Humanizar a la humanidad con los sentimientos de Cristo
Queridos hermanos y hermanas,
Aquí estamos como testigos de una historia concreta que en nuestras vidas ha sido atravesada por la cruz del Señor y Su resurrección, gracias a la palabra, el aliento, la compañía, el testimonio y el ministerio de nuestro querido Gustavo. Sería extraño que estuviéramos aquí personas que no han sido tocadas por la fuerza de su palabra, porque es la palabra del Señor. Gustavo, desde la experiencia humana que vivió, siempre supo con un gran espíritu de disponibilidad ante el Señor, desde muy pequeño, dejarse interrogar, como él decía, interpelar por esa palabra, que situó siempre en el corazón de la vida de los seres humanos.
Aquí estamos personas de comunidades cristianas, sacerdotes, religiosos, obispos, pero también tenemos un pueblo fiel y amigos de Gustavo que no necesariamente están dentro de un horizonte estrictamente eclesial. Gustavo, desde muy pequeño, siempre estuvo en relación con personas de distintos horizontes y supo dialogar con ellas, reconocer en todo lo humano una presencia de lo divino. Hoy venimos todos, cristianos, amigos de la Iglesia e incluso algunos que pueden no compartir nuestra fe, pero que sintieron pasar por sus vidas la santa humanidad de Gustavo. Venimos a agradecerle a Dios y a la vida por su vida. Sabemos que cuando alguien marca nuestras vidas, lo único que nos queda es agradecer y vivir en gratitud. Eso es tener fe, no tanto creer en Dios, sino confiar en que Él cree en nosotros y, a través de Su don gratuito de amor, nos deja llevar en el Espíritu hacia el servicio del sentido profundo que ese don nos otorga.
Ser cristiano es acoger el don, no crearnos nosotros imágenes de Dios que luego se convierten en prácticas e imaginaciones, de las que luego nos confesamos. Ser cristiano es acoger el don misericordioso de Dios en nuestras vidas, representado fundamentalmente por la entrega generosa de Jesús como don del Padre. Es dejarnos llevar por lo que Gustavo llamaba gratuidad del amor de Dios, lo que hoy el Papa Francisco, al firmar su encíclica sobre el Corazón de Jesús, llama también don gratuito. Si no somos amados gratuitamente, la vida no tiene sentido. Lo que Gustavo nos enseñó fue aceptar el don de la revelación, y si no era explícito, muchos de los que llegamos a ser ministros como él sentimos Su presencia como un don.
En el Evangelio que hemos leído, Jesús, lleno de la alegría del Espíritu Santo, agradece al Padre por haber revelado estas cosas a los pequeños y no a los sabios y entendidos. Este es el fundamento de la opción preferencial por los pobres, que Gustavo tomó como camino en un mundo marcado por la injusticia, la miseria, la marginación, la dictadura y el desprecio. Tenemos el deber de humanizar a la humanidad con los sentimientos de Cristo. La opción por los pequeños, "nepioi" (νηπιοι) en griego, significa aquellos que no hablan. Cuando Dios les revela Su amor, aprenden a hablar, a ser críticos, y a abrir horizontes en la historia.
Gustavo, con su experiencia humana, supo acceder a todos, especialmente a los que más sufren. Bruno Mauri, su amigo marista, contaba que Gustavo fue arquero en su juventud y que, como Mariátegui, un pelotazo en la pierna le reveló una osteomielitis que cambió su vida. Durante sus años de colegio, pasó mucho tiempo en cama, y sus compañeros le llevaban los apuntes que luego él leía y resumía para ellos. Esta capacidad de sintetizar experiencias y convertirlas en sabiduría práctica fue clave en su vida. Gustavo entendió que la teología es un instrumento de la caridad y la solidaridad.
El Papa Francisco ha insistido en una Iglesia sinodal, que camina junto a los sujetos históricos, especialmente los pobres. No basta caminar juntos; debemos hacerlo ante el otro, ante el sufrimiento y los desafíos de la historia. Gustavo nos enseñó a caminar en zigzag, como Jesús, cambiando según las circunstancias y problemas de cada persona. La Iglesia no debe ser un movimiento lineal, sino uno que va y viene, afrontando complejidades con imaginación e inspiración divina.
A Gustavo le debemos frases que nos ayudaron a entender cómo movernos con la gente. Una de ellas es: "Qué bien estaríamos si no fuera por la realidad". Esta frase descoloca y nos recuerda que la realidad nos llama constantemente. La fe cristiana no puede predicarse como una religión que sólo nosotros entendemos, sino como un lenguaje vivo que se conecta con las experiencias humanas.
El amor gratuito de Dios, que Gustavo nos enseñó, nos recuerda que todo ser humano es hijo de Dios, aunque no lo sepa. Tenemos que reconocer a Dios en las ambigüedades y riquezas de cada persona. Gustavo, con su delicadeza y humanidad, llevó la opción preferencial por los pobres a una dimensión universal, aunque esto le costó muchos ataques. Sin embargo, su mensaje era "Evangelio puro", una teología arraigada en la vida de los pobres y en la comprensión del amor gratuito de Dios. Pese a las críticas, Gutiérrez continuó su camino con humildad y valentía, un testimonio que ha dejado un legado profundo en la Iglesia y la sociedad.
Monseñor Carlos Castillo, arzobispo de Lima, cardenal electo. Homilía en el entierro de Gustavo Gutiérrez
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