Las vocaciones, historias de amor entre Dios y cada bautizado

Con ocasión de la festividad de san José, en la que felicitamos a todos los padres y les ponemos bajo su protección, celebramos el Día del Seminario. Este año la solemnidad litúrgica se traslada al lunes 20 de marzo, pues el 19 es el IV Domingo de Cuaresma, «domingo Laetare», de la alegría, en el que igualmente podemos recordar el Día del Seminario. Con el eco del «domingo Laetare», os invito a reflexionar sobre la alegría de la llamada a ser ministro ordenado presbítero.

Una vocación, cuando se recibe y se responde dadivosamente, produce alegría. Las vocaciones en la


Iglesia, historias de amor entre Dios y cada bautizado
, reciben la fortaleza y el don del gozo en el Señor que nos concede el Espíritu Santo. Todas ellas son caminos para entregarnos de manera generosa, colmada, rebosante, propia de la vocación a la santidad. El Día del Seminario en nuestra Diócesis tiene que poner de relieve la alegría de la respuesta a la llamada presbiteral. Esta vocación, como las demás, es responsabilidad de todos los diocesanos. Por tanto, debemos ocuparnos todos de las vocaciones al presbiterado, al mismo tiempo que nos alegramos por los candidatos que hay y que esperamos. Con la confianza puesta en el Señor, creemos que no han de faltar quienes, mediando el conveniente discernimiento, sigan poniéndose en pie desde donde se encuentren, movidos por el amor y la alegría vocacionales, y emprendan este camino hacia la plenitud buscando siempre la voluntad de Dios.

Nos alegramos por el don del sacerdocio ministerial que necesitamos como pueblo en camino. Nos alegramos por quienes han recibido la ordenación presbiteral y por quienes se preparan para recibirla dando lo mejor de sí mismos. Nuestra oración por las vocaciones de presbíteros está llamada a ser constante, alegre, esperanzada, gozosa; libre de lamentos y dudas, de tristezas y quejas. Ha de ser una oración llena de fe en el Dueño de la Mies que siempre cuida de Su Pueblo escogiendo hombres según Su corazón.

Es preciso que la alegría vocacional impregne nuestro pensamiento sobre la vocación al sacerdocio ministerial, como también hacia las demás vocaciones. Ha de provocar un inmenso regocijo la noticia de un «hágase según Tu Palabra» ante la llamada del Señor al sacerdocio ministerial. Ha de ser un júbilo único conocer a quien responda «sí» con humildad y amor, apoyarle en su camino vocacional, sostenerle e impulsarle a darse en una vida que le hará feliz y hará felices a otros, especialmente a los más necesitados. Ha de ser una alegría mayor aún, si cabe, si quien recibe esta vocación es de mi propia familia, amigo, persona muy querida. Un contento que exprese cómo y cuánto amamos esta vocación de inestimable valor dentro de la Iglesia. Un gozo que sea coherente con el de la propia vocación, que tiene que llenar de alegría a cada discípulo misionero de Jesús, todos en el mismo camino como miembros del pueblo de Dios.

Que celebremos gozosamente el Día del Seminario. Dando un paso más en el seguimiento vocacional de Jesús, tres de nuestros seminaristas serán instituidos lectores; y otros dos, acólitos. Demos gracias a Dios por nuestros presbíteros y seminaristas, y alegrémonos de recibir nuevos obreros en la mies de nuestra querida Iglesia particular de León. Caminando juntos queremos fortalecerla entre todos con el acierto, la dicha y la esperanza que imploramos de Dios por la intercesión de la Virgen María, Nuestra Señora del Camino, su esposo san José y el obispo y pastor san Froilán. Con mi afecto y bendición.


+ Luis Ángel de las Heras

Obispo de León

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