Cómo criticar a un papa

Durante un encuentro con jesuitas en Eslovaquia, el papa Francisco se lamentó sobre "una gran cadena de televisión católica que no duda en hablar continuamente mal del papa". Los periodistas vaticanólogos inmediatamente identificaron tal cadena con la EWTN, fundada en Alabama en 1981 por la Madre Angélica.

Uno de los críticos más duros del papa es el director informativo de la EWTN y conductor de su programa estrella, Raymond Arroyo, quien patrocina a un buen grupo de comentaristas críticos de Francisco en su programa y frecuentemente aparece con esa misma finalidad en medios más generalistas, como en Fox News.


"Personalmente me merezco ataques e insultos porque soy un pecador", dijo el papa, "pero la Iglesia no se los merece. Son la obra del diablo".

También se lamentó de los "clérigos que hacen comentarios feos sobre mi". Admitió, "a veces pierdo la paciencia, especialmente cuando hacen juicios sin entrar en un verdadero diálogo".

Los ataques a los papas, desde los medios y desde los clérigos, no son nuevos. Han venido de la "izquierda" o de la "derecha", según quién fuese el papa.

Juan XXIII fue atacado por los tradicionalistas que le culparon de abrir la Iglesia al cambio por convocar el Concilio Vaticano II.

Pablo VI fue atacado por todos los frentes. Algunos se opusieron a sus intentos de implementar las reformas conciliares, mientras otros pretendían que se moviese más rápido. Los últimos incrementaron sus críticas después de que publicase "Humanae Vitae", la encíclica que prohibió el uso de anticonceptivos artificiales.

Hoy, es irónico que los defensores de la autoridad papal que criticaron a los "católicos de cafetería" que elegían qué platos tomaban y cuales rechazaban de Juan Pablo y Benedicto estén haciendo lo mismo con Francisco.

También lo es que católicos que se sentían absolutamente libres para criticar sin tapujos a Juan Pablo y Benedicto ahora exijan exijan una obediencia sin fisuras a Francisco, condenando como deslealtad cualquier reserva.

Seamos honestos. Todos somos "católicos de cafetería". La verdadera cuestión es cómo evitar que la noche termine en una "pelea de barra de bar".

En sus "Ejercicios espirituales", San Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas, trazó unas "Reglas para pensar con la Iglesia". En tal espíritu, aquí hay cinco reglas para mostrarse en desacuerdo con el papa. Este guion no es perfecto, pero creo que la Iglesia necesita tener una conversación sobre cómo tratar con los desacuerdos.

En primer lugar, sé respetuoso.

Llamar a Benedicto un rottweiler, un "perro de presa" o el "inquisidor" cruzaba la línea roja, como lo hacían los insultos étnico- racistas tanto contra él como contra Juan Pablo. De igual manera, referirse a Francisco como alguien "no ortodoxo" o hereje es inaceptable. El sarcasmo y los discursos de odio no tienen lugar en una comunidad de amor. ¿Cómo nos sentiríamos si fuésemos el objeto de un lenguaje así?

En segundo lugar, si estás en desacuerdo con un papa, asegúrate de enfatizar las cosas positivas que ha hecho.

Tuve serios desacuerdos con Juan Pablo y con Benedicto, pero siempre alabé a Juan Pablo por su papel en la liberación de Polonia y de Europa del Este del totalitarismo comunista, así como sus esfuerzos por mejorar las relaciones entre católicos y judíos. Ambos papas defendieron y desarrollaron la Doctrina Social de la Iglesia y con Benedicto la Iglesia comenzó a desarrollar la conciencia ambiental.

En tercer lugar, describe la posición con la que discrepas apropiada y completamente; no crees un hombre de paja que puede ser fácilmente ridiculizado.

No digas simplemente que los papas anteriores odiaban a los gais o a las mujeres o que el actual quiere destruir la Iglesia o ha perdido la fe. Idealmente, deberías ser capaz de explicar la postura de un papa mejor que él mismo, sujeto a todo tipo de limitaciones y equilibrios. 

En cuarto lugar, nunca hables o escribas mientras estés emocionalmente afectado.

Respira profundamente. Cuenta hasta diez o hasta cien. Deja que el borrador de tu texto "madure" veinticuatro horas. Habla con una persona sabia antes de publicarlo o de hablar en público. Ten especial cuidado twitteando.

En quinto lugar, pregúntate: ¿Hablarías en ese tono a tu madre? ¿A tu marido/mujer?

Si la respuesta es un no, entonces no lo hagas. La Iglesia es una familia. Las luchas de familia son las peores. Nuestro objetivo debe ser ser reconciliadores, no divisores.

Nuestros debates internos en la Iglesia deben seguir las mismas reglas que nuestros diálogos ecuménicos: los desacuerdos deben conducir a un conocimiento más pleno, a la mejora y el enriquecimiento mutuo y, por último, a la unidad en la verdad y en el amor.

Y así, como dice el Evangelio, "sabrán que sois discípulos Míos por cómo os amáis", en lugar de saber que somos católicos por nuestras peleas.

Los desacuerdos son parte de la vida de cualquier familia o comunidad. Pretender suprimirlos solo conduce a la frustración y a comportamientos disfuncionales.

Francisco no debería sorprenderse de que haya desacuerdos. Al fin y al cabo, él los pidió. En el sínodo de 2014 sobre la familia, pidió a los obispos que "hablasen claramente".

"Una condición general es esta", dijo el papa. "Hablad claramente. Que nadie diga: `Esto no se puede decir".

Al mismo tiempo, el discurso debe ser respetuoso y dirigirse a construir la comunidad, no a destruirla. Debe buscar la reconciliación, no la división. Los desacuerdos deben conducir al diálogo, no al chillido.

Hablar con aquellos con los que no estamos de acuerdo no ha de consistir primariamente en un juego de ganadores y perdedores. Ha de consistir en una búsqueda compartida de la verdad mediante el enriquecimiento mutuo de perspectivas, conocimientos y experiencias siempre limitadas y en una mejor comprensión del otro.

Por Thomas Reese. Traducido de America Magazine

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