El camino de la Cruz, camino de liberación

La Vía Dolorosa de Jerusalén comienza conmemorando la condena de Jesús por Pilato en el lugar tradicional del pretorio y finaliza en el Santo Sepulcro recordando su descendimiento en la tumba. En cada una de las catorce estaciones del "Camino de la cruz", se urge a los peregrinos a meditar sobre los acontecimientos y el significado de la muerte de Jesús.

Sin embargo, el camino de Jesús a la Cruz no comenzó realmente en Jerusalén. Las enseñanzas y el ministerio de Jesús fueron los primeros pasos de Su camino a la Cruz en Jerusalén, como se preconfiguró en el Magnificat de María y se proclamó en el discurso inaugural de Jesús, en su localidad de origen, Nazaret. Las semillas plantadas en los versículos leídos durante el Adviento nos preparan por tanto para el ministerio de Jesús. La proclamación por Jesús de la Buena Noticia para los pobres y Sus críticas al poder, la riqueza y la opresión conducen inexorablemente al Camino de la Cruz que recordamos durante la Cuaresma.

El Magnificat refleja la naturaleza de las acciones pasadas de Dios en preparación del mensaje subsiguiente de Jesús: específicamente la liberación por Dios de los pobres, los marginados y los desheredados, y el derrocamiento por Dios de los poderosos e injustos (recordando al canto del Primer Libro de Samuel 2:1-10):

Él derriba de su trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Jesús inauguró oficialmente Su programa de liberación cuando comenzó Su ministerio público, como relata Lucas 4: 16-21. En la sinagoga de Nazaret, Jesús leyó un texto basado en Isaías 58:6 y 61:1-2:

El Espíritu de Dios está sobre Mí, porque me ha ungido para proclamar la Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado a proclamar la redención de los cautivos y a devolver la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos, a proclamar un año de gracia del Señor.

Después de terminar la lectura de la Escritura, Jesús dijo: "Hoy se cumple esta escritura".

Este mensaje de liberación es un importante recordatorio de que Jesús era un judío empobrecido del siglo I, miembro de una minoría oprimida política, militar y económicamente. La proclamación de Jesús invoca el "año de gracia" de Levítico 25 -el año del Jubileo que suponía la remisión de las deudas, la liberación de los esclavos, la restitución de la tierra a sus propietarios originales- es decir, una redistribución radical de la riqueza en una sociedad agraria.

La "buena noticia para los pobres" de Jesús incluye, de hecho, "malas noticias" para los ricos, como los "Ay de los ricos" de Lucas 6:24-25 demuestran. La llamada de Jesús a la justicia y Su denuncia de la injusticia, como la de los profetas de la Biblia hebrea antes que Él, constituyen elementos clave de Su mensaje.

Parte de la injusticia contra la que Jesús habla se refiere en Su contexto del siglo primero a una injusta redistribución de la riqueza forzada por la élite rica que obligó a muchos pequeños propietarios a convertirse en laboreros sin tierra, dependientes. La situación económica, cada vez más deteriorada, de numerosos galileos les condujo a un resentimiento creciente contra esos terratenientes ausentes y la desesperación económica de la no-élite, incluida su incapacidad para pagar impuestos a los gobernantes y sus deudas a la élite, fue un elemento central del conflicto social.

Hay aspectos de la enseñanza de Jesús que deben ser interpretados en el contexto de esta lucha sobre la tierra y los recursos en la que la élite rica relegaba a muchos a un mero nivel de subsistencia.

El mensaje central de Jesús, el Reino de Dios, se vincula con las duras realidades sociales de la vida diaria de Sus oyentes y proclama cómo debería ser la vida cuando el Reino de Dios se realice plenamente. Proclama no solo la remisión de las deudas a aquellos que han sido rotos por la opresión -la raíz de la palabra griega que utiliza Lucas para referirse a los oprimidos significa roto- sino también liberación y restauración.

El activista argentino por los derechos humanos, arquitecto, escritor y artista Adolfo Pérez Esquivel ganó el Premio Nobel de la Paz en 1980 "por ser una fuente de inspiración para los pueblos reprimidos, especialmente en América Latina". En su discurso de aceptación afirmó que recibió el premio "en el nombre del pueblo de América Latina y especialmente en el nombre de los más pobres y pequeños de mis hermanos y hermanas".

El objetivo, para Pérez Esquivel, en contraste con el actual orden social en el que "el rico se convierte incluso en más rico a expensas del pobre que se vuelve más pobre", es "alcanzar mediante la lucha no-violenta la abolición de la injusticia y la consecución de una sociedad más justa y humana para todos".

Las "Estaciones de la Cruz" de Pérez Esquivel, dibujadas por el quinientos aniversario de la colonización de América y  disponibles con comentarios de Alastair McIntosh, reflexionan sobre la muerte de Jesús y conectan Su sufrimiento con el pueblo latinoamericano contemporáneo que sufre colonialismo, pobreza, hambre, analfabetismo, desigualdad económica y otras formas de opresión. El nuevo contexto refleja la opresión del pueblo judío en el tiempo en el que Jesús vivió, enseñó y fue martirizado, por lo que la serie de pinturas de Pérez Esquivel busca proporcionar una forma de respuesta a tal opresión que rellene el hueco entre el tiempo de Jesús y el nuestro. 

Los sufrimientos de Jesús, en su caso, reflejan el sufrimiento de los campesinos y de otros pueblos oprimidos de América Latina. En este sentido, la vida y las enseñanzas de Jesús se contextualizan en un escenario contemporáneo sin domesticar Su mensaje radical contra los ricos y poderosos.

La escena de la tercera estación, por ejemplo, en la que Jesús cae por primera vez bajo el peso de la


Cruz, incluye imágenes de guerra y devastación, como el asesinato del arzobispo Óscar Romero de El Salvador. El Jesús caído es custodiado por un soldado romano que porta un rifle, simbolizando la violencia similar que aflige a los pobres en América Latina por la élite gobernante. La inclusión de Romero, además, refuerza el hecho de que Jesús proclamó un mensaje profético de resistencia activa y no-violenta a Sus seguidores y Romero muerte en la mesa del altar eucarístico, donde se actualiza la muerte de Jesús en la misa católica romana.

La séptima estación, en la que Jesús cae por segunda vez, ilustra la situación de los campesinos sin tierra. Los soldados que custodian a Jesús llevan uniformes contemporáneos y están equipados con pistolas y porras. Una multitud de personas empobrecidas marcha detrás de Jesús en protesta y Sus pancartas vinculan Su tortura a manos de los romanos con su opresión: Reforma agraria y derecho a la tierra. Además, lo que es revelador, las siete marcas negras en la Cruz en medio de la multitud representan a campesinos asesinados, escribe MacIntosh. El paisaje en el fondo ilustre que hay tierra abundante para todos en una sociedad justa.

En esta situación, como dijo Pérez Esquivel, los campesinos "batallan por sobrevivir" en la "completa erradicación de la agricultura de subsistencia y su sustitución por explotaciones de agribusiness para exportar. Pérez Esquivel llama a una "batalla" no violenta contra tan injusta represión, una fundada en la proclamación por Jesús de la buena noticia para los pobres y la liberación de los oprimidos (Lucas 4: 18-19).

Las "estaciones de la Cruz" modernizan así de una forma auténtica a Jesús y Su mensaje, sin, como han tendido a hacer los intérpretes cristianos a lo largo de los siglos, domesticar a Jesús -un profeta judío del siglo primero, de un pueblo oprimido- o convertir en anacrónico Su mensaje radical. El trabajo de Pérez Esquivel debería animar a todos aquellos que recorran las Estaciones de la Cruz esta Cuaresma a meditar también sobre el mensaje de liberación de los oprimidos de Jesús.

Por David B. Gowler. Traducido del National Catholic Reporter

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