Dios me conquistó

Santidad, desde el abismo más profundo del Mediterráneo, en tiempos de la dictadura comunista, cuando era un muchacho, Arjan Dodaj, obispo de Tiranë-Durrës, experimenté en mi propia piel la llegada de la esperanza. Nací en 1977 en Albania. Diez años antes de mi nacimiento, mi país se había declarado constitucionalmente ateo y las Iglesias habían sido destruidas, sí, Dios había sido borrado en todos Sus signos visibles. Por esta razón, crecí sin ninguna referencia religiosa. Sólo vi a mi abuela rezar el rosario delante de un granero, donde descubrí por primera vez que había una iglesia. Mi abuelo también rezaba siempre en secreto. Mi infancia se caracterizó por mucha pobreza, miseria e ideología.

Junto a ello, para nuestras familias existía el miedo a ser detenidos y llevados a campos de


concentración
o a cárceles del régimen. Mi tío, hermano de mi madre, fue detenido. Toda Albania era como un campo de concentración al aire libre. Tras la caída del comunismo, yo, que entonces tenía 16 años, como muchos hoy, crucé el mar y emigré a Italia, donde viví durante años.  En mi experiencia de "emigrante", Dios me conquistó con Su generosidad, a través de encuentros providenciales, y me hizo redescubrir la fe mediante el Bautismo. Y a través de un camino de fe vivido con los chicos de la Inmaculada, descubrí mi vocación al sacerdocio. Agradezco al Señor y a la Virgen Su presencia y apoyo en todas las circunstancias de mi vida, que siempre, e incluso ahora como obispo, siguen otorgando, ¡María es siempre Stella Maris!

También hoy en el Mediterráneo hay tantas personas que viven en situaciones difíciles. Hay también tantas distancias: las que afrontan nuestros hermanos y hermanas emigrantes, las que marcan social y económicamente la vida de nuestros pueblos. Los emigrantes llevan consigo no solo tantas pruebas, sufrimientos y violencias que han padecido, sino sobre todo la gran esperanza que llevan en el corazón, ¡la que les da el valor para afrontar tantos sacrificios y barreras! También hay distancias positivas relacionadas con la riqueza de la diversidad cultural y espiritual de nuestros pueblos. Durante estos días en Marsella, como Iglesias y creyentes del Mediterráneo, lo hemos experimentado. Aquí, hemos experimentado que la diversidad, como riqueza, produce riqueza, acorta las distancias negativas y alimenta la fraternidad. De estos días, conservo la certeza de que una mirada positiva, alegre y esperanzada sobre la realidad nos convierte en testigos creíbles del estilo de Dios: cercanía fraterna, compasión humana y ternura profética.

La experiencia de los encuentros mediterráneos es profética, porque permitir un encuentro entre obispos y jóvenes suscita esperanza: "los ancianos tendrán sueños y los jóvenes visiones" (Joel 3, 1b). La frescura de las intuiciones de los jóvenes permitió a los obispos expresar sus sueños, y las palabras de los obispos concretaron las visiones de los jóvenes. En este sentido, pensamos que sería oportuno continuar los encuentros mediterráneos, abriéndonos cada vez más a la alteridad y a la diversidad, persiguiendo esa perspectiva sinodal que Usted, Santo Padre, nos ha indicado como el estilo eclesial de nuestro tiempo.

Por Arjan Dodaj, obispo de Tirana- Durrës ( Albania). Intervención en el encuentro mediterráneo de Marsella

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