¡El Espíritu Santo sea vuestro gozo!

Jesús promete a sus discípulos: “recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra” (Hch 1,8). Esta fuerza se despliega en un abanico de posibilidades:

- El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y crea unidad, comunión. Invita a la participación y a la misión.

- El Espíritu Santo ha inspirado la Sagrada Escritura, vela por la continuidad de la Tradición y asiste al Magisterio de la Iglesia.

- Él nos permite creer en el Evangelio, vivirlo, celebrarlo y orar por su transmisión.

- Él hace que la Buena Noticia llegue al corazón y al espíritu de quienes son evangelizados, y también de quienes no han oído hablar de Jesucristo, o se han olvidado de Él, o le han dado la espalda.

- Él nos constituye testigos de Jesucristo Resucitado.

- Él nos permite avanzar, con seguridad, sin miedo a los tropiezos.




- Él acompaña a la Iglesia que se entrega, aunque sean limitados sus recursos.

- Él nos ayuda a discernir bien y a volver a discernir continuamente lo esencial.

- Él nos alienta a permanecer siempre en actitud de búsqueda y de formación continua.

- Él nos da a conocer la vida y los problemas de la humanidad de hoy.

- Él nos inspira para que las personas más necesitadas tengan un lugar privilegiado en nuestra vida, en nuestra misión y en nuestra oración.

- Él nos capacita para reconocer y defender la dignidad y los derechos de todos los seres humanos, desde el momento de su concepción hasta su ocaso natural.

- Él nos fortalece para construir signos de fraternidad, de paz y de justicia. El reino de Dios es “justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Rom 14,17).

- Él hace posible que no se extinga la esperanza. Frente al cansancio, el desaliento y la desconfianza, abre un resquicio permanente de luz: “la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5,5).

- El Espíritu Santo habita en nosotros y nos permite vivir “según el Espíritu” y desear “las cosas del Espíritu” (Rom 8,5).

- “Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios” (Rom 5,14).

- “El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rom 5,26).

- A través del Espíritu Santo, Jesucristo derrama la fuerza de Su acción redentora en los sacramentos.

¡Que el Espíritu Santo sea vuestro gozo!


+ Julián Ruiz Martorell

Obispo de Huesca y Jaca

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