Creer en el mensaje de la Resurrección: Caminar hacia la paz y la reconciliación

Oración e intercesión. Permanecer, a pesar de todo, en medio de los combates, para dar testimonio del anuncio pascual y de la conciencia de que el mal ya ha sido derrotado. Esto es lo que se desprende de las palabras del padre Francesco Patton, custodio de Tierra Santa, en esta entrevista con los medios vaticanos.

Padre Francesco, ¿cómo es el ambiente en Jerusalén estos días?

Desde el 7 de octubre, se respira un aire muy pesado porque es como si se hubiera roto un equilibrio dentro del Estado de Israel entre el componente judío-israelí y el componente árabe/palestino-israelí. Y también el equilibrio que para bien o para mal había entre Israel y Cisjordania: había posibilidad de ir y venir, sin mayores problemas, y además para los palestinos de Cisjordania era bastante fácil venir a trabajar. La gente abandonó Gaza para ir a trabajar a los kibutz cercanos. Era posible salir para venir a Jerusalén y recibir tratamiento con terapias que no se administraban en Gaza. Tras el atentado del 7 de octubre, todos estos equilibrios se rompieron. Ahora, dentro del propio Estado de Israel, el componente judío-israelí ha comenzado a mirar con desconfianza al componente árabe-israelí y el componente árabe-israelí ha comenzado a sentirse cada vez más inseguro incluso en el lugar de trabajo y en la vida cotidiana, incluso caminando por la calle. Varios de nuestros cristianos me han dicho: “Cuando voy por la ciudad, en Jerusalén, evito hablar árabe”. Esto dice mucho del clima que se ha creado.

¿Cómo vivió la tragedia de los rehenes secuestrados por Hamás?

La situación de los rehenes ha puesto a prueba a estas familias, que casi todas, salvo raras excepciones, se caracterizan por una mentalidad muy abierta: no eran familias hostiles hacia el componente palestino en Israel o Cisjordania, al contrario. Su sufrimiento ha sido y sigue siendo terrible, mientras hay una triste cuenta atrás preguntándose cuántos siguen con vida.

¿Y por lo que se refiere a la tragedia en Gaza?

El componente palestino obviamente se solidariza con Gaza: pertenecen al mismo pueblo y sufren al ver


tanta destrucción: 35.000 muertos, de ellos probablemente más de 15.000 son niños, y no sabemos cuántos siguen bajo los escombros... Destrucción sistemática. Esto creó una sensación de frustración, ira, un conflicto interno. Entonces, no olvidemos que hay incluso cristianos, especialmente de Galilea, que forman parte del ejército y luchan en Gaza. Hay incomodidad y gran dificultad para abordar estas cuestiones incluso para nosotros, cristianos de Tierra Santa, porque somos muy conscientes del sufrimiento que existe en ambos lados. Nos damos cuenta de los aciertos y los errores de ambas partes. Queremos que esta guerra termine, porque de lo contrario el surco del odio se hace cada día más profundo y volver a unir las piezas después será muy difícil.

En los últimos meses también hemos sido testigos de la escalada de actos violentos por parte de los colonos.

En Cisjordania hemos asistido a un estallido sin precedentes: si antes sus acciones eran un poco más controladas, durante estos seis meses, no. También sabemos que varios miles de palestinos de la Franja de Gaza han sido encarcelados bajo detención administrativa: es decir, esencialmente sin derechos. Y también hay varios cientos de palestinos que han sido asesinados en Cisjordania, durante operaciones militares, de colonos o de otro tipo y, por tanto, no en circunstancias vinculadas a ataques, atentados o en cualquier caso a acciones violentas, sino también en la vida cotidiana: agricultores que iban a recoger aceitunas y se encontraron con unos colonos que luego los fusilaron. Tomará mucho tiempo superar este tipo de herida, porque la dimensión emocional en este conflicto fue muy fuerte.

Volviendo al 7 de octubre: ¿qué explicación se puede dar a lo ocurrido?

Lo ocurrido el 7 de octubre será necesario estudiarlo y explorarlo, porque los mismos periódicos israelíes han acusado tanto al gobierno como al ejército de haber ignorado los documentos que la inteligencia del ejército había proporcionado y que hablaban de una posible operación de este tipo por parte de Hamas y las señales también en los días anteriores. Creo que a Israel le conviene aclararlo.

Las consecuencias de ese brutal ataque terrorista contra civiles son las que hemos visto, es decir, la matanza en Gaza...

La reacción fue tan fuerte precisamente porque fue un shock. Incluso desde el punto de vista de las opciones militares, parece haber prevalecido la dimensión más emocional, el deseo de reafirmar una forma de supremacía militar, el deseo de reafirmar una disuasión que de alguna manera ha sido puesta en crisis y cuestionada. Se ve el deseo de decir: “En el futuro, nadie se atreverá a intentar hacer algo así otra vez”.

Son hechos que dejan huellas de odio. Para reconstruir las casas basta ayuda financiera, para reconstruir la paz en los corazones se necesita mucho más tiempo.

Las heridas permanecerán por mucho tiempo; para sanar necesitarán un liderazgo iluminante, de ambas partes, que sepa cómo trabajar para lograr la reconciliación. En Europa, durante el siglo XX, se libraron dos guerras mundiales con millones de muertos. Pero luego, en lugar de luchar por los recursos, compartieron: ésta fue la gran genialidad de Schuman, De Gasperi y Adenauer cuando decidieron crear la Comunidad del Carbón y del Acero. Es un camino que ha garantizado a Europa una temporada de paz. De momento no veo la posibilidad de hacer algo similar en Israel y Palestina, porque no comparten el mismo marco cultural. Europa, para bien o para mal, hasta mediados del siglo XX, era un continente que hacía referencia a los valores cristianos y por tanto también a los valores de la reconciliación, la paz, la cooperación y otros valores similares. Aquí nos encontramos ahora frente a culturas que no dialogan tanto entre sí.

¿Qué opina de los “Acuerdos de Abraham”?

Los vi positivamente: países que estaban en posiciones diferentes por razones ideológicas y que empezaban a cooperar, aunque fuera por intereses económicos o defensivos. Para mí fue un primer paso y pensé que, una vez completados los Acuerdos de Abraham, también sería necesario abordar la cuestión palestina de manera política. En cambio, justo cuando también se estaba gestando un acuerdo con Arabia Saudita, se produjo el ataque del 7 de octubre. Una operación que no sólo saboteó los Acuerdos de Abraham, sino que en realidad hizo más difícil abordar políticamente la cuestión palestina. Y al mismo tiempo lo hizo necesario.

De hecho, incluso aquellos que pensaban que la hipótesis de los dos Estados estaba obsoleta están volviendo ahora a la que siempre ha sido la posición de la Santa Sede.

Sin duda, ahora es más difícil que hace diez o veinte años. Sin embargo, al mismo tiempo, ahora hay conciencia de que la cuestión palestina debe tener una solución política. Y, por tanto, el retorno de la teoría de los dos Estados también está ligado al hecho de que en este momento creo que no es plausible pensar en un Estado único. Cómo crear concretamente el segundo Estado, el de Palestina -porque ya existe uno, el de Israel-, sin duda necesita la contribución, ante todo, de los directamente interesados, es decir, los palestinos. El Estado de Palestina no se puede crear ignorando a los palestinos, porque esta operación ya se hizo en su momento y no funcionó. Deben estar involucrados. Entonces necesitamos que los países más influyentes -principalmente Estados Unidos, pero también los países árabes del Golfo- nos ayuden a encontrar la forma adecuada. Los problemas, como sabemos, tienen solución. En su momento, Sharon, cuando decidió retirar a los colonos de Gaza, también pudo ponerlo en práctica de forma concreta.

¿Cómo es posible hoy tal hipótesis?

En Cisjordania, si el Estado de Israel acepta la solución de dos Estados, tendrá que optar por la retirada de los colonos o por la integración de los colonos en un Estado palestino, del mismo modo que en Israel existe una población de habla árabe que también forma parte del estado, u otra forma de estudiar la cuestión de todos modos. Sabemos que los modelos de Estado son de muchos tipos, hay algunos en los que se prevén comunidades autónomas. No es algo que pueda hacerse en unos pocos meses, pero tampoco puede dejarse en manos de la indeterminación para siempre. Para dar esperanza también a los palestinos, también debemos fijar una fecha determinada en la que este Estado comenzará a existir y, en consecuencia, debemos fijar una hoja de ruta. Obviamente, sin embargo, primero debe terminar la guerra y también debe haber apoyo a nivel internacional porque quienes viven en Cisjordania y más aún quienes viven en Gaza se encuentran en dificultades inimaginables.

¿Cómo experimentan los cristianos lo que está sucediendo?

Los cristianos son una realidad muy diversa dentro de sí mismos. Por un lado, se sienten pertenecientes a un pueblo, por otro se sienten también, como cristianos, llamados a ir más allá de una visión étnica. Los cristianos también están sufriendo mucho en este momento porque se encuentran en el medio y son tirados por ambos lados. Hay quienes, en ambos lados, quisieran que los cristianos tomaran partido unilateralmente. Los cristianos intentamos ser mujeres y hombres de paz y en general los cristianos de Tierra Santa son - me atrevo a decir - el componente culturalmente más pacífico, y por tanto el que de alguna manera podría contribuir, en el futuro, a ese camino de paz, reconciliación de la que hablábamos. Sin embargo, se sienten frustrados porque, a menudo más allá de las declaraciones oficiales y las utilizadas con fines de marketing político, el mundo judío los considera simplemente árabes y el mundo árabe no los considera suficientemente árabes por el hecho de ser cristianos. En este momento ha vuelto el deseo de emigrar. De los que viven en Gaza, creo que quedarán muy pocos, y es una pena, porque Gaza, en los Hechos de los Apóstoles, es uno de los lugares donde también floreció el monaquismo en los primeros siglos. Incluso en Cisjordania muchos están pensando en irse. Pero lo más sorprendente es que incluso en Galilea, debido al crimen organizado local, muchos están pensando en emigrar.

¿Qué significa, ante todo esto, creer en la Resurrección?

El cristiano, ante todo, cree en el mensaje de la Resurrección, pero sabe que el tiempo de la historia aún no es el tiempo de la plena comunión de todos los pueblos en la Jerusalén celestial. Estamos todavía en una fase intermedia, el tiempo de la historia es todavía un tiempo de tensiones: así se describe en los Evangelios, así se describe en las Cartas de Pablo, y así se describe en ese maravilloso texto que es el Apocalipsis, que describe el choque en la historia entre quienes siguen al Cordero inmolado y quienes siguen otras lógicas y transforman todo en mercado, llegando incluso a comprar y vender vidas humanas. Lo que debemos mantener viva en este campo de batalla que es la historia es la esperanza cierta que surge del hecho de que Cristo ya venció el mal y la muerte con Su Resurrección. Ser cristiano en Tierra Santa representa una vocación particular. Los cristianos aquí están estrechamente vinculados a la dimensión histórica de la revelación y la Encarnación. Que sean pocos o muchos, no importa, pero es fundamental que los cristianos de Tierra Santa ayuden siempre a toda la Iglesia a recordar la dimensión histórica del cristianismo, que es una dimensión muy importante para evitar disolver el cristianismo en formas de gnosis o formas de las religiones míticas.

Después del atentado del 11 de septiembre en Estados Unidos, en el Mensaje para la Jornada de la Paz de 2002, Juan Pablo II escribió: "No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón". ¿Qué importancia tienen la reconciliación y el perdón?

La reconciliación es clave. Creo que ese mensaje es absolutamente el más importante para las Jornadas de Paz que jamás haya dado un Pontífice. Y está al lado de la encíclica Pacem in terris de Juan XXII, que enumera cuatro pilares para construir la paz: justicia, verdad, caridad y libertad. La reconciliación, como afirma el Papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti, tiene una dimensión no solo de justicia sino también de verdad. Y por eso es necesario, para seguir un camino de reconciliación, poder también llamar a las cosas por su nombre. Lo mismo ocurre con el perdón. El perdón no es una amnistía, no es fingir que no pasó nada. Perdonar significa asumir sobre uno mismo todas las consecuencias negativas, del sufrimiento, del mal, que el mal produce. Cuando pensamos en el perdón, pensamos en Cristo en la cruz, en la cruz que perdona. Para perdonar, debo aceptar el tipo de sufrimiento que me permite no reaccionar. A la bofetada, como hizo Jesús en la hora de Su Pasión, no respondo con una bofetada.

¿Cómo crear un camino como éste en Tierra Santa?

Será muy largo porque para nosotros los cristianos la reconciliación es universal, concierne a todos. El mundo judío y el mundo musulmán tienen la categoría de reconciliación, pero se aplica principalmente dentro de su propia comunidad. Entonces, una vez más, la presencia de los cristianos se vuelve fundamental, porque lleva a superar tanto el horizonte étnico como el horizonte de la propia comunidad religiosa. Y los cristianos también deben estar dispuestos a pagar el precio del sufrimiento por esto. No se puede esperar esto de todos, por eso entiendo a aquellos que no pueden más y abandonan el país como pasó en Irak, Siria, Líbano, porque temen por sus vidas o las de sus familiares. Al mismo tiempo, cuando me preguntan, especialmente los jóvenes, por qué quedarme, respondo así: "¿Su país, sin la presencia cristiana, será mejor o peor?". La respuesta que siempre me dan es: “Será peor”. Los que quedan saben que tienen que pagar un precio: el precio de ser fieles a Cristo y también de dar la vida, en el sentido de que al final es eso lo que sucede.

En los últimos meses, ¿qué ha significado para usted ser Custodio de Tierra Santa?

El enfoque de la realidad ha cambiado. Antes del 7 de octubre, pensaba que era posible avanzar lentamente y hacer crecer las iniciativas de diálogo lanzadas tanto por parte del mundo judío israelí como por parte del mundo musulmán, especialmente, en este segundo caso, en las escuelas. En estos seis meses he visto que muchas de las iniciativas lanzadas se han "congelado" de alguna manera, y esto me lleva a decir que hay que tener paciencia en el sentido de saber esperar el momento en que sea posible reiniciarlas. Entonces sentí que el servicio de la oración, el valor de la intercesión, era mucho más importante: se trata de caminar entre dos realidades pidiéndole a Dios que de alguna manera encuentre un punto de encuentro. Muchas veces nos hemos confrontado con el Patriarca Pizzaballa, y también hemos constatado que en esta realidad no sólo están en juego las voluntades humanas, sino que hay un misterio del Mal que está en juego. Entonces siento esta necesidad de orar aún más. Finalmente, traté de animar primero a los frailes, y luego al pueblo, a mantener viva la esperanza.

Ante lo que está pasando es fácil ser pesimista...

El pesimismo es falta de fe. Dejarse devorar por el pesimismo significa no creer en el poder de la Pascua. Creo en el poder de la Pascua: creo que Cristo verdaderamente ha vencido el mal y la muerte y creo que quien hoy intenta resolver los problemas de una determinada manera ya ha perdido desde el principio. Sé que quienes optan por utilizar la violencia ya han perdido de alguna manera. Porque Cristo, que murió y resucitó, nos dice que hay otra perspectiva en la que vivir y desde la que afrontar los problemas.

¿Se han sentido apoyados en estos meses de guerra?

Mucha gente se muestra cercana, nos escribe para decirnos que se acuerdan de nosotros, que rezan por nosotros. Siempre nos sentimos muy apoyados por el Papa, porque nunca dejó de hablar de paz, aun sabiendo que era un tema impopular, aun sabiendo que fue un tema mal entendido. Y siempre se acordaba de Palestina, de Israel, de Tierra Santa... He dicho en más de una ocasión que somos en algunos aspectos unos privilegiados, porque hay muchas otras realidades que están sufriendo y que no se recuerdan como somos. Y luego nuestra Orden también nos apoyó mucho. Entonces diría que en general sentí el apoyo. Lo que tenemos y necesitaremos en los próximos tiempos, además de cercanía, también será apoyo concreto para poder ayudar a los cristianos y a la población local ante las dificultades económicas que ha traído la guerra.


Entrevista a Francesco Patton, OFM, custodio de Tierra Santa, por Andrea Tornielli en Vatican News

Razones para la mantener la esperanza: el ejemplo, inacabado e imperfecto, de Colombia

Por estos días estamos viviendo el día de oración por la reconciliación y la paz de Colombia. Esto porque necesitamos reconciliarnos para avanzar. Hace seis años el padre Francisco de Roux lo decía en su maravilloso libro ‘La audacia de la paz imperfecta’: “Lo que nos ha pasado es para mí un proceso inacabado que logró la reconciliación en La Habana y, con ello, la primera parte de la paz, que es el final de la guerra, pero que en la sociedad colombiana no logró la reconciliación. Por el contrario, a escala nacional se acrecentaron las divisiones irreconciliables de tal manera que podrían hacer fracasar esta paz imperfecta” (de Roux, 2018, p. 21). Esto efectivamente sucedió.

Estas palabras proféticas, concretaban en cierta manera lo que el papa Francisco había dicho meses atrás acerca de la reconciliación: “La reconciliación no es una palabra que debemos considerar abstracta; si esto fuera así, solo traería esterilidad, traería más distancia. Reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto” (Francisco, 2017, Homilía en Catama, Villavicencio).

Estos planteamientos nos permiten considerar que nos queda mucho camino para avanzar, pues las divisiones y los sentimientos que atentan contra la fraternidad y la sororidad están a flor de piel. ¡Cuántas violencias estamos viviendo en nuestra sociedad colombiana!

Sin embargo, el cristiano nunca se resigna a pensar que la guerra y la división tienen la última palabra. Nadie nos puede quitar la esperanza de vivir un amor profundo entre nosotros, anclado en el amor que Dios nos tiene: “Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría” (Francisco, 2013, EG, 3), pero tenemos que empezar por nosotros, por cada cristiano.

En nuestro itinerario para vivir la fe, revisemos entonces nuestra vida bajo estas dos realidades: ¿Vivo en la paz que me ha dado el Resucitado? ¿Estoy reconciliado? Si no es así, seguramente este es el tiempo para que levantemos la cabeza y volvamos a empezar. No hay realidad que la luz del Resucitado no pueda envolver con Su claridad y ser transformada.

Por Hermes Flórez Pérez, CJM. Publicado en Vida Nueva

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