Tierra de fraternidad

A las 00:20 horas del 25 de abril de 1974, hace hoy 50 años, ‘Rádio Renascença’, emisora fundada en 1937 por el sacerdote Manuel Lopes da Cruz y perteneciente al Patriarcado de Lisboa, emitió ‘Grândola, Vila Morena’. La canción, obra de José ‘Zeca’ Afonso (autor cuyas varias de sus composiciones eran censuradas por el régimen salazarista por “comunistas”), dice así en sus primeros versos: “Grândola, Vila Morena, / tierra de fraternidad. / El pueblo es quien más ordena, / dentro de ti, ciudad”.

Una hora y veinte antes, en ‘Rádio Emissores Associados de Lisboa’ había sonado la canción ‘E depois do Adeus’, de Paulo de Carvalho, que había representado a Portugal en el Festival de Eurovisión días antes. Así que, al emitirse ‘Grândola, Vila Morena’ en el sitio y la hora convenidos, era la segunda y definitiva señal de que empezaba la revolución pacífica que debía derribar la dictadura en Portugal.

Dicha acción fue promovida en la sombra por el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), un grupo de militares de izquierdas opuesto a la dictadura de Marcelo Caetano, que trataba de perpetuar el salazarismo sin Salazar (como en España intentarían algunos, poco después, con un franquismo sin Franco). Y es que, tras llegar al poder el 1926 y asentarse por la fuerza en 1933, António de Oliveira Salazar había muerto en 1970. Su sucesor quería mantener la ‘mano de hierro’ internamente y, a nivel exterior, trataba de mantener por todos los medios la presencia colonial en Mozambique y Angola, lo que creaba una gran desafección en buena parte de la sociedad portuguesa.


Nada más sonar ‘Grândola, Vila Morena’, las guarniciones militares de las mayores ciudades del país se movilizaron y se hicieron con el control de las principales instalaciones gubernamentales. En apenas unas horas, de madrugada, se consolidó con fuerza un movimiento calmado y sin derramamiento de sangre y, al amanecer, Caetano se encontró con que su omnipotente poder se había desmoronado. Pese a ordenar reprimir por la fuerza la acción de los militares levantados, conscientes de que ya no había marcha atrás y de que la población civil se había animado a situarse junto a los sublevados (poniendo los simbólicos claveles sobre las armas de los soldados, en un ambiente festivo y de camaradería), los mandos más afectos al régimen no siguieron las instrucciones del dictador y este vio cómo se evaporaba su autoridad, aceptando exiliarse en Brasil tras una escala en las Islas Azores.

Cincuenta años después, la democracia se ha asentado plenamente en Portugal y ‘Rádio Renascença’ se mantiene en activo como una emisora generalista de identidad eclesial, al estilo de COPE en España. Y es que, pese a que en un primer momento del proceso revolucionario fue tomada por un grupo de trabajadores, el Gobierno decretó que fuera una de las pocas emisoras no nacionalizadas y mantuvo su independencia. Con certeza, hoy, desde sus ondas, se escucharán estos versos con aroma a libertad: “Grândola, Vila Morena, / tierra de fraternidad. / El pueblo es quien más ordena, / dentro de ti, ciudad”.

Pero, más allá es esta anécdota histórica, ¿cómo aprecia hoy la Iglesia este camino transcurrido hasta hoy? Lo explica la propia Conferencia Episcopal Portuguesa a través de una nota publicada desde el día 11 de abril en su página web. En ella, “al tiempo que felicita” a su pueblo en este aniversario tan especial, también se apela a hacer “reflexión y balance del camino recorrido”.

Una senda de la que el Episcopado se siente partícipe, recordando la ‘Carta Pastoral en el décimo aniversario de Pacem in Terris’, que publicaron el 4 de mayo de 1973 y en la que, glosando la llamada a la paz de la encíclica que san Juan XXIII, los prelados portugueses se atrevieron a decir esto: “No podemos descansar mientras la expansión económica favorece desproporcionadamente a algunos, sin proporcionar a todos los ciudadanos su parte justa en la producción y distribución de bienes. No podemos detenernos en el camino del progreso mientras la agricultura siga siendo un sector deprimido en comparación con la industria y los servicios, mientras las posibilidades de acceso a la educación y a la cultura no se generalicen a todos los portugueses, mientras haya quienes se sienten indefensos ante la enfermedad y la vejez, mientras las verdaderas normas de vida moral y cívica no impregnen toda la sociedad y constituyan su auténtica armadura defensiva”.

Este aldabonazo contra el régimen de Caetano clamaba por un cambio radical que “requería, según los obispos, la mayor participación de todos, incluido el pluralismo político, elecciones libres, medios de comunicación igualmente libres y responsables y procesos de mantenimiento de la seguridad ética y jurídicamente irreprochables”.

Así, “directrices como esta, ciertamente prepararon a quienes las recibieron para la situación que se presentaría un año después gracias al Movimiento de las Fuerzas Armadas, cuyo programa coincidía en gran medida con los puntos antes mencionados de la carta pastoral. De hecho, el ‘25 de abril’ también reflejó el deseo de poner fin a la guerra en ultramar, que era cada vez más insoportable para la población en general y a la que se oponían muchos católicos políticamente activos”.

A los dos meses y medio de la Revolución de los Claveles, el 16 de julio de 1974, los obispos publicaron la “más desarrollada” ‘Carta Pastoral sobre la contribución de los cristianos a la vida social y política’, en la que señalaron “luces y sombras de lo ocurrido desde abril, con la exaltación de las libertades cívicas y el fin del ostracismo internacional que padecíamos; y también con excesos que los obispos desaprobaron, pero que no quisieron sobrevalorar porque aparecieron en fases de grandes cambios sociales, para ser superados más tarde”.

El fundamento de dicho documento episcopal era presentar el “concepto cristiano de democracia”, que “parte de la idea del hombre como persona, libre y responsable de su propio y trascendente destino, pero esencialmente solidario con los demás hombres”. Por eso, “debe ser respetada en sus entidades naturales o solidarias, comenzando por la familia, siendo sostenida y no reemplazada por el Estado, al servicio del bien común de todos”.

“Después de medio siglo”, los actuales obispos portugueses sienten que “podemos y debemos reconocer todo lo positivo que se ha logrado en el Portugal democrático, empezando por la libertad política, el fin de la guerra en África y la dedicación cívica de tantos, desde las autoridades locales hasta el Estado, desde la vida nacional a la integración europea. Una vez estabilizada la situación dentro del nuevo marco constitucional, se logró mucho para responder a diversas necesidades del momento o que surgieron después (y también hubo mucha participación de católicos políticamente comprometidos e instituciones de solidaridad social vinculadas a la Iglesia)”.

Para el Episcopado, “este mismo impulso solidario, que hemos adquirido en cincuenta años de vida democrática, es el que nos llevará a todos, ciudadanos de un país ahora enriquecido con poblaciones de otros espacios y culturasa alcanzar nuevas metas en el ámbito de la familia, la vivienda y el trabajo, de educación y salud y todo lo que garantice una vida digna a quienes están hoy y serán mañana. Vida debidamente respetada y acompañada en todas sus fases y circunstancias, desde la concepción hasta la muerte natural”.

Para ello, es clave mantenerse en la esencia del espíritu del ‘25 de abril’ y, “en lo que respecta a la democracia, es necesario que esta se apoye en la libertad y la responsabilidad de los ciudadanos, debidamente respetadas y fomentadas para incrementar el bien común. Esto solo podrá lograrse cuando, desde la familia hasta la escuela y la vida social, aprendamos a combinar la legítima diversidad de opiniones con el propósito común del bien de todos”.

En lo que respecta “a la paz, recordemos que es fruto de la justicia, dando a cada persona lo que le corresponde para vivir y convivir dignamente. Esto es cierto a nivel personal y también de grupos sociales y étnicos, todos con derecho a su respectiva identidad y autonomía”.

En cuanto “al desarrollo, recordemos que se activa en cada persona, se respeta y se atiende en lo que requiere para ser libre, creativo y responsable en las diferentes proyecciones de su ser. Esta finalidad del desarrollo de todos y cada uno constituye el verdadero objetivo de la acción política y no puede garantizarse cuando abarca las ambiciones de entidades o grupos, ya sean económicos o ideológicos, nacionales o internacionales”.

Como concluyen los obispos, “en este momento en que se conmemora el ‘25 de abril’, los cuatro principios permanentes de la Doctrina Social de la Iglesia –dignidad de la persona humana, bien común, subsidiariedad y solidaridad– nos llevarán a continuar por el camino entonces abierto”.


Por Miguel Ángel Malavía. Publicado en Vida Nueva

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