Sobre cajas de muerte, señales de Resurrección

En 2014, cuando las tropas rusas invadieron el este de Ucrania, el artista Oleksandr Klymenko viajó hasta la línea del frente para apoyar a los batallones. Cuando estuvo allí, se dio cuenta de las miles de cajas de madera que estaban siendo utilizadas para transportar munición. Qué se hacía con ellas, preguntó a los soldados. "Principalmente las utilizamos para hacer fuego", contestaron. "A veces, como muebles".

Klymenko tuvo una idea diferente: utilizarlas como lienzos artísticos. Tras regresar a su estudio aquel


día con una caja vacía, escribió un icono de la Madre de Dios. (En la tradición ortodoxa, los iconos se consideran "Escritura en formato visual". Por ello, se dice que son "escritos", no "pintados"). Incluso aunque era el creador, Klymenko se quedó impresionado por el resultado. "Parecía tan auténtico", me dijo en una entrevista telefónica esta semana, traducido por Yelena Duda y Tatyana Borodina. "Sentí como si procediese de un museo de Atenas".

Quince años antes, Klymenko estaba terminando sus estudios en la Academia de las Artes de Ucrania cuando, como él dice, "me enamoré de una hermosa chica". Sofía Atlantova, que llegaría a convertirse en su esposa y compañera en el proyecto "Iconos sobre municiones", era parte de una familia de escritores de iconos. "Al ver lo que hacían"- me dice- "me enamoré no solo de mi futura mujer sino también de la escritura de iconos".

Klymenko y Atlantova decidieron que querían utilizar las cajas para contar una historia sobre el horror de la guerra. Eligieron los iconos como sus vehículos no solo por su pasión personal por ellos sino también porque sentían que los iconos eran un lenguaje que los ucranianos comprenderían. Las cajas, para ellos, también representaban una forma de lenguaje: las cajas de municiones generalmente se almacenan bajo tierra, explica Klymenko, donde es menos probable que sean localizadas y destruidas. Son "casi como ataúdes". Una vez desenterradas, son un presagio de muerte. De hecho, Klymenko las compara con los monstruos de una película de terror: "Los zombies salen de la tierra y matan a todos".

Tomar estos objetos que inspiran sentimientos de pavor y pintar un icono en ellos es, para Klymenko, transformarlos, convertirlos, resistir las mismas ideas que inspiran. "Queríamos crear un símbolo que no solo combata sino que derrote a la muerte, que derrote a los zombies".

Para ello, los iconos mismos son amables -el Niño Jesús acaricia tiernamente la mejilla de Su madre; los santos Boris y Gleb, los primeros santos de la región, llevan bellas vestimentas verdes doradas, sin señal de sus martirios-. Incluso un icono de María de luto a la muerte de su hijo muestra una delicadeza y una suavidad que contrasta con el horror de lo que está sufriendo. Cristo mismo en la tumba parece más dormido que muerto, sugiriendo que algo más está por llegar.

Y ese es exactamente el punto que Klymenko y Atlantova están intentando transmitir. "Estos iconos se supone que muestran la resurrección de paz y amor y también a Jesús", explica Klymenko. "Jesús está aquí y está hablando contigo".

Klymenko y Atlantova también están comprometidos a hacer de la resurrección algo más tangible en su país, donando lo obtenido con la venta de los iconos para financiar hospitales móviles, para que soldados y civiles heridos lejos de las ciudades puedan salvarse.

La forma en la que Klymenko habla de su proyecto de alguna forma me recuerda a la forma en la que nosotros, los católicos, hablamos de la transubstanciación. Así como nosotros creemos que el Espíritu de Dios transforma el pan y el vino "comunes" en el cuerpo y la sangre de Cristo, así describe él sus cajas de armamento como radicalmente transformadas por los iconos colocados sobre ellas.


Pero cuando pregunto a Klymenko -cristiano ortodoxo- al respecto, identifica un fallo esencial en mi analogía. Sí, ambos son ejemplos de transformación. "Pero en principio el pan es algo bueno", dice. "El pan es vida. En nuestro caso, estamos tratando con la muerte absoluta. La gente está muriendo aquí. Hay verdadera sangre en nuestros campos."

Hoy, afirma, hay "cientos y cientos de vagones" cargados con cajas de municiones y de armas viajando a lo largo de Ucrania. "No hay palabras para describir lo terrible, lo aterrador que es esto". Y frente a esta realidad, lo que está intentando capturar es la mayor audacia de nuestra fe cristiana. "Esto es más como la alegría pascual, la felicidad pascual", explica. "Jesús está de vuelta. La resurrección tuvo lugar".

Me pregunté si Klymenko también ve sus iconos como una afirmación de resistencia frente a los claros intentos rusos por borrar la cultura ucraniana. Aunque por supuesto espera que su arte hable al pueblo de Ucrania, Klymenko dice que también espera que sus iconos puedan animar a todos aquellos que luchan. "No estoy intentando mostrar solo la postura de Ucrania sino hablar a todos los países", me dice. Su objetivo es mostrar que "esta guerra va a terminar, como han terminado todas las guerras: como siempre, el mal será derrotado por Dios".

"La primavera vencerá al invierno y la luz vencerá a la oscuridad", me dice. "Esta ha de ser una comunidad de amor".

Por Jim McDermott, SJ. Publicado en America Magazine

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