Una mano de hermano que sabe compadecerse
Nos hemos reunido como cada día, para celebrar la Eucaristía aquí en la Basílica de Nuestra Señora de los Desamparados. Saludo a todos los que estáis participando aquí en esta celebración y también a los que siguen la celebración por el canal de la Televisión del Mediterráneo. Especialmente a todas aquellas personas que viven en los pueblos o en las ciudades que más afectadas se han visto por esta terrible catástrofe que hemos vivido y que todavía estamos viviendo en estos momentos.
Los más afectados son los que más cerca debemos de tener un corazón como los que más sufren. Son los que más cerca están en el corazón de una madre. Por eso, en esta celebración de la Eucaristía, yo os invito a todos a orar ante la Santísima Virgen María. En primer lugar, por los que han perdido la vida en esta gran tragedia.
Desgraciadamente, por las noticias que vamos teniendo poco a poco, va creciendo el número de víctimas mortales que se está conociendo. Tengamos presente a sus familias, a todas las personas que forman parte de su vida, a los pueblos y ciudades que se han visto afectados por esta tragedia. En el fondo, los cristianos nos sentimos hermanos de todos los hombres, miembros de la familia humana, y también la Iglesia tiene que vivir como una familia que transmite esperanza a nuestro mundo.
Me gustaría dirigir en estos momentos unas palabras a las víctimas, a sus familias, a los que han sufrido situaciones dramáticas. Muchos, gracias a Dios, han superado la situación. Pero también hemos de pensar en todas estas personas que han pasado la noche angustiadas en situaciones dramáticas, atrapadas muchas veces por el agua y sin poder llegar a su casa. A ellos, a sus familias que tanto han sufrido esta noche también, los tenemos presentes en nuestra oración por los difuntos.
Oramos por ellos y también por todas las personas que se han visto afectadas en este momento. Queremos manifestarles solidaridad y cercanía de la Iglesia, que se manifiesta en nuestra oración. Nuestra solidaridad con ellos y en la medida de nuestras posibilidades, acompañarles también y atenderles en sus necesidades.
Y también una palabra a todos los cristianos. Las parroquias también se han visto afectadas. Creo que en la medida de nuestras posibilidades hemos de tener presente a todos los que sufren, que sientan en nosotros una mano amiga, una mano de hermano que sabe compadecerse de ellos, que saben estar atentos a sus necesidades. Yo invito a todos los cristianos que todos los afectados experimenten esa cercanía de los cristianos, que es cercanía de hermanos, que si hay personas que en estos momentos se han quedado sin casa, no pueden vivir en su casa, que encuentren en la Iglesia, en los cristianos, una mano de hermanos y una mano de amigos.
Así manifestaremos también que somos hijos de la Virgen, de los Desamparados, de los desamparados de nuestra sociedad. Son precisamente de estas personas que en estos momentos más necesidad de cercanía, de afecto, de solidaridad, tienen que ellos estén el centro de nuestro corazón. Que así sea.
Enrique Benavent, arzobispo de Valencia. Homilía
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