Sí, Jesús y la Sagrada Familia fueron refugiados

Con refugiados y migrantes en las noticias, algunos comentaristas han intentado trazar paralelismos entre su situación y la de la Sagrada Familia -Jesús, María y José-. ¿Cómo de adecuadas son esas comparaciones? ¿Fueron Jesús, María y José lo que hoy llamaríamos "refugiados"?

Sí.


En el segundo capítulo del Evangelio de Mateo, leemos el relato de la "Huida a Egipto" en el que, después del nacimiento de Jesús y de la visita de los magos, un "ángel del Señor" vino a José en un sueño y les advirtió de que abandonasen Belén y fuesen a Egipto. ¿Por qué? Porque el rey Herodes estaba planeando "buscar al niño para matarlo". María y José, junto con Jesús, se marcharon y, según Mateo, realizaron su viaje a Egipto. Después, el rey Herodes masacró a todos los niños varones de Belén de menos de dos años. Este episodio dramático es parte de la lectura de la "Festividad de los santos inocentes", que se celebra el 28 de diciembre.

Entonces, ¿qué es lo que ocurre, según el Evangelio de Mateo? Que una familia es forzada a huir de su tierra por miedo a la persecución. Esta es la definición clásica en los tiempos modernos de refugiado. De hecho, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados define a tal grupo de gente como:

Un refugiado es alguien que se ha visto obligado a huir de su país debido a persecución, guerra o violencia. Un refugiado tiene un temor fundado de persecución por razones de raza, religión, nacionalidad, opinión política o pertenencia a un particular grupo social.

La Sagrada Familia, tal y como Mateo relata la historia, estaba huyendo debido a un temor fundado de persecución por su pertenencia a un particular grupo social, en este caso, familias con niños pequeños viviendo en Belén. No estoy seguro de que se pueda conseguir un ejemplo más claro.

¿Solicitaron José y María un estatus oficial de refugiado? Por supuesto que no. Tales clases de regulaciones no existían en aquella época. Ni siquiera las fronteras tenían la rigidez y claridad de hoy en día. Pero, como Daniel J. Harrington, S.J., un académico del Nuevo Testamento, nos recuerda en su Comentario a Mateo de la serie Sacra Página:

Egipto, que cayó bajo el poder romano en el 30 a.C., estaba fuera de la jurisdicción de Herodes. Egipto había sido el lugar tradicional de refugio para los judíos, tanto en tiempos bíblicos (Primer libro de los Reyes 11:40, Jeremías 26:21) como en la era macabea, cuando el sumo sacerdote Onías IV huyó allí.

Por lo tanto, vemos a una familia que huye a un país extranjero por miedo a la persecución.

Incluso el lenguaje utilizado en Mateo ilumina su situación. Como en todo lo que se refiere al Nuevo Testamento, ilumina acudir al original griego. Mateo, escribiendo para una audiencia judeocristiana alrededor del 85 d.C., presenta las instrucciones del ángel como sigue: Ἐγερθεὶς παράλαβε τὸ παιδίον καὶ τὴν μητέρα αὐτοῦ καὶ φεῦγε εἰς Αἴγυπτoν....

Transliterado, esto es  Egertheis paralabe to paidion kai tēn mētera autou kai pheuge eis Aigypton.... O "Levántate, toma al niño y a su madre y fugaos a Egipto" (Mateo 2:13).

La palabra a la que prestar atención es pheuge, "fugaos", de la que deriva la palabra moderna "refugiado", el que se fuga. Incluso el ángel de Mateo identifica a la Sagrada Familia con refugiados.

Pero incluso si la Sagrada Familia no encajase en el concepto moderno de refugiado (y lo hace) e incluso si el Evangelio de Mateo no utilizase la palabra pheuge (y lo hace), todavía deberíamos sentir compasión y ayudar a los modernos refugiados y migrantes.

¿Por qué? Porque Jesús nos lo pide. Más adelante en el Evangelio de Mateo, Jesús nos recuerda que cada vez que "acogemos al extranjero" acogemos a Jesús mismo (Mateo 25). Los refugiados y migrantes son nuestros hermanos y hermanas necesitados desesperadamente de nuestra ayuda. El mandamiento de Jesús de acoger al extranjero es, además, para el cristiano, una ley que prevalece sobre cualquier ley humana que pueda intentar evitar, limitar o ilegalizar esa compasión y cuidado. Siempre me impresiona que algunos cristianos que apelan a leyes superiores en otros asuntos vitales las dejen de lado cuando se trata de refugiados y migrantes.

Entre 1992 y 1994 trabajé con el Servicio Jesuita para los Refugiados en Nairobi, Kenia, donde llegue a conocer a cientos de refugiados que habían huido de Sudán, Uganda, Somalia, Etiopía, Eritrea, Rwanda, Burundi, Costa de Marfil y otros países debido a un "temor fundado de persecución". Algunos, como temió la Sagrada Familia, habían visto asesinar a sus hijos delante de ellos. Otros habían visto cómo eran sus padres los asesinados ante ellos. A pesar de su intenso y casi inimaginable sufrimiento, se encontraban entre las personas más fieles que jamás haya encontrado -sagradas familias en sus propias maneras-.

Seguramente esas familias merecen nuestra protección tanto como la Sagrada Familia.

Por James Martin. S.J. Traducido de America Magazine

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