Haz el bien, busca la justicia (II)

Mensaje introductorio de los materiales de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

En el pasaje de las Escrituras elegido para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de 2023, el profeta Isaías nos enseña cómo debemos curar estos males. 

Aprender a actuar con justicia exige una autorreflexión. La Semana de Oración es el momento perfecto para que los cristianos reconozcan que las divisiones entre nuestras Iglesias y confesiones no pueden separarse de las divisiones de la familia humana. Orar juntos por la unidad de los cristianos nos permite reflexionar sobre lo que nos une y comprometernos a afrontar la opresión y la división que se da en la humanidad. 

El profeta Miqueas señala que Dios ha establecido qué es el bien y específica lo que quiere de nosotros:


«respetar el derecho, practicar con amor la misericordia y caminar humildemente con tu Dios» (Miq 6, 8). Actuar con justicia implica el respeto hacia todas las personas. La justicia requiere un trato verdaderamente equitativo para abordar las desventajas históricas basadas en el concepto de «raza», género, religión y condición socioeconómica. Caminar humildemente con Dios obliga al arrepentimiento, a la reparación y, finalmente, a la reconciliación. Dios espera de nosotros la unidad en una responsabilidad compartida en equidad en favor de todos los hijos de Dios. La unidad de los cristianos debe ser signo y anticipo de la reconciliación de toda la creación. Sin embargo, la división entre los cristianos debilita la fuerza del signo, reforzando la división en lugar de sanar las rupturas del mundo, que es la misión de la Iglesia.

Isaías aconseja a Judea que busque la justicia (v. 17), que supone el reconocimiento de la existencia de la injusticia y de la opresión en su sociedad. Él implora al pueblo de Judá que revoque este status quo. Buscar justicia requiere que nos enfrentemos a aquellos que infligen el mal a los demás. No es una tarea fácil y a veces conducirá al conflicto, pero Jesús nos asegura que defender la justicia frente a la opresión conduce al reino de los cielos. «Felices los que sufren persecución por cumplir la voluntad de Dios, porque suyo es el reino de los cielos» (Mt 5, 10). Las Iglesias deben reconocer cómo en muchas partes del mundo se han ajustado a las normas sociales y han guardado silencio o se han prestado a una complicidad activa con la injusticia racial. El prejuicio racial ha sido una de las causas de la división de los cristianos que ha desgarrado el cuerpo de Cristo. Las ideologías tóxicas, como la supremacía de los blancos o la doctrina del descubrimiento, han causado mucho daño, particularmente en América del Norte y en las tierras colonizadas en todo el mundo por las potencias europeas blancas a lo largo de los siglos. Como cristianos debemos estar dispuestos a romper con estos sistemas de opresión y a abogar por la justicia. 

El año en el que el grupo de los redactores de Minnesota estaba preparando los textos para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos estuvo marcado por el mal y la opresión en sus muchas formas en todo el mundo. La pandemia de Covid-19 ha incrementado este sufrimiento en muchas regiones, especialmente en el hemisferio Sur, donde muchos han experimentado la carencia incluso de lo básico para subsistir, o no se ha dado la asistencia elemental. El autor del libro del Eclesiastés parecía estar hablando de la experiencia actual: «Volví a considerar todas las opresiones que se comenten bajo el sol. Ahí está el llanto de los oprimidos, ¡y no encuentran consuelo! La fuerza en manos de sus opresores, ¡y no encuentran consuelo!» (Ecl 4, 1). 

La opresión es perjudicial para toda la raza humana. No puede haber unidad sin justicia. Al orar por la unidad de los cristianos, debemos reconocer la opresión de nuestra generación actual y estar dispuestos al arrepentimiento por nuestros pecados. Podemos hacer nuestro el mandato de Isaías: «lavaos, purificaos» (v. 16) porque «vuestras manos están llenas de sangre» (v. 15).

La Biblia nos dice que no se puede separar nuestra relación con Cristo de nuestra actitud hacia todo el pueblo de Dios, particularmente «del más pequeño de Mis hermanos» (Mt 25, 40). Nuestro compromiso mutuo requiere que nos involucremos en mishpat, la palabra hebrea para referirse a la justicia restaurativa, abogando por aquellos cuyas voces no han sido escuchadas, desmantelando estructuras que crean y favorecen la injusticia, y construyendo otras que promuevan y garanticen que todos reciban un trato justo y se respeten sus derechos. Esta tarea, más allá de nuestros amigos, familiares y congregaciones, debe extenderse a toda la humanidad. Los cristianos están llamados a salir y escuchar los gritos de todos los que sufren, para comprender mejor y responder a sus historias de sufrimiento y sus situaciones traumáticas. El Rvdo. Dr. Martin Luther King Jr. a menudo decía que «un motín es el lenguaje de los no escuchados». Cuando surgen protestas y disturbios civiles, frecuentemente es porque las voces de los manifestantes no han sido escuchadas. Si las Iglesias unen sus voces a las de los oprimidos, su grito por la justicia y la liberación se amplificará. Servimos y amamos a Dios y a nuestro prójimo sirviéndonos y amándonos unos a otros en unidad.

Las viudas y los huérfanos ocupan un lugar especial en la Biblia hebrea, junto a los extranjeros, pues representan a los miembros más vulnerables de la sociedad. En el contexto de la prosperidad económica de la Judea de la época de Isaías, la situación de los huérfanos y las viudas era desesperada, ya que se les privaba de la protección y del derecho a poseer tierras y, por lo tanto, de la capacidad de mantenerse a sí mismos. El profeta llamó a la comunidad, que se regocijaba en su prosperidad, a no descuidar la defensa y la manutención de los más pobres y vulnerables. Esta llamada profética resuena en nuestro tiempo, y nos llama a preguntarnos: ¿quiénes son las personas más vulnerables de nuestra sociedad? 

¿De quiénes son las voces que no se escuchan en nuestras comunidades? ¿Quién no está representado en la mesa? ¿Por qué? ¿Qué Iglesias y comunidades faltan en nuestros diálogos, nuestra acción común y nuestra oración por la unidad de los cristianos? Al orar juntos durante esta Semana de Oración, ¿qué estamos dispuestos a hacer con respecto a estas voces ausentes? 

Isaías desafió al pueblo de Dios en su tiempo a aprender a hacer el bien juntos; para buscar juntos la justicia, para rescatar juntos a los oprimidos, para defender juntos al huérfano y a la viuda. El desafío del profeta se aplica igualmente a nosotros hoy. ¿Cómo podemos vivir nuestra unidad como cristianos afrontando los males e injusticias de nuestro tiempo? ¿Cómo podemos entablar un diálogo, aumentar la sensibilidad, la comprensión y el entendimiento recíproco de la propia experiencia vital? 

Estas oraciones y encuentros del corazón tienen el poder de transformarnos, individual y colectivamente. Estemos abiertos a la presencia de Dios en todos estos encuentros en los que se obrará nuestra transformación, para desmantelar los sistemas de opresión y sanar los pecados del racismo. Juntos, trabajemos en la lucha por la justicia en nuestra sociedad. Todos pertenecemos a Cristo. 

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