Los "nuestros"
El evangelista Marcos describe un episodio en el que Jesús corrige de manera contundente una actitud equivocada de los Doce.¿No habremos de escuchar también hoy Su advertencia?
Los Doce tratan de impedir la actividad de un hombre que «expulsa demonios», es decir, alguien dedicado a liberar a las personas del mal que las esclaviza, devolviéndoles su libertad y dignidad. Es un hombre preocupado por hacer el bien a la gente. Incluso actúa «en nombre de Jesús». Pero los Doce observan algo que, a su juicio, es muy grave: «No es de los nuestros».
Los Doce no toleran la actividad liberadora de alguien que no está con ellos. Les parece inadmisible. Solo a través de la adhesión a su grupo ha de llevarse a cabo la salvación que ofrece Jesús. No se fijan en el bien que hace aquel hombre. Les preocupa que no esté con ellos.
Jesús, por el contrario, reprueba de manera rotunda la actitud de sus discípulos. Quien desarrolla una actividad humanizadora está ya, de alguna manera, vinculado a Jesús y a Su proyecto de salvación. Sus seguidores no tienen que monopolizar la salvación de Dios.
Los Doce quieren ejercer un control sobre la actividad de quien no pertenece a su grupo, pues ven en él un rival. Jesús, que solo busca el bien del ser humano, ve en él un aliado y un amigo: «El que no está contra nosotros está a favor nuestro».
La crisis que sufre hoy la Iglesia es una oportunidad para que los seguidores de Jesús recordemos que nuestra primera tarea no es organizar y desarrollar con éxito nuestra propia religión, sino ser fermento de una humanidad nueva.
Por eso no hemos de vivir recelosos, condenando posiciones o iniciativas que no se ajustan a nuestros deseos o esquemas religiosos. No es muy propio de la Iglesia de Jesús estar siempre viendo enemigos por todas partes. Él nos invita más bien a alegrarnos de lo que gentes e instituciones ajenas a la Iglesia pueden estar haciendo por un desarrollo más humano de la vida. Son de los nuestros porque luchan por la misma causa: un ser humano más digno de su condición de hijo de Dios.
Por José Antonio Pagola. Publicado en Fe Adulta
Jesús, a partir del capítulo 8 del evangelio de Marcos, comienza un discurso más radical y clarificador sobre cómo debe ser el perfil de quien decide unirse a su movimiento mesiánico. Los discípulos no terminan de comprender la identidad y la misión de su Maestro; muestran poca inteligencia para digerir y aceptar los acontecimientos que van llegando. Jesús anuncia Su final y no parecen ser conscientes del desenlace que traerá la máxima revelación de Su mensaje. En este contexto se ubica el evangelio de hoy. Este texto nos propone dos escenarios que podrían darse en el seguimiento a Jesús, quizá dos desafíos que nos despegan del verdadero sentido de nuestra existencia creyente.
En los primeros versículos no parece que los discípulos se posicionen bien con respecto al mensaje de Jesús; se consideran diferentes y por encima de los demás movimientos que también existían en Palestina. Su percepción era la de ser un grupo poseedor de una nueva verdad. Es una tentación comprensiblemente humana pero no por ello justificable: el riesgo del fundamentalismo. Los discípulos reprochan a Jesús que algunos expulsan demonios en su nombre, pero no forman parte del equipo. Esta posición se ha estirado hasta nuestros días, sin duda. Quizá sea una llamada a buscar lo esencial de nuestra vida cristiana de una manera más creíble y menos rígida.
Sabemos que existen personas que no están con nosotros en cuanto a vínculos institucionales, pero su visión del ser humano, de la sociedad, de su misión en ella, son convergentes con un humanismo cristiano, aunque carezca de signos religiosos. Tendemos a juzgar por no pertenecer a esta familia, por no realizar determinadas prácticas, ritos, celebraciones, creencias. Incluso los que nos creemos en una posición más integradora, nos incomoda el pluralismo y la diversidad de formas para vivir la fe. Sin embargo, Jesús parece ir por otro lado.
La nueva humanidad que Él desea no está basada en un sentido de pertenencia a base de signos externos, ideologías o discursos similares, sino en la humanización de nuestro mundo. Jesús rompe las fronteras institucionales e ideológicas para reconocer que toda persona que “echa demonios” es decir, que colabora para superar y erradicar el mal en el mundo, está de Su parte; más bien, Jesús está de parte de ellas.
Y esta liberación del mal tiene que ver con el segundo escenario de este texto que conecta con la coherencia y el escándalo que supone vivir al margen del Amor. En definitiva, la gehenna, el abismo, es el laberinto de una vida centrada en uno mism@. La erradicación del mal ha de ser tan radical como expresa Jesús a través las metáforas que utiliza: cortar la mano, cortar un ojo, cortar un pie, al fin y al cabo, cortar, arrancar, o lo que es lo mismo, eliminar todo lo que en nuestra vida nos lanza a vivir al margen de una vida auténtica y basada en el Amor. No hablamos del amor que se da en las superficies de nuestra persona, sino ese Amor que es el origen de nuestra existencia y que es capaz de crear y liberar otras existencias.
Cortar la mano que hace daño, la que cierra el puño y no se abre para dar y recibir, la mano manipuladora para hacer su santa voluntad y no para dejar ser y respetar; la mano que toca para poseer, acumular y no para acariciar la realidad con compasión. Cortar el pie que se estanca y bloquea todo avance para seguir el camino hacia la plenitud. Cortar el ojo que mira por el rabillo para no comprometerse, el ojo que mira para otro lado y niega tantas situaciones dramáticas de nuestras gentes y de nuestro planeta; En definitiva, cambiar la mirada para percibir con realismo el momento que nos toca vivir y afrontarlo con confianza, con una mirada limpia, sanadora y profunda que recupere la dignidad de todo y de tod@s.
Te propongo que te pares unos minutos y realices un chequeo para ver cómo están tus marcadores sobre los niveles de fundamentalismo, sobre tu mirada hacia el interior y exterior, sobre los pasos que vas dando y cómo tocas la realidad que te toca vivir. No debemos escandalizar por nuestras incoherencias.
FELIZ DOMINGO
Por Rosario Ramos. Publicado en Fe Adulta
Comentarios
Publicar un comentario