Exponernos a la vida sin miedo

Una y otra vez ibas por ahí intentando que entendieran, los primeros Tus discípulos, que habían de ahuyentar el miedo de sus vidas. ¿Cuántas veces aparece la palabra miedo en los evangelios? Te preocupaba y te debe seguir preocupando.

Que nadie, por muy importante que parezca o mucho poder que tenga, nos inyecte el miedo en vena. Miremos de frente sin dejarnos intimidar, “porque nada hay encubierto que no llegue a descubriese, ni nada hay escondido que no llegue a saberse”. Pero hemos de tener claro a Quién escuchamos y de Quién nos fiamos.

“Lo que os digo en la oscuridad...” Esa oscuridad de la que nos hablas no es vacío denso y tenebroso de perdida de sentido, de límites comprimidos y asfixiantes. La oscuridad a la que te refieres es estancia sosegada, espacio para la escucha atenta. ¿Cómo si no vas a enviarnos a proclamar el mensaje “a la luz del día”? Y cuando el oído escuche el susurro de Tu palabra, un grito será “propagado desde la azotea” sin que nadie pueda enmudecerlo.

Adviertes del peligro, temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la ‘gehenna’, así se dice ahora, antes nos decían ‘infierno’, ese sórdido lugar de castigo eterno. Se diga como se diga, lo que está claro es que empieza aquí y ahora. Sólo hay que abrir los ojos y ver los efectos del Mal en el mundo.

¡Menos mal que seguiste hablando y seguramente con mirada compasiva y sonriente a los que te


escuchaban!: “¿No se venden un par de gorriones por un céntimo?  Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados”. Nos dices que nuestro Padre está profundamente atento, pendiente de nuestra vida, con los errores, los desvíos, las incongruencias, la estupidez, los arrepentimientos, las alegrías, los abrazos, los buenos propósitos y las ilusiones.

Como broche de oro, a la tercera: No tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones”. ¿Será por eso que nos envías a dar testimonio de Ti de forma tan seria?

Decía Sergio Delmar, misionero del Espíritu Santo: “A lo mejor lo que realmente necesitamos en esta vida es exponernos a la vida sin miedo (…) “que tengáis el valor, la disposición y la transparencia de Espíritu para que os pongáis al sol y a la vida, sin paranoias y sin miedo”. Amén.

 

Por Mari Paz López Santos. Publicado en Fe Adulta

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