Amor al prójimo, sea éste quien fuere

La respuesta del maestro de la ley a Jesús parece a simple vista sencilla. En el prólogo a la Exposición del Cantar de los Cantares el lírico Fray Luis abunda con fina pluma en las excelencias del amor de Dios cuando afirma: «Ninguna cosa es más propia a Dios que el amor, ni al amor hay cosa más natural que volver al que ama en las condiciones e ingenio del que es amado».


Cierto es, no obstante, que amar a Dios de tal manera y a nuestro prójimo como a nosotros mismos no deja de resultar más que difícil. Por de pronto requiere un compromiso de práctica «full time». Supone ofrecer a la vez mente y corazón para servir a la voluntad de Dios. San Efrén afirmó con ejemplar acierto que toda la enseñanza de Jesús se sostiene sobre las alas de estos dos mandamientos: amar a Dios y amar al prójimo.

Nadie en la historia de la humanidad ha cumplido como Cristo este doble mandamiento, del que penden la Ley y los profetas. Podemos pedir la gracia de seguir Su ejemplo, cuando se ofreció de lleno al Padre y dijo: «No se haga Mi voluntad, sino la Tuya» (Lc 22,42). Y por si no fuera bastante, extendió el divino amor incluso a Sus enemigos. Ni está a nuestro alcance elegir prójimo, ni al de éste elegirnos a nosotros: es el naipe con que jugar sobre la mesa planetaria la partida de la convivencia. Amar al prójimo significa asumir sus necesidades, comprender sus imperfecciones, alentar sus esperanzas y fomentar sus compromisos.


Notoria cosa es que la misma actitud se ha de tener en el camino de la unidad de los cristianos. Amar al prójimo «como a ti mismo» nos recuerda la necesidad de aceptarnos como somos, conscientes de la mirada compasiva de Dios.

Cada uno puede pedir la gracia de amar y aceptar a su propia Iglesia o comunidad, con sus defectos, confiando todas las cosas al Padre, que nos renueva a través del Espíritu Santo. Si así no fuera, el ecumenismo se quedaría en nada.

El pueblo Mossi es el grupo étnico más grande de Burkina Faso. Los cristianos están allí -¿y dónde no?- llamados a comportarse como Cristo, mostrando misericordia y compasión a los necesitados, sin mirar su identidad religiosa, étnica o social. Lo que nos impulsa a ser ayuda del otro no es, a la postre, cuanto con él tengamos o no en común, sino el amor al «prójimo», sea éste quien fuere y esté donde esté.

Los cristianos sólo nos podemos convertir en prójimos al estilo del buen samaritano del Evangelio aprendiendo a amarnos unos a otros pese a nuestras diferencias. Jesús oró para que todos Sus discípulos fueran / sean uno (cf. Jn 17,21). De modo que los cristianos no han de perder la esperanza o dejar de orar y trabajar por la unidad. Están unidos por su amor a Dios en Cristo y por la experiencia de conocer el amor de Dios hacia ellos. Reconocen esta experiencia de fe el uno en el otro cuando oran, adoran y sirven juntos a Dios.

Durante el Octavario pedimos al Señor que nos ayude, nos cure las heridas y nos permita recorrer el camino ecuménico con absoluta confianza. El contexto específico de Burkina Faso refleja la necesidad de poner en valor el amor, que es como decir en el centro mismo de la búsqueda de paz y reconciliación. Búsqueda, por otra parte, que se ha visto a veces mermada por la pérdida de valores y de un sentido compartido de humanidad y por una disminución de la preocupación por el bien común, la honradez, la integridad y el patriotismo.

Frente a lo cual, el imperativo de testimoniar el amor de Dios es aún más apremiante, sin duda. Las comunidades cristianas en Burkina Faso tratan de vivir la llamada al amor a través de la hospitalidad mutua. Visitan además las Iglesias de los demás y comparten la oración. Llevan a Cristo a sus hermanos cuando curan las heridas de quienes caen en las garras de la pobreza. A pesar de sus esfuerzos por hacerse prójimos de todos los que confiesan al Dios Uno y Trino, las Iglesias de Burkina Faso siguen intentando amarse según el mandato de Cristo. A veces se relacionan entre sí como samaritanos y judíos, divididos cultural y teológicamente y en clima de enemistad y hostilidad. La continua desunión los desfigura y reconocen la necesidad de una conversión ecuménica.

Así como el samaritano llevó al hombre herido a la posada, así Cristo confía a los heridos y necesitados del mundo a nuestras Iglesias, para cuidar sus heridas y ayudarlos a recuperar la salud. Esta misión al servicio del mundo es también camino hacia la santa causa de la unidad. El 7 de diciembre de 2023 se cumplió el 58.º aniversario de la supresión de las excomuniones de 1054 entre Roma y Constantinopla: Pablo VI y Atenágoras I demostraron así que el abrazo en Jerusalén no había sido inútil.

Oración: Danos, Señor, la gracia de conocerte más a fondo para amarte con todo nuestro ser. Concédenos un corazón puro con el que amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Que el don de Tu Espíritu Santo nos permita verte en nuestros hermanos, a fin de que podamos amarnos con el incondicional amor con que Tú nos amas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Por Pedro Langa Aguilar, OSA. Publicado en Equipo Ecuménico de Sabiñánigo

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