanitaria, que atormenta sin tregua a los civiles, que reduce al hambre a la población produce el mismo terror insensato".

El papa critica además "la vergonzosa incapacidad de la comunidad internacional y de los países más poderosos para poner fin a esta masacre, la ola de odio se ha convertido en un maremoto de violencia".

Francisco también se refiere a su salud y que incluso tras las operaciones y hospitalizaciones "nunca" ha pensado dimitir, mientras que ante la muerte confiesa: "Aunque sé que ya me ha concedido muchas, solo le he pedido una gracia más al Señor: cuida de mí, que sea cuando quieras pero, Tú lo sabes, me da bastante miedo el dolor físico... Así que por favor, que no me haga mucho daño".

El papa reitera que la Iglesia acoge a todos, "también las personas divorciadas, también las personas homosexuales, también las personas transexuales".

"¡Pero son hijos de Dios! Pueden recibir el bautismo en las mismas condiciones que los otros fieles, y en las mismas condiciones que los demás pueden ser aceptados como padrino o madrina, así como ser testigos de una boda. Ninguna ley del derecho canónico lo prohíbe", escribe en el libro.

Y, al recordar que muchos países persiguen a los gais, reitera que "la homosexualidad no es un crimen, es un hecho humano, por lo que la Iglesia y los cristianos no pueden permanecer indolentes ante esta criminal injusticia, ni ser pusilánimes".

Composición a partir de artículos de Victoria Isabel Cardiel en Alfa y Omega y de Cristina Cabrejas en Efe, vía Religión Digital

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