Construir nuestro futuro sobre la verdad

Hoy, en este sencillo acto, reconocemos que entre nosotros ha habido abusadores. Reconocemos que ellos también forman parte de nuestra historia, de lo que hemos sido, de lo que hemos hecho.

No definen todo lo que hemos hecho. Más bien reflejan lo contrario de lo que hemos querido ser y de lo que hemos querido hacer. Y en medio de la bondad de tantas personas, algunos han abusado de su posición realizando actos de pura maldad.

Han sido de los nuestros y así lo reconocemos, porque Cristo nos dice que solo la verdad nos hará


libres
, que solo pueden seguirle quienes, a pesar de sus debilidades y sus contradicciones, no renuncian a abrazar toda la verdad. 

Este momento oracional no quiere cerrar nada. Esta petición de perdón es necesaria, pero no es suficiente. Es necesaria porque algunas víctimas lo habéis solicitado, pero hoy no cerramos ningún libro. Queremos que siga haciéndose la luz y así, con las víctimas en el centro de todo, teniéndolas como compañeros de camino, seguiremos aprendiendo más de ellas cada día para poder construir nuestro futuro sobre la verdad.

Prosiguen los trabajos. Nos empeñamos en buscar la verdad y por eso quiero subrayar tres cosas que queremos seguir haciendo:

Primera. Siguen abiertos los canales de comunicación para que, quienes por un motivo o por otro, no halláis querido, hasta ahora, contar lo sucedido, podáis hacerlo con la certeza de que vais a ser escuchadas y escuchados, de que vamos a tratar cada caso con respeto escrupuloso y vamos a oír con el corazón, no solo con los oídos, lo que habéis vivido, lo que habéis padecido.

Segunda. Por eso seguimos en comunicación con las víctimas, las que ya han hablado con nosotros. Seguimos escuchando lo que tenéis que decirnos y seguimos aprendiendo de lo que podáis decirnos. Yo, en el contacto que he tenido personal con los que han querido hablar conmigo he descubierto, en conversaciones directas, muchas cosas. Y ahora estoy convencido de que nada puede sustituir a la experiencia: poder encontrarme personalmente con ellas y escuchar lo que tienen que decir.

Por eso agradezco a quienes, a veces con dudas perfectamente comprensibles, habéis dado el paso de acercaros y contarnos, a la Comisión de Abusos o a mí mismo, lo que habéis vivido, vuestra tragedia, vuestro enfado, vuestro sufrimiento.

Doy gracias a Dios por todos y cada uno de estos encuentros tan importantes para nosotros, para nuestra Iglesia, para todos los que queremos seguir aprendiendo. 

Tercera. Por eso queremos colaborar también en una tarea pendiente que ya no es solo nuestra. Necesitamos hacer lo necesario para sacar a la luz y para confrontar los abusos que siguen ocultos en diversos entornos sociales. En las familias, en clubs deportivos o de otro tipo, en muchas instituciones, el abuso lucrativo que genera negocio de pornografía infantil, los numerosos abusos que se producen en el gran negocio de la trata de personas,... Hay mucho que hacer. 

Esa ciertamente sí es tarea nuestra, pero es también tarea de muchas otras personas, grupos, es tarea en definitiva de toda la sociedad.

Pronto, en el Domingo Pascual, contemplaremos el cuerpo de Cristo resucitado. Es un cuerpo transfigurado, iluminado por una luz especial, pero al mismo tiempo es un cuerpo que conserva todas las heridas de la vida, todos los sufrimientos de la opresión. Un cuerpo marcado por todo lo que se ha vivido, bueno y malo, que se refleja en ese Cuerpo de Cristo. 

Lo miraremos, lo contemplaremos en Su gran belleza, sabiendo que parte de Su atractivo es la presencia de esas marcas que Dios no quiere maquillar, porque reflejan la violencia de este mundo y Su entrega sanadora por nosotros. Violencia que también ha existido en el seno de nuestra Iglesia.

El dolor de las víctimas, sus daños psicológicos pueden comenzar a sanar si conocemos los responsables de su dolor, si somos capaces de ofrecer espacios seguros donde se sientan escuchados y tranquilos, para acompañarlas, para defenderlas si fuera necesario. 

Solo asumiendo toda nuestra historia, la buena y la mala, podremos ser testigos de esa verdad plena. Solo así seremos capaces, cuando las víctimas nos lo permitáis, de decir que hemos aprendido lo que necesitábamos aprender y que nunca más será posible que ningún abuso detestable pueda suceder de nuevo en el seno de la comunidad cristiana ni en ninguna de sus obras y ninguno de sus proyectos.

Que Dios nos ayude a conseguirlo. 

Palabras del obispo de Bilbao en el acto de oración por las víctimas de abusos

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