Dios escucha el clamor de las víctimas, ¿lo hacemos nosotros?

Discurso del cardenal Sean O`Malley, presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, en un encuentro en Polonia (fragmento)

Aquí en Polonia, en la archidiócesis de Boston y en muchos lugares a lo largo del mundo, hemos


experimentado el aplastante impacto de los abusos sexuales. Hemos sido bendecidos porque muchos de los asistentes a esta conferencia han dedicado un tiempo y un esfuerzo significativos a corregir las injusticias del pasado y a traer sanación a la Iglesia y a la sociedad. Todos debemos ser defensores de la salvaguarda de menores y de adultos vulnerables y trabajar incansablemente para promover la transparencia, la rendición de cuentas y la tolerancia cero.

Aunque la crisis en la Iglesia por los abusos sexuales lleva algún tiempo con nosotros, muchas personas apenas están comenzando a tomar conciencia de la realidad de la situación. Mientras la crisis saltaba de un país a otro, se fue haciendo claro que los abusos sexuales se habían infiltrado trágicamente en la Iglesia en todos los países y culturas. No hay lugar ni grupo de personas que sea inmune a quedar impactado por el mal del abuso.

Habéis visto y oído las dolorosas historias de los supervivientes de abusos sexuales y tal vez os habéis encontrado con ellos muchas veces. Los testimonios que se han convertido en la base del reconocimiento público en los últimos años a menudo han sido compartidos por una persona que fue abusada por un religioso o miembro del clero muchos años antes, tal vez compartido con un miembro de la familia, un amigo o un miembro de la vida de la Iglesia. Sabemos que el tiempo en el que una persona es capaz y está preparada para compartir que fue abusada es muy personal y puede no llegar hasta muchos años después del momento en el que tuvo lugar el abuso. Nunca podemos suponer que conocemos la historia o las circunstancias de otra persona.

Muchos supervivientes hablan de su abuso como una fuente de un dolor y una vergüenza tremendos. Muchos a menudo sienten alguna forma de culpa personal por lo que el clero o los religiosos le hicieron, como si fuesen responsables de su abuso. Y cuando algunos reunieron la valentía de hablar, de nombrar la verdad del abuso, a menudo fueron ignorados y se les dijo que no hablasen de tal realidad. Tales órdenes, que amplían enormemente el dolor y el sufrimiento del superviviente, en ocasiones procedían de la Iglesia o de miembros de la familia. Con demasiada frecuencia, había mayor preocupación por proteger la reputación del clero y de la Iglesia que por el superviviente. Tal respuesta es tan moralmente reprensible como el abuso mismo.

El Santo Padre nos ha llamado a un camino transparente e inclusivo al tratar las consecuencias de los abusos sexuales en la Iglesia. Sus palabras han sido fuertes y firmes: no hay absolutamente ningún lugar en el ministerio para quien abusa de menores.

Desde el mismo comienzo de su ministerio, el papa Francisco ha enfatizado la necesidad de una conversión pastoral como camino misionero para la Iglesia entera. Tal conversión trae consigo la clase de transformación necesaria para asegurar que el Evangelio alcanza cada persona y cada aspecto de nuestras vidas. El papa Francisco nos recuerda la enseñanza del papa Pablo VI, que llamó a una profunda renovación a nivel personal y como parte de la Iglesia. La conversión, tanto a nivel personal como institucional, está en el corazón del proceso de renovación y es esencial para la llamada del papa Francisco a una "transformación misionera" de la Iglesia.

La conversión pastoral es importante para nosotros cuando afrontamos nuestros esfuerzos para renovar la Iglesia ante los abusos sexuales. Debemos trabajar para el cambio que se incorporará a todos los aspectos de la vida de la Iglesia, combatiendo el abuso sexual ocurra donde ocurra y sea quién sea quién cometió el crimen. Mi esperanza es que los siguientes pasos sirvan de guía para el ministerio de salvaguardar y atender a los menores y personas vulnerables en la Iglesia.

A.- Escuchar

El papa Francisco nos ha llamado a comenzar el camino de conversión reconociendo la verdad de lo sucedido. Para ello, debemos adoptar el enfoque de un corazón que escucha. Aquellos que hemos escuchado el testimonio de los supervivientes sabemos lo difíciles y desafiantes que son estas experiencias. Me he encontrado personalmente con cientos de supervivientes, su testimonio hiere el corazón, especialmente cuando comparten que nadie les creyó cuando relataron por primera vez el abuso. Solo podemos imaginar, pero nunca podremos realmente comprender en plenitud, cuanto más difícil habrá sido para aquellos que han sido abusados y forzados a vivir con ello toda su vida.

Cuando alguien que ha sido abusado por el clero, los religiosos u otras personas en la Iglesia cuenta su testimonio debemos recibirle a él y a su testimonio con la máxima reverencia. Debe haber canales claros de comunicación y encuentro por los que los supervivientes puedan contactar con la Iglesia si lo desean. Es un gran avance que muchas diócesis dispongan de una persona de contacto, un número de teléfono o una cuenta de correo electrónico para que los utilicen los supervivientes o los miembros de su familia. Es una iniciativa buena e importante. Si una diócesis no recibe muchas respuestas después de establecer tales canales de contacto, no significa que la realidad del abuso sexual por el clero o los religiosos no esté presente en sus comunidades. Una falta de respuesta tal vez sea un indicio de que los canales establecidos de comunicación no son adecuados o apropiados para las particulares circunstancias de tu diócesis o de tu país. Es importante que todos mantengamos el foco en proporcionar oportunidades accesibles, acogedoras y no juzgadoras para que los supervivientes y sus seres queridos entren en contacto y en diálogo con la Iglesia local.

También debemos ser conscientes de la realidad de que hay muchas personas en nuestra comunidad que han sufrido la tragedia de los abusos sexuales en la Iglesia y que nunca han hablado a nadie sobre su experiencia.

Nuestra colega, la doctora Ewa Kutz, ha escrito sobre la compejidad del testimonio de las víctimas en un iluminador artículo publicado recientemente en L`Osservatore Romano. Escribió:

Aquellos que han sido heridos ahora están hablando. Algunos reclaman su derecho a hablar y ser escuchados a viva voz. Otros hablan tímidamente, desde la quietud de su tratamiento psicoterapéutico o desde la intimidad con sus seres queridos. Algunos lloran. Otros emiten su mensaje permaneciendo en silencio.

Es bastante posible que algunas de las personas que ahora escuchan sean ellas mismas supervivientes de abusos sexuales o estén impactadas por abusos sufridos por sus seres queridos y que todavía no hayan compartido esa información con otros, ya ocurriese tal abuso en la Iglesia, en el colegio, entre iguales o en la vida familiar.

Sabemos que todos los supervivientes quieren sanarse y también sabemos que cada persona tiene su propio tiempo en el que están listos y preparados para comenzar tal viaje. Es nuestra oración sincera que todos los supervivientes y sus seres queridos puedan recibir apoyo y asistencia para sanar y comprendemos lo importante que es para las personas tomar sus propias decisiones sobre su camino y hacerlo a su propio tiempo.

Permitir a los supervivientes traer sus experiencias a la Iglesia esperamos que ayude a proporcionarles consuelo y sanación y también informará nuestro constante trabajo de instituir reformas, procedimientos y protocolos.

B.- Reconocer a los supervivientes

Para que nosotros alcancemos la conversión pastoral a la que nos llama el Santo Padre, debemos proveer de un reconocimiento honesto y claro a aquellos que han sido abusados. Escuchar los sufrimientos de los otros, los sufrimientos del Pueblo de Dios, conduce al reconocimiento del mal que se ha hecho y del dolor que se ha infligido a los supervivientes. La conversión pastoral exige apartarnos de un "estar a la defensiva" inapropiado que puede ser muy dañino y doloroso y abrazar una escucha más profunda del superviviente, con la voluntad de comprender más plenamente lo que ha experimentado.

Un obstáculo a este reconocimiento, especialmente para los pastores, es lo que el Santo Padre ha denominado una "preocupación mal orientada por la reputación de la Iglesia institucional". Especialmente en aquellos lugares en los que la Iglesia ha estado sujeta a persecución sistemática durante mucho tiempo, una respuesta defensiva a las acusaciones de abuso a menudo puede ser vista como la respuesta instintiva. Aunque los pastores tienen la responsabilidad de proteger la Iglesia, y en muchos casos han sufrido o han dado sus vidas en defensa de la fe, una respuesta escéptica o incluso a veces de menosprecio por el testimonio de las víctimas puede causar un daño grave a las personas que la Iglesia está llamada a sostener como prioridad de su cuidado pastoral, aquellos rotos y heridos por ministros abusivos de la Iglesia misma.

El Santo Padre reconoce que aceptar los males cometidos por ministros de la Iglesia puede, de hecho, hacernos vulnerables. Pero la vulnerabilidad también puede ser vivida como una oportunidad de gracia, un momento de kenosis, una experiencia de la acción de Dios en nuestro mundo que trae sanación haciendo brillar la luz en medio de la oscuridad para que el pueblo pueda vivir más libremente como discípulos y creyentes. Significa que podemos seguir siendo dedicados trabajadores en la viña del Señor mientras al mismo tiempo somos honestos sobre el abuso que ha ocurrido entre fieles cristianos.

3.- Pedir perdón

Reconocer la verdad de lo ocurrido nos conduce más lejos por el camino de la renovación y la conversión. No podemos predicar lo que nosotros mismos no hemos aceptado como verdad en nuestros corazones. Para los pastores y otras personas con responsabilidades en la Iglesia, escuchar y reconocer la realidad del abuso sexual por los ministros de la Iglesia nos conduce en un proceso de conversión. No podemos dejar de movernos por lo que hemos escuchado y llegado a conocer, siguiendo a Jesús que se conmovía cuando veía las necesidades de la gente.

En el contexto de tratar con las víctimas de abusos sexuales de menores y personas vulnerables, se aconseja al clero que adopte un enfoque de aprendizaje para que puedan convertirse en mejores maestros en su diócesis o en su orden religiosa. La Iglesia necesita aprender de los supervivientes, que se encuentran en una posición particular que les hace capaces de enseñarnos.

Si situamos esta dinámica en el contexto del encuentro con Cristo, podemos ver en el superviviente a alguien que ha sido injustamente tratado, que ha sufrido y que, en muchos casos, ha sido rechazado en su sufrimiento por la Iglesia misma, un Cristo crucificado que tiene sed de justicia. Adoptando el papel de protagonistas en nuestras comunidades, los supervivientes pueden proporcionar una profunda imagen de la verdad del Evangelio que abre el camino de una nueva evangelización, incluso de la Iglesia misma. Buscar la reconciliación con los supervivientes debe emerger de esta escucha y de reconocer la realidad del abuso sexual. Como nos urgía el papa Francisco en su mensaje de apertura hoy:

"Solo afrontando la verdad de estas prácticas malvadas y buscando humildemente el perdón de las víctimas y supervivientes la Iglesia encontrará de nuevo su camino hacia un lugar en el que pueda, de nuevo, ser reconocida como una familia de acogida y de seguridad para aquellos en necesidad".

Dar a los supervivientes una sincera petición de perdón es importante. Sin embargo, "buscar el perdón" exige algo más que publicar una declaración o que celebrar una reunión. Más bien es un proceso que rara vez culmina en un momento y que a veces puede no terminarse nunca. La experiencia y el camino de cada superviviente es profundamente personal y diverso del de cualquier otra persona. Y, como el Señor busca a los perdidos y abandonados, así los sacerdotes, los religiosos y los católicos laicos con responsabilidades deben buscar el perdón de aquellos que han sido heridos. El proceso de conversión pastoral se ayuda por nuestra búsqueda del perdón de todos aquellos impactados por abusos sexuales.

Claramente, este no es un camino fácil, pero debemos recorrerlo, junto con las víctimas y todos los afectados. Estamos llamados a entrar por la puerta estrecha, asegurándonos de que nadie se quede atrás.

4.- Concretos caminos de reforma

Escuchar y reconocer a los supervivientes y buscar sinceramente su perdón son pasos indispensables en este camino de renovación. Son parte de la restauración que ha de tener lugar si la Iglesia pretende recobrar su credibilidad y promover la sanación. La comunidad exige que se mantenga un orden justo y el orden justo en la Iglesia ha sido fracturado por los crímenes de algunos de sus ministros.

De nuevo, es el Santo Padre el que apunta a la importancia del siguiente paso, cuando nos dice:

"Nuestras expresiones de lamento deben convertirse en caminos concretos de reforma para prevenir más abusos y para dar confianza a los demás de que nuestros esfuerzos traerán cambio verdadero y confiable".

A este respecto, es vital el trabajo de crear protocolos, procedimientos y guías de actuación y de revisarlos y actualizarlos con carácter regular. Los requisitos de formación, supervisión y de información obligatoria a las autoridades civiles son cruciales. Sin protocolos claros y definidos, la gente tiende a improvisar, normalmente con buena intención, pero los resultados son con demasiada frecuencia desastrosos. Con todo, sabemos que los protocolos por sí solos no son suficientes. Necesitamos métodos efectivos para auditar su cumplimiento y monitorizar la implementación de políticas.

La formación y las comprobaciones sobre el pasado del personal de la Iglesia son esenciales, como lo es desarrollar auditorías de comprobación y asegurar que nuestros procesos canónicos y civiles están actualizados y en armonía.

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