Romper las cadenas de la esclavitud infantil

Son mano de obra barata y sumisa; fácilmente reemplazables, que requieren poco gasto en comida, nada en sueldo y que al no conocer sus derechos no protestan: son los menores esclavos. Más de 160 millones de niños y niñas trabajan en el mundo. De ellos, casi la mitad lo hacen en trabajos peligrosos que ponen en riesgo sus vidas, y en pleno siglo XXI, al menos nueve millones de esos menores son esclavos, según Naciones Unidas: son niños y niñas obligados a trabajar sin apenas descansos ni poder estudiar, explotados sexualmente, traficados, obligados a casarse o reclutados como soldados. Hoy se conmemora el Día Mundial contra la Esclavitud Infantil y queremos romper esas cadenas que les impiden tener un futuro lleno de oportunidades.

La esclavitud fue abolida hace más de 200 años, pero existe en pleno siglo XXI. La sufren al menos


nueve millones de niños y niñas que trabajan en el servicio doméstico, cargando mercancías en los puertos, en las minas, en las fábricas, en explotaciones agrícolas, en los conflictos armados, en las lacras del tráfico de menores y la prostitución, en los matrimonios infantiles y en los menores obligados a mendigar.

Menores obligados a trabajar muchas horas, con poco descanso y sin posibilidad de ir a la escuela. Todos reciben malos tratos y muchos son traficados y sometidos a abusos sexuales. No conocen sus derechos y, junto a sus familias, a través del engaño acabaron en condiciones de esclavitud y sin infancia.

El padre de Mariatzu la vendió por 15 euros en Togo para zanjar una deuda. Estuvo tres años encerrada en una casa como empleada doméstica y sin días de descanso hasta que pudo escapar y los misioneros salesianos la encontraron escondida en un mercado. Victoria se quedó huérfana durante el ébola en Sierra Leona y recurrió a la prostitución para poder vivir. Un hombre la explotaba sexualmente y tenía que pagarle el alquiler y una parte de lo que conseguía. Los Salesianos la rescataron de la calle y aprendió el oficio de peluquería. A Manuel lo reclutaron de niño para combatir con la guerrilla en Colombia y allí vio como mataban a su hermano por no obedecer a los mandos. Pudo escapar y rehacer su vida gracias a los programas salesianos de reinserción.

En el Día Mundial contra la Esclavitud Infantil que se conmemora hoy, los misioneros salesianos queremos seguir dando visibilidad a estos niños y niñas a los que intentamos ayudar en África, en Asia y en América. El objetivo es claro: que exista el compromiso político y social para acabar con el trabajo infantil, la esclavitud del siglo XXI.

Las consecuencias para los más de 160 millones de menores en el mundo que trabajan son muchas, pero la principal es la pérdida de la infancia y las dificultades para desarrollarse. Viven alejados de sus familias, no reciben educación ni tienen acceso a la salud. No tienen tiempo para jugar y apenas descansan.

Los misioneros salesianos trabajamos junto a las administraciones para sensibilizar a las familias y a los patronos con los derechos de los menores. A través de centros de acogida para que los niños y niñas se sientan seguros, creamos un ambiente propicio de vida mientras buscamos a sus familias para su reintegración. En 70 países los Salesianos tenemos programas para combatir la explotación infantil y que los niños y niñas tengan otro futuro y sean protagonistas de sus vidas.

La herramienta más importante para romper las cadenas de la esclavitud infantil es la educación. Que los menores conozcan sus derechos y tenga una oportunidad de formarse y aprender les permitirá cambiar su futuro sin perder su infancia.

Por Misiones Salesianas

El 16 de abril se celebra el Día Mundial contra la Esclavitud Infantil. Fue establecido en 1997 por iniciativa del Movimiento Cultural Cristiano ​como respuesta al asesinato el 16 de abril de1995 de Iqbal Masih, un niño paquistaní de 12 años que se rebeló contra las condiciones de explotación en las que se encontraba.​ El Movimiento Cultural Cristiano​ fue el promotor de la idea siendo posteriormente apoyado por diversas organizaciones como Amnistía Internacional y la​ Unesco,​ a las que se han ido añadiendo nuevas organizaciones comprometidas con los derechos humanos y la protección infantil. La elección del 16 de abril pretende honrar la memoria de Iqbal Masih​ y también señalar la urgencia de luchar contra la esclavitud infantil de millones de niños y niñas de todo el mundo sometidos a diversas formas de explotación.


Iqbal Masih nació en 1983 en Muridke, Pakistán, en el seno de una familia muy pobre. A los cuatro años ya trabajaba en un horno, a los cinco fue vendido a un comerciante de alfombras. Se le obligaba a trabajar entre 10 y 12 horas al día, sufriendo también desnutrición. Cuando solo tenía nueve años, se escapó de la fábrica y participó con otros niños en una manifestación del  Bonded Labour Liberation Front (BLLF), Frente de Liberación del Trabajo Forzado. Al volver a la fábrica de alfombras, se negó a seguir trabajando a pesar de las palizas. Las amenazas obligaron a la familia a abandonar el pueblo e Iqbal volvió a estudiar, hospedado en un albergue del BLLF.

En 1993 comenzó a viajar y a asistir a conferencias internacionales, sensibilizando sobre los derechos negados a los niños trabajadores paquistaníes y contribuyendo al debate sobre la esclavitud global y los derechos internacionales de los niños. En diciembre de 1994, a la edad de once años, recibió el Premio Reebok de Derechos Humanos en la Universidad de Boston. Mientras tanto, se cerraron varias fábricas de alfombras en Pakistán: gracias a Iqbal se vislumbró un futuro diferente para muchos niños. El 16 de abril de 1995 Iqbal fue asesinado en Pakistán, pero su ejemplo y su lucha nunca sucumbieron, y hoy continúan a través de asociaciones y campañas de sensibilización.

El Papa Francisco ha clamado en numerosas ocasiones contra la esclavitud infantil. “Mucha gente, en lugar de dejarlos jugar, los hace esclavos: esto es una plaga. Una infancia serena permite a los niños mirar con confianza hacia la vida y el mañana. Ay de los que sofocan en ellos el impulso alegre de la esperanza”, dijo en la Audiencia General del 12 de junio de 2013. Un año después, en la Audiencia General del miércoles 11 de junio de 2014, en la catequesis dedicada al temor de Dios, afirmó: “¿Piensan que esta gente que trafica personas, que explota a las personas con el trabajo esclavo tiene en el corazón el amor de Dios? No, no tienen temor de Dios y no son felices. Que el temor de Dios les haga comprender que un día todo acaba y que deberán rendir cuentas a Dios”. Más adelante, dirigiéndose al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede con motivo de las felicitaciones de Año Nuevo en enero de 2018, vinculaba la explotación infantil con modelos económicos equivocados, llamando a los gobiernos a encontrar juntos las estrategias políticas adecuadas: “No podemos pretender que se plantee un futuro mejor, ni esperar que se construyan sociedades más inclusivas, si seguimos manteniendo modelos económicos orientados a la mera ganancia y a la explotación de los más débiles, como son los niños”. Es un gravísimo escándalo que en nuestro mundo, en pleno siglo XXI, con tantos logros científicos y tecnológicos, y con no pocos avances globales en materia de derechos humanos, siga habiendo tantos niños en condiciones inhumanas: explotados, maltratados, esclavizados.

+ José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

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