Es mentira que todo dependa de nosotros

Habíamos planeado su viaje a Valencia durante semanas. El motivo oficial era que mi amiga, que vive en Burgos, necesitaba una persona con un perfil vital muy concreto (en el que yo, casualmente, encajaba) a la que poder usar como conejillo de Indias para realizar un caso práctico de un trabajo universitario. De manera extra oficial, nos ilusionamos como niñas pequeñas organizando esta escapada que nos permitiría pasar tiempo juntas.

El primer día todo marchó sobre ruedas, entre  risas y actualizaciones vitales. Nada nos hacía sospechar que al día siguiente todo daría un giro de 180º.

Los bultos que mi amiga se había notado en el pecho unos días antes comenzaron a darle pinchazos. Como estaba convencida de que serían unos quistes de grasa sin más, no puso ningún impedimento cuando, aún desde Burgos, había llamado para coger cita con el médico y le habían dado para al cabo de unas semanas. Sin embargo, los pinchazos no le dieron buena espina y, casi con vergüenza, pensando que quizás estaba siendo una exagerada, decidió ir a Urgencias en Valencia.


Las caras de los médicos no parecían reflejar que estuviera siendo una exagerada. Y el informe, desde luego, lo descartaba rotundamente. De la noche a la mañana, lo que prometía ser un viaje apasionante, acabó siendo un viaje surrealista en el que ninguna de las dos nos acabábamos de creer lo que estaba pasando.

Cuando hoy alguien dice que no confía en sí mismo saltan todas las alarmas. ¿Habrá que llevarle al psicólogo? ¿Le hará falta un coach? Nos asusta cuando alguien reconoce que no lo tiene todo bajo control. Se nos enseña que hay que fiarnos de nosotros mismos, imponer nuestra voluntad. Lo otro es ser débil. Y el Cáncer, mientras tanto, se ríe de nosotros desde el salón de su casa, donde ha quedado con sus amigos Accidente de Tráfico, Desastre Natural, Enfermedades Varias y Desgracia Económica.

Es mentira que todo dependa de nosotros. Ante esta realidad cabe plantearse dos opciones: o somos fruto del libre albedrío y nada tiene ningún sentido, o hay Alguien que nos ama y nos ha creado pensando una historia para nosotros que está bien hecha y tiene sentido.

Egoístamente, todos preferiríamos escoger la opción B a la A. Pero cuando llegan las dificultades serias, las dudas se vuelven también muy serias y no se puede improvisar ni fingir una fe que no se tiene. Por eso, antes de que lleguen las dificultades serias, conviene preguntarse en qué tiene cada uno puesta su confianza.

¿Me fío de mí, del libre albedrío o de un Dios que me ama?

 

Por Isabel Ferrando. Publicado en Pastoral SJ

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