Mirad a las aves del cielo

Es primera hora de la mañana en las Grandes Montañas Humeantes. Kevin Burrell está medio dormido y enrollado en su saco de dormir. Antes de rendir su cálida envoltura al gélido aire matutino, escucha la llamada de un tordo ermitaño justo sobre su tienda, como si le invitase a permanecer acostado solo unos segundos más. El tono aflautado se detiene pero es enseguida sucedido por los rápidos chirridos de un cardenal norteño y el animoso canto de un carbonero copetudo.

Burrell, con las habilidades de un experimentado observador de pájaros, se dio cuenta de que los sonidos procedían del mismo punto sobre su tienda y que, aunque parecían proceder de muchas aves, en realidad solo las emitía un único ruiseñor norteño. Aunque algunos campistas tal vez hubiesen apretado más estrechamente el saco de dormir alrededor de sus orejas, intentando no escuchar los ruidos de los pájaros tan temprano por la mañana, Burrell escuchó atentamente anhelando encontrar un significado más profundo y cristiano en el pequeño discurso del ave.


Para él, el ruiseñor es la imagen del discipulado cristiano, que implica aprender sobre e imitar a Jesús. El ave sigue aprendiendo durante toda su vida, que es lo que Burrell dice que está llamado a hacer como seguidor de Cristo.

No todos los cristianos encontrarán un significado profundo en las creaciones ornitológicas de Dios. Un selecto número de aves aparecen en la Biblia -incluidos halcones, gorriones y golondrinas- pero, para muchos, la relación entre las aves y el cristianismo no va más allá que la de ver a una paloma llevando un brote de olivo en una imagen en la iglesia. Sin embargo, para los observadores cristianos de aves, este vínculo está vivo. Cuando escuchan el canto de un pájaro, les recuerda la música de la eucaristía y ver a los carboneros chapoteando en su peculiar baño es su forma de oración.

En su propio blog, ornitheology.com, Burrell, un pastor de la Iglesia de la Comunidad de Stonebridge en Charlotte, Carolina del Norte, relata pasados viajes de observación ornitológica con detalle científico y devoción bíblica. Sin embargo, esa palabra "orniteología", no se la ha inventado Burrell. Fue acuñada por el teólogo y ornitólogo John Stott en su libro Las aves, nuestras maestras, y se refiere a ese vínculo único entre el estudio científico y el aprecio, que puede llegar a lo religioso, que se da en el campo de la observación de las aves.

"Creo que todo el que se tome seriamente el hecho de que Dios es un Dios creador debería prestar atención a algún aspecto de lo que Dios ha creado", dice Burrell. "Y yo he elegido las aves".

A lo largo de los años, la observación de las aves le ha llevado a viajes alrededor del mundo y en su propia tierra. Ahora, a los 52 años, Burrell presta más atención a las aves locales de su zona. Dice que, como pastor, siempre está buscando metáforas y parábolas que acerquen a sus feligreses la verdad de Dios, y las encuentra plenamente en el mundo de los pájaros.

Su post sobre el ruiseñor norteño explica el vínculo entre el ruiseñor y el discipulado. También compara el incansable cantar del pequeño reyezuelo de Carolina, una especie endémica de su estado natal, con el canto en la fe cristiana. La persistencia del pájaro le recuerda aquello a lo que está llamado en la vida cristiana -a cantar, rezar y alabar-. Su post más reciente, sobre un encuentro con palomas mensajeras, detalla la importancia del hogar y del lugar en la tierra en el que Dios te ha puesto.

"Hay tanto material ilustrativo en el mundo de las aves que nos enseña sobre oración, creatividad, desarrollo y cuidado mutuo", dice Burrell.

Estas lecciones también se pueden encontrar en la Biblia. Debbie Blue, pastora fundadora de la Casa de la Misericordia en Saint Paul, Minnesota, escribe sobre el significado de diferentes aves en la Biblia en su libro "Mirad a las aves: una guía provocadora a las aves de la Biblia".

"El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas en el Génesis -sugirieron los antiguos rabinos- como un ave", escribe Blue. "Las aves devoran la carne de la bestia derrotada en el libro del Apocalipsis. Son moneda de misericordia -las tórtolas y pichones del sacrificio-. Llevan pan a los profetas. Son alimento para los judíos errantes en el desierto". 

Blue, cuya fascinación por los pájaros procede de sus propias experiencias en su observación, examina el significado y el papel de las aves en las narraciones judeocristianas mientras medita sobre las metáforas y analogías que las aves proporcionan a la fe cristiana.

En el capítulo sobre las palomas, Blue explica el significado de que sea una paloma la que simbolice al Espíritu en el bautismo de Jesús. Se dio cuenta de que el tipo específico de paloma que podía estar presente en aquel tiempo en Palestina era un pichón.

El pichón, a menudo considerado una peste y algo difícil de erradicar, le recuerda a Blue el Espíritu de Dios. "Parece que un pichón podría estar con nosotros en nuestros mejores y en nuestros peores momentos y lugares: en el callejón más sucio de un peligroso suburbio o en la plaza más espléndida de una bella capital", dice Blue. 

A Dios también podemos encontrarle en los buitres. Antes de escribir su libro, nos reconoce Blue, veía a este animal como violento, oscuro y ligado a la muerte. Pero, tras aprender sobre la capacidad de los buitres para limpiar y librar al mundo de enfermedades -tienen unos jugos digestivos extraordinariamente fuertes, únicos para matar bacterias y patógenos- los ve como purificadores.

Un buitre es un "símbolo del Dios que puede tomarlo todo y dejarlo limpio, renovándolo, un Dios que puede incluso hacer de la muerte algo no tóxico", dice Blue.

A Kevin Krummer, un pastor universitario de la Fraternidad Cristiana InterVarsity, le atraen las distintas personalidades e inteligencia de las aves. Lo ve específicamente en los carboneros de corona negra que frecuentan el patio de su casa. Aterrizan al borde de un plato con agua que deja sobre su alimento para colibríes. Cada vez que los pájaros encuentran el plato, pensado para que las hormigas no se lleven el dulce alimento que hay debajo, les escucha cantar una breve canción antes de bebérselo, como si estuviesen agradecidos.

"Intento no ver una personalidad humana en ellos", dice Krummer. "Pero me parece que verdaderamente hay un carácter que es ciertamente diferente en cada ave".

A Kummer, que vive en Iowa, le gusta encontrar algún momento en el día para observar a las aves -ya sea en su patio o dando un paseo hacia el bosque-. Es un pasatiempo, nos cuenta, que profundiza su relación con Dios.

"Es una disciplina espiritual, una faceta más de mi vida de oración, una extensión de mi buscar, ver y escuchar el Espíritu de Jesús", escribe Kummer en la entrada de un blog titulada "Observación de aves y oración".

Kummer ve paralelismos entre lo que se necesita para observar aves y para orar. Ver y escuchar son importantes: para observar pájaros, debes prestar atención; para rezar, debes prestar atención. Escribir notas, tanto de aves como de oraciones, le ha ayudado a retener lo aprendido.

"El acto de registrar, describir, reflexionar y saborear lo que veo profundiza la impresión que me provocan, un ave o el Espíritu", escribe Kummer.

Cuando observa aves, dice Kummer, siente una mayor proximidad por Dios y Su creación así como un aprecio por el "arte" de Dios.

"Tengo la sensación de que Dios debe amarnos de verdad para crear un mundo tan bello, tan fascinante, tan maravilloso", dice Kummer.

Para Burrell, ser un ornitólogo cristiano significa ser capaz de agradecer a Alguien la belleza que encuentra, ya sea en un colibrí de cuello rojo que vea en su casa de Carolina del Norte o en un carirrojo arco iris descubierto en un paseo ornitológico por el Parque Nacional de Warrunbungle en Australia. La naturaleza es una ventana que le acerca a Dios.

"Para mí, la belleza es una ventana que se abre hacia el creador de todo. Es un medio hacia un gran fin", dice Burrell. 

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