Con el arte se llega a Dios

¡Con el arte se llega a Dios! Las esculturas religiosas son necesarias para muchas personas, como también lo son la pintura, la arquitectura, la música, etc. Pero es cierto que la escultura en particular tiene un gran atractivo para el creyente, ya que ésta puede convertirse en un punto de apoyo muy importante en la vivencia de su fe.

Los artistas que nos dedicamos al arte sacro, en mi caso la escultura, tenemos una gran responsabilidad,


ya que nuestra obra tiene que ser un vehículo que acerque a los fieles a Dios. Quizá más que una responsabilidad, es un privilegio que se nos ha concedido. Cada vez que realizo una nueva obra, intento dotarla de unción para que invite a la oración tratando de que su conexión con Dios sea más directa. Reconozco que ser creyente me ayuda a conseguir que la imagen transmita algo de mi fe, así como a valorar más aquello en lo que estoy trabajando. Por ello no puedo dejar de pensar que cada imagen constituye un lazo de unión con Dios.

En el proceso de cada obra, siento cercanía con Dios. Ésta se acrecienta sobre todo cuando las finalizo ya que la imagen deja de ser parte de mí para ser un instrumento del que Dios se vale para llegar a los demás. Además, cuando una escultura religiosa está ya ubicada en su emplazamiento, se une a otras disciplinas artísticas, como son la arquitectura, la pintura, la música, etc. que en conjunto hacen más fácil experimentar esa cercanía con Dios de la que hablo. Todo ello tiene su culmen en la celebración de la eucaristía, en la que los creyentes experimentan tan cerca a Dios.

Al contemplar como la gente venera las esculturas salidas de mis manos, o como celebran su fe ante ellas, siempre me pregunto si mi trabajo es un trabajo normal, una forma de vida o es algo que necesito para llevar a cabo mi vocación. Entonces me doy cuenta de que es Dios el que nos indica a cada uno el camino que tenemos que seguir en esta vida. En mi caso éste es el que yo siempre he soñado y pedido, y por el que doy gracias, porque Dios me lo ha concedido. 

Por Juan Manuel Parra. Publicado en Pastoral SJ

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