Sabemos dónde está y con Quién está

«A nosotros no nos gusta decir que hemos perdido a un ser querido, porque en realidad no lo hemos perdido: sabemos dónde está y sabemos con Quién está», dice Manuel Yagüe. Hace apenas año y


medio, su hijo Javier falleció con tan solo 15 años en una mesa de operaciones durante una intervención de corazón. Tras el shock inicial empezó a buscar junto a Marta, su mujer, la ayuda necesaria para elaborar el duelo.

Después de probar varias iniciativas dieron con los grupos Resurrección de ayuda mutua en el duelo, de cuya fundación en Argentina se acaban de cumplir 30 años. «Abrir el corazón a otros y a Dios es un gran alivio para nuestro dolor, porque el objetivo del duelo no es eliminar el sufrimiento, sino transformarlo», dice Yagüe. Todo ello contrasta con su experiencia de que «la muerte es un tabú que la gente no se atreve a tocar ni siquiera en la familia, como si esa persona nunca hubiese existido», afirma.

Junto a otras personas que también han visto fallecer a algún familiar, participaron en un programa de 30 sesiones «en las que se respeta el dolor del otro y no se juzga si es un sufrimiento mayor o menor». En ellas se abordan desde cuestiones prácticas como la de cómo vivir las fechas señaladas o qué hacer con las cosas del difunto, a otras de tipo más espiritual o religioso como el modo de relacionarte con esa persona a partir de su muerte.

Al final, Yagüe es testigo de aquello que dice Jesús en el Evangelio: «Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos». «Con el tiempo aprendes un modo nuevo de comunicarte con ese ser querido», explica. «Está junto a ti y solo tienes que descubrirlo. Y no se trata solo de que lo sepas, sino de que lo sientas y lo vivas».

El padre de Javier, que dentro de su proceso de sanación se está planteando ahora acompañar junto a su mujer otro grupo de duelo, afirma que «tras un tsunami así tienes que reasentar las bases de quién eres, porque Dios no quiere que vivamos apesadumbrados o con una falsa resignación cristiana. Dios nos quiere felices aunque se nos haya muerto un hijo».

Los grupos Resurrección, como aquel en el que participaron Manuel y Marta, nacieron en Argentina de la mano del religioso camilo español Mateo Bautista García, un experto internacional en materia de duelo. Hoy se encuentran en once países y se estima que han pasado por ellos más de 25.000 dolientes. En España habrá este curso 15 grupos que llevarán a cabo sus reuniones en parroquias de siete diócesis distintas.

Sus coordinadores a nivel nacional son Jorge Megías y su esposa Puri Roca, cuya hija Irene murió de meningitis a los 17 años. «Su muerte nos llevó a Dios», afirman a Alfa y Omega, hasta el punto de que se casaron por la Iglesia apenas diez meses después. Conocieron los grupos Resurrección en Latinoamérica y los introdujeron en España hace cuatro años. «Nosotros no creamos dependencia del grupo», afirman. «Después de las 30 sesiones el grupo se cierra, porque los dolientes tienen ya recursos interiores para enfrentarse de nuevo a la vida».

Los grupos están abiertos a creyentes y no creyentes, «pero con Dios las cosas son distintas», atestiguan. «Con Él, tu ser querido entra en la ecuación, sabes que está en buenas manos, en la Vida y el Amor con mayúsculas». Además, «puedes seguir teniendo una relación espiritual con esa persona, seguir amándola y que te siga amando. Nadie se pierde, Dios nos guarda».

Por Juan Luis Vázquez Díaz- Mayordomo. Publicado en Alfa y Omega 

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