Halloween es tradición católica, su oposición es puritanismo protestante

Aunque Halloween ha sido visto como una fiesta tradicionalmente secular desde hace muchos años, tiene profundas raíces en la tradición católica -y en muchas culturas europeas precristianas-. Por este legado mestizo, las familias de muchas tradiciones religiosas -cristianas, judías y musulmanas, entre otras- a menudo afrontan cuestiones sobre si esta fiesta se alinea o no con los principios de su fe. Los católicos, sin embargo, no son monolíticos en sus opiniones al respecto; muchos abrazan el día como una tradición secular inocua, mientras que otros se abstienen de casas encantadas y disfraces escalofriantes. Algunas objeciones a esta celebración son históricas, pero otras se relacionan con disfraces contemporáneos que pueden apartarse de su significado pretendido.

La mayoría de las fuentes trazan las raíces precristianas de Halloween al festival de la cosecha celta


conocido como Samhain, celebrado tradicionalmente en la última noche de octubre hasta entrar en noviembre. Se creía que Samhain era el tiempo en el que los espíritus sobrenaturales podían ser vistos y entrar en contacto con la gente de la tierra. De algunas tradiciones contemporáneas de Halloween, como el truco o trato o las figuras con calabazas, pueden rastrearse sus orígenes hasta los tiempos celtas. Las figuras fantasmales que hoy se hacen con calabazas eran originalmente talladas sobre nabos y patatas en Escocia e Irlanda y se creía que evitaban que los espíritus malignos o traviesos entrasen en las casas. Un cuento tradicional vincula esta figura a un intrigante irlandés que habría engañado al demonio para obtener su propio beneficio económico, por lo que, a su muerte, ni Satán le habría permitido el acceso al infierno ni Dios al cielo, quedando así atado a la tierra. Algunos estudiosos creen que la tradición del truco o trato ha evolucionado a partir de una tradición celta en la que la gente se vestía como fantasmas y demonios y bailaban alrededor de una hoguera, celebrando "tratos" con los que calmar a los espíritus malignos.

Pero Halloween también encuentra una larga tradición en la observancia cristiana de todos los santos. Aunque el día festivo se celebraba originalmente en marzo, el papa Gregorio III transfirió su celebración al uno de noviembre en el año 844. Aunque no todas las fuentes están de acuerdo, muchos sugieren que la Iglesia Católica pretendía atraer a los no cristianos a la Iglesia adaptando a una cosmovisión cristiana sus tradiciones preexistentes. Es algo que tiene sentido especialmente en Irlanda, donde más fuerte es la tradición de Halloween y desde donde llegaron a Estados Unidos muchas de las costumbres que hoy identifican universalmente esta fiesta, que es una tierra rica especialmente en santuarios religiosos que tienen orígenes druidas y precristianos, incluidas montañas sagradas y "lugares estrechos" en los que, decían las antiguas tradiciones, lo sobrenatural y lo mundano se encuentran.

En cualquier caso, el nombre "Halloween" procede de "All- Hallows Eve", Víspera de Todos los Santos, y por lo tanto corresponde a la tradición cristiana de la celebración de vigilias previas a las solemnidades. Recordando a aquellos que han muerto y se han marchado al cielo, el sentido del Día de Todos los Santos es en sí misma la inspiración de mucho de lo "fantasmagórico" del 31 de octubre. El foco más amplio del calendario litúrgico de estos días en el final de los tiempos y en la muerte suma a los pensamientos sobre la mortalidad y lo sobrenatural que definen la fiesta. La cultura eclesiástica de festivales para los días de fiesta y sus vísperas fue en el pasado mucho más vibrante de lo que lo es hoy, por lo que en cierto sentido una celebración como Halloween, en la víspera de una solemnidad, puede ser visto como algo muy tradicional.

Los cristianos, y los católicos en particular, siempre han tenido una fascinación con los relatos de sus gloriosos muertos. Los nombres, fechas y restos de nuestros honrados fallecidos han llegado a tener un rico y duradero impacto cultural que llega mucho más allá de allá donde los cuerpos de estos santos hombres y mujeres puedan estar enterrados. Kyle Smith explica como esta preocupación aparentemente macabra en realidad se encuentra en el corazón de los Evangelios y del cristianismo.

"El cristianismo", dice Smith, "es el culto a un muerto que volvió a la Vida. Y la historia de su obsesión con el martirio y con los restos de los muertos se remonta hasta la Cruz". Para el cristiano, la muerte de cada mártir, desde el apedreamiento de San Esteban hasta el día de hoy, es una imitación de Jesús en el Gólgota.

Aunque hoy algunos colegios católicos permiten a sus estudiantes acudir en estos días disfrazados, con la condición de que los disfraces correspondan a santos, en un intento de eliminar disfraces que parezcan demasiado gores, un estudiante creativo de la historia de los santos todavía podría ponerse algo que ponga los pelos de punta. Utilizando tan solo una cartulina, unos trozos de mantel y un plato de papel con el centro cortado, yo mismo una vez salí de Halloween como Juan el Bautista -o, más exactamente, como su cabeza-.

Las historias de los mártires son terreno fértil para trajes y diseños espeluznantes. Imagina, por ejemplo, a una niña pequeña disfrazada como Santa Lucía, con las cuencas de sus ojos dando vueltas en un plato, o a otra niña con una rueda atada a su espalda a imitación de Santa Catalina de Alejandría. Utilizando únicamente unos cuantos lápices, un profesor de colegio católico podría aparecer en su clase el 31 de octubre como San Casiano de Imola, cuyos poco agradecidos estudiantes le causaron la muerte clavándole sus afiladas estilográficas después de que se desvelara su fe cristiana.

Smith muestra que así como nuestra fascinación por los mártires está enraizada en la Cruz, nuestra fascinación con las reliquias está enraizada en la encarnación de Cristo. Escribe: "Para cualquier cristiano antiguo y medieval, la materialidad del cristianismo era la fe". Los católicos, que creemos en la doctrina de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, seguimos considerando esta implicación.

Después de la reforma protestante en Europa, las oleadas de sentimiento anticatólico a menudo condujeron a la supresión de festividades que carecían de fundamentos puramente escriturísticos o que se relacionaban con raíces precristianas. En la Inglaterra posterior a la reforma, se suprimió la celebración de Halloween, como se suprimió la de Navidad (incluso los villancicos navideños fueron prohibidos) y los disfraces relacionados fueron ilegalizados. Pasaron siglos antes de que algunas tradiciones resucitasen.

Por supuesto, la comercialización de Halloween puede plantear algunos problemas para los católicos. Pero Halloween puede ser una oportunidad de celebración y fiesta con nuestras familias y amigos que nos recuerde la existencia de un mundo más allá de este, en relación sin embargo con nuestra vida y en el que se establece una comunión con los santos, nuestros predecesores y las muchas historias que tenemos de ambos. Incluso lo aterrador puede proporcionar una ocasión para la oración, la reflexión y la conversación, en las familias o en cualquier otro ámbito, sobre lo sobrenatural y su relación con nuestras vidas, de formas que refuercen los fundamentos de nuestra fe y nos recuerdan el verdadero significado de esta fiesta.

Combinación, con adaptaciones, de artículos de Molly Cahill en America Magazine y James Cahill en National Catholic Reporter

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