¿Qué amigos necesitamos?

Una vez observé una reacción no verbal de un estudiante hacia otro en una clase sobre espiritualidad y psicología que estaba impartiendo.

La primera estudiante era una cristiana evangélica a la que le gustaba sentarse cerca del final de la clase. Le encantaba tomar la palabra, lo hacía apasionadamente y era propensa a la ira. El otro estudiante era un budista callado y reservado con mucha experiencia en la dirección espiritual que parecía listo para dar el siguiente paso, tanto espiritual como psicológicamente.

Cuando la primera estudiante realizaba una intervención estridente, el estudiante tranquilo hacía una mueca. Como él se sentaba delante, ella no podía ver su reacción a sus estallidos emocionales. Yo le vi, pero no dije nada porque creí que el tiempo todavía no era el propicio. Al final, la estudiante enfurecida se exaltó tanto por un asunto que estábamos tratando, que lanzó su bolígrafo a la pizarra y a punto estuvo de darme en la cabeza. Supe que el tiempo había llegado -irónicamente, para ambos-. Mi clase no era un campo de tiro y ese era también un momento de enseñar.

Más tarde aquel día, la primera estudiante vino a mí y se disculpó: "Estaba más allá del límite"- me dijo-. "¿Hay algo que pueda hacer con mis emociones?"

"Las emociones son un don", le dije. "Pero, ¿por qué no considerar algún consejo a corto plazo sobre cómo podarlas? Jesús habló sobre podar, ¿no? Cuando podas algo, no florece menos. Florece desde una mayor profundidad. Y así será un don todavía mejor no solo para ti sino también para aquellos que te rodean". Lo hizo y le ayudó a utilizar sus profundos sentimientos de una forma más constructiva. 

En el caso del estudiante budista, justo después de clase, cuando la expresión de su rostro evidenciaba la mayor incomodidad, le pregunté si podía quedarse un momento cuando todos se hubiesen marchado.

Cuando nos quedamos solos, le dije: "¡Ella es tu mentor espiritual!".

Me miró con sorpresa y me dijo: "Tendré que pensar sobre eso".

"No", le repliqué. "Ella ciertamente es tu mentor espiritual. No es algo sobre lo que haya que pensar. Es algo para practicar. Ella puede ser una poderosa guía espiritual para ti si se lo permites. Tiene mucho que enseñarte sobre ti mismo y sobre cómo y por qué reaccionas de la manera en la que lo haces." Sonreí y abandoné el aula. Necesitaba tiempo y espacio consigo mismo, no conmigo.

El Dalai Lama dijo una vez que aprende mucho de aquellos que difieren de él en sus puntos de vista y en estilo, e incluso de aquellos a los que no les gusta mucho. Le dicen lo que otros no le cuentan y se beneficia de sus puntos de vista. Lo mismo podemos hacer nosotros cuando nos encontramos con personas que nos parecen difíciles. Esto es especialmente crucial durante este tiempo de turbulentos debates religiosos, políticos y sociales.

Una vez que nos comprometemos a ver de una forma distinta a aquellos que discrepan de nosotros, surge una nueva pregunta: ¿Qué clase de amigos nos ayudarán a florecer? Creo que hay cuatro tipos de amigos que nos ayudan a ser resilientes, nos retan, nos apoyan y nos animan a vivir una vida espiritualmente rica.

El primer tipo de amigo es el profeta. A nadie le gustan los profetas. Henry David Thoureau una vez


escribió: "Si supiera con certeza que un hombre se dirige a mi casa con la voluntad deliberada de hacerme un bien, correría por mi vida". Sin embargo, el profeta nos pregunta: ¿Qué voces están guiando tu vida? El profeta nos reta a escuchar y luego discernir.

El segundo tipo de amigo es el animador. Esto es, el alma comprensiva que te anima y te permite ver el rostro amoroso de Dios. Si solo tienes profetas en tu vida, te quemarás. Si solo tienes animadores, no crecerás. Pero juntos equilibran amabilidad y claridad para nosotros.

El tercer tipo de amigo es el bromista porque, al pretender tomarnos a Dios en serio, a menudo nos equivocamos y comenzamos a vernos a nosotros mismos y a nuestras ideas y convicciones con demasiada seriedad, lo que es un peligro tanto para nosotros como para los demás. El bromista nos ayuda a cultivar el sentido del humor sobre nosotros mismos.

Por último, necesitamos al amigo inspiracional que nos llama a ser todo lo que podemos ser sin avergonzarnos por estar dónde estamos. El amigo inspiracional nos anima a sacar lo mejor de nosotros mismos.

Con estas cuatro voces en nuestra vida, verdaderamente podremos apreciar el proverbio africano: Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres ir lejos, ve acompañado.

Incluso si tu compañero de viaje te provoca muecas.

Por Robert J. Wicks. Traducido del National Catholic Reporter

Comentarios

Entradas populares