Comieron todos y se saciaron





 Hoy, Jesús, Te contemplamos en una celebración del reino:

acoges” a todos lo que se acercan; 

les hablas del reino” -modo de vida- que Dios quiere;

sanas a los que tienen necesidad de curación”;

pones en la mesa Tus cinco panes y dos peces;

invitas a sentarse y a compartir lo que tienen.

“Los Doce” te incitan a “despedir a la gente”:

no tiene aún Tus entrañas solidarias;

no han entendido Tu propuesta de vida;

les bastaba predicar, “sin dar trigo”.


Tu respuesta no deja lugar a dudas:

dadles vosotros de comer”;

tienen miedo a compartir, sólo confían en lo que tienen:

no tenemos más que cinco panes y dos peces”;

Tú confías en la solidaridad de la buena gente:

haced que se sienten en grupos de unos cincuenta”;

tomas los cinco panes y los dos peces,

alzas la mirada al cielo,

pronuncias la bendición sobre ellos,

los partes y se los vas dando a los discípulos

para que se lo sirvieran a la gente”.


Se hizo presente el milagro de la mesa compartida:

"comieron todos y se saciaron...”.

Esta es, Jesús resucitado, Tu apuesta de vida:

para ti no hay primeros y últimos puestos;

los jefes de los pueblos los tiranizan y los grandes los oprimen;

no sea así entre vosotros...” (Mc 10,42s);

el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor,

y el que gobierna, como el que sirve...

Pues Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,26s);


Tú, resucitado, sigues entregando Tu Espíritu:

cuando nos reunimos en Tu nombre,

escuchamos Tu palabra y recordamos Tu vida;

nos nutrimos con Tu presencia y sentimos Tu misión,

cuando amparamos a los pobres y marginados;

trabajamos por suprimir el sufrimiento evitable;

estamos a favor de la vida, la verdad, el amor...;

mantenemos la esperanza en los valores de tu evangelio;

no huimos del mundo “con resignación y subterfugios”;

cuando “nuestra fe en Ti se dilata hasta llegar a Tu esperanza,

y no puede conformarse con la realidad dada,

sino que sufre a causa de ella y la contradice;

cuando “la paz con Dios significa discordia con el mundo,

pues el aguijón del futuro prometido punza implacablemente

en la carne a todo presente no cumplido”


Por Jurgen Multman, en "Teología de la esperanza"

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