La fuente de la Barcaza

En la Plaza de España de Roma hay una famosa fuente, obra de Pietro y Gian Lorenzo Bernini llamada la Fuente de la Barcaza. Parece ser que representa a una barca que llegó hasta aquel lugar en una de las habituales crecidas del río Tíber. Esta fuente representa a una barca a medio hundir, toda ella llena de agua, pero todavía a flote, pese a que el agua se desborda por todos sus lados.


En estos últimos tiempos, cuando paso por delante de esta fuente, reconozco que me hace pensar en la

Iglesia
. Puesto que, aparentemente pudiera parecer que la Nave de San Pedro se encuentra llena de agua hasta sus bordes, y, consiguientemente en peligro. Parte de esa agua proviene de los pecados de sus miembros, y, otra parte también de todas las críticas y ataques de aquellos que por una razón o por otra, se ensañan contra ella. Así, la Iglesia parece encontrarse en nuestros días en peligro por su debilidad y fragilidad, hasta el punto que algunos (desde dentro y desde fuera de ella) vaticinan su desaparición, al menos en Europa y otras partes del mundo.

Sin embargo, la imagen de la Fuente de la Barcaza llena de agua, puede remitirnos a la vez a una Iglesia que sigue a flote, a pesar de encontrarse en una encrucijada humanamente difícil. Y es que, a veces olvidamos que la Iglesia no es solo la asamblea de los creyentes que predican a Cristo con sus fuerzas y medios por la Tierra. Sino que, la Iglesia es aquella que está sostenida y guiada por el mismo Cristo al que ella quiere llevar al mundo. Por ello, pese a haber sufrido tantas y tantas crisis (algunas incluso mayores que las que hoy estamos contemplando), la Iglesia sigue a flote porque se apoya no en la fragilidad humana que podría haber hecho que tantas veces se hundiera, sino en la fortaleza de Dios, que la guía y la sostiene.

Por ello, precisamente porque la Iglesia es sostenida por Cristo y lo hace presente en medio del mundo, sigue siendo aquel lugar que hace que tantos sigan esperando. No porque busquen defender a una estructura humana, o perpetuar un modo de hacer y de ser, sino porque en ella encuentran a un Dios vivo y actuante en medio de las tormentas y también de los días soleados de este mundo.

Así pues, es cierto que la Iglesia, como la Fuente de la Barcaza, está llena de agua y necesita de nuestra oración y de nuestro esfuerzo para achicarla. Pero, no es menos verdadero que la Iglesia sigue navegando y adentrándose en los temporales porque no confía en su debilidad, sino en la fortaleza de Aquel a quien lleva y quien la guía, aunque a veces parezca estar dormido.

Dani Cuesta, sj. Publicado en Pastoral SJ

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