Imágenes de Dios
Por eso, dedicar una celebración a recordarles «es como recuperarles, porque no son cifras, sino
nombres, personas únicas e irrepetibles, imágenes de Dios como cada uno de nosotros». De este modo, «Dios nos enseña a recordarles, para no acostumbrarnos a sus muertes, para aprender a llorar», dijo la responsable de Sant’Egidio.
Se trata así no solo de un recuerdo de lo que pasa en nuestras costas «sino también de una mirada al futuro para asumir nuestra responsabilidad en construir un mundo en el que nadie más vuelva a morir así», concluyó Espigares.
Durante el acto se recordaron nombres propios como los de los jóvenes Osama, Mohamed o Fati, fallecidos frente a las costas de Grecia, o el de la pequeña Lilia, de tan solo 6 meses de edad, aparecida ahogada en la playa de Roda de Bará, en Tarragona; o los de Elian, Yaguiné o Fodé, algunos de los otros 194 niños y niñas que han perdido la vida este último año tratando de alcanzar nuestro país.
«La migración es un elemento de nuestro tiempo, es parte de nuestra sociedad, de nuestros barrios, y queremos verla como Dios la mira», dijo el arzobispo de Madrid, José Cobo, durante su homilía en la iglesia de Nuestra Señora de las Maravillas, quien puso el acento en «las dificultades del viaje, la injusticia de las mafias y la indiferencia de nuestra Europa» que sufren los inmigrantes.
«Dios quiere que todos disfruten, vivan y trabajen en Su viña, pero todavía hay demasiados que ni siquiera llegan ahí. No podemos quedar de brazos cruzados», dijo Cobo, quien el día anterior presidió una vigilia delante del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche.
Por eso, recordar sus nombres como hizo ayer la Comunidad de Sant’Egidio en Madrid «es una lógica que no es habitual, porque en este mundo la bondad es signo de debilidad, y la violencia y los muertos ya ni nos duelen», lamentó.
Sin embargo, «Dios no mira así», aseguró el arzobispo de Madrid. «Dios nos propone quiénes son los primeros y quiénes son los últimos, con una lógica distinta a la nuestra», dijo aludiendo a «tantos ahogados que no tienen voz y tantas personas que se han quedado a mitad del camino».
De este modo, «si el centro es el ser humano, todo cambia, porque quien tiene hambre y sed y busca una tierra para sus hijos, o quien quiere simplemente sobrevivir, ese es acogido por Dios, que es Padre y es amor», abundó.
«Dios es para todos —concluyó el arzobispo de Madrid—, se nazca donde se haya nacido y en el país que sea. Gracias a los que tenéis memoria y recordáis a quienes seguís dando voz a los ahogados y a los muertos cuando esta sociedad ya no lo hace».
Por Juan Luis Vázquez Díaz- Mayordomo. Publicado en Alfa y Omega
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