La espiritualidad ignaciana, respuesta a los antivacunas y antimascarillas

Mientras los casos de Covid comienzan a crecer de nuevo y la perspectiva de tener que volver a llevar mascarilla en todo momento o incluso afrontar más restricciones resurge, me encuentro cada vez más enfadado. Se lo escucho a otros que también se han vacunado. Durante dieciséis meses hemos sufrido el aislamiento y la complejidad de la vida en cuarentena y, por fin, hemos recibido el pinchazo y estamos comenzando a volver a nuestras vidas, con las reformas que este período nos ha enseñado. La idea de que la inacción o el desprecio voluntario de otros pueda amenazarnos con devolvernos a un escenario de confinamiento, peligro y muerte es incomprensible.


La noticia de que la variante delta es mucho más infecciosa de lo que antes se conocía, que es más capaz de superar las actuales protecciones vacunales y que, especialmente entre los no vacunados, es más probable que cause daños severos, solo incrementa ese sentimiento de ira.

¿Qué podemos hacer con estos sentimientos de ira completamente justificables? ¿Cómo podemos responder a aquellos que están poniéndose en peligro y poniendo en peligro a nuestra sociedad con su negativa a recibir un simple pinchazo?

A la hora de elegir qué hacer, el antiguo superior general jesuita Pedro Arrupe, S.J., solía decir: "Primero reza, luego decide". Con esto en mente, desarrollamos aquí algunas prácticas espirituales que pueden ayudarnos a sortear esos sentimientos de hostilidad y frustración en estos días de prueba.

1.- Deja que tu ira fluya. Sí, esta frase está plagiada del Emperador Palpatine, el símbolo del mal en la saga de "La guerra de las galaxias".  Pero también es cierto que decirte a ti mismo que no deberías enfadarte, que los buenos cristianos o que las buenas personas no deberían enfadarse es al mismo tiempo incorrecto y una receta para el desastre. Las emociones son como los gatitos en una caja. Podrás convencerles para que se estén quietos un momento pero al final se van a escapar. Y cuanto mas tiempo hayan permanecido allí, peor se van a portar cuando lo hagan.

Cualquier camino espiritual comienza en el punto en el que nos encontramos. Si estás furioso con lo que está ocurriendo -furioso con un familiar que no se vacuna, furioso de tener que llevar de nuevo mascarilla o de no poder parar de llevarla, furioso o temeroso porque la gente está poniendo a tus hijos, y a todos los demás, en peligro, furioso porque piensas que todos deberíamos seguir llevando mascarillas y no todos lo hacen- permítete entrar en un espacio sagrado en el que tú puedas estar solo con ese enfado. Permítete sentir lo que estás sintiendo, sin juzgarte. Trátate con el respeto y la misericordia que Dios tiene por todos nosotros.

Es completamente apropiado sentirse enfadado justo ahora. Y es notable como a veces te puedes sentir mucho mejor y mucho más seguro de tu propio pensamiento cuando sencillamente permites a tus sentimientos hablar y ser escuchados. San Ignacio se creyó derrotado en la batalla antes de comprender que era otra la lucha en la que debía embarcarse. Cristo escuchó a los discípulos de Emaús antes de revelarse. 

2.- Intenta el "Signo +". En sus ejercicios espirituales, San Ignacio les pide siempre tanto al director como al que se encuentra en retiro que intenten siempre dar "una buena interpretación" a las palabras del otro.

En algunos círculos positivos se le llama a esto el "Signo +". Tal vez ese tipo que me acaba de pasar por la carretera a 180 kilómetros por hora está llevando a un enfermo grave a urgencias del hospital. Tal vez el vendedor que me está hablando bruscamente ha tenido un mal día. No es que nunca hayamos actuado nosotros de la misma manera, ¿o sí?

Por supuesto, cuando hablamos de la pandemia, aquellos de nosotros que estamos vacunados podemos sentir muy legítimamente que en realidad no, nunca hemos estado en una situación en la que pudiésemos hacer algo muy sencillo para hacer la vida más segura a nosotros mismos, a nuestras familias y literalmente a cuantos nos rodean y nos hemos negado a ello. Una cosa es "dar el signo +" a un mal conductor, pero ¿justificar un comportamiento genuinamente peligroso? No, gracias.

Pero prefiero pensar en este ejercicio no fundamentalmente sobre el comportamiento de la otra persona sino sobre nuestra propia disposición en el mundo que nos rodea. En vez de aceptar instintivamente nuestros juicios parciales como verdaderos, podemos intentar dar un paso atrás y ver la situación y la persona ante nosotros de una forma más amplia. Queremos ver las cosas como Dios las ve. Podríamos incluso concebir este ejercicio como simplemente pedir a Dios que nos ayude a ver con Sus ojos, a percibir a los demás con mayor claridad.

El fruto de esa oración será diferente para cada uno de nosotros. Personalmente, un detalle que sobresale para mí es el miedo incluido en muchas de las explicaciones dadas para no ser vacunados. Algunos expresan preocupaciones sobre que les pongan un chip, o sufrir efectos secundarios, o ser utilizados como cobayas de laboratorio, o ser deportados. Otros insisten en que el Covid no es siquiera un problema real, lo que no es realmente sino una forma de disfrazar su miedo. 

Ser consciente del miedo de algunos o muchos de los no vacunados no significa que no siga estando enfadado por sus decisiones. Pero lo que encuentro es que me permite separar sus decisiones de sus personas y sentir, junto con mi ira, algo de compasión o de preocupación por ellos. Después de año y medio de esto, ciertamente sé lo que significa sentir miedo y sentirse atrapado. Y aunque sigo queriendo que todo el mundo estuviese vacunado en este preciso segundo, también me encuentro rezando por aquellos que dudan, para que escuchen la voz de Cristo resucitado que les invita a seguir hacia delante y a no tener miedo.

3.- Practica la oración de la serenidad. James F. Keenan, S.J., de la Universidad de Boston define la humildad como "conocer tu lugar en el universo". Es la experiencia de contemplar un cielo lleno de estrellas y darse cuenta de lo pequeño que soy, o de tener una repentina crisis de salud y descubrir que, no importa lo sólida que parezca mi vida, en realidad puedo morir mañana.

Nuestro actual problema parece cien por cien solucionable. Si todos sencillamente se pusiesen la vacuna, quedaría solucionado. Pero las faltas de certeza de los últimos dieciséis meses demuestra que escapa absolutamente a la capacidad de solución de cualquiera de nosotros. El hecho de que tanto haya reabierto podría estar simulando una vuelta a la normalidad prepandémica, pero en muchos sentidos el Covid sigue estando fuera de control.

Afrontar tal realidad puede ser frustrante o atemorizador. Pero a veces encuentro que también puede ser algo liberador. Sí, deseo que los no vacunados se pongan su vacuna justo ahora. Es tan claramente esencial. También deseo que pudiésemos silenciar a los conspiranoicos que envenenan a la gente con los guiones mal escritos que les rechazaron los productores de películas de ficción. Pero no puedo hacer que nada de eso ocurra. Centrar mi atención en ello no ayuda a nadie y me agota. Y no tengo que hacerlo.

En la oración de la serenidad pedimos a Dios que nos conceda "la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar, la valentía de cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría de conocer la diferencia". Confrontados con nuestras frustraciones y resentimientos, podemos pedir a Dios que nos muestre qué podemos cambiar o hacer ahora y que nos ayude a dejar a un lado lo que no podamos. Tal vez haya cosas que podríamos estar haciendo justo ahora, formas de ayudar a los demás, a esta situación o a nosotros mismos, que están esperando que les prestemos atención.

Por Jim Mac Dermoth. Publicado en America Magazine

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