Chilla a Dios

¿Qué hace a una persona ser quién es? Obviamente, hay algunos antecedentes genéticos e históricos dados, pero cualquiera que conozca a familias sabe que, incluso entre gemelos idénticos, la herencia a menudo influye más en la apariencia externa que en la personalidad o el carácter.


Parece que nuestra vida es un proceso continuo de conversión en nuestro verdadero "yo": somos moldeados por nuestras respuestas a acontecimientos sobre los que tenemos diversos grados de control. Por lo tanto, algunas personas que sufren tragedias, enfermedades crónicas, heridas o discapacidad saben trabajar con su circunstancia, encontrando tal gracia que nunca habrían elegido evitar tal desafío. Otros que pasan por el mismo trance pueden quedar atrapados en la negación, gastar su energía en intentos de cambiar lo incambiable o transformarse en personas agrias y autoreferenciales. Ya seamos personas fuertes y sanas o ya estemos más afectados de lo normal por condiciones difíciles, el desafío personal, físico y espiritual que debemos afrontar cada uno de nosotros es la muerte, nuestra oportunidad definitiva para elegir como tratar con lo que no podemos controlar.

La lectura de hoy de la Carta a los Hebreos nos presenta a la forma en la que Jesús afronta circunstancias sobre las que no tiene ningún control. Él es el modelo de como ser y convertirse en plenamente humano, por lo que nos hará bien prestar atención a lo que esta carta nos cuenta.

Lejos de permitir que nos formemos una imagen de Jesús como el Hijo de Dios impasible, siempre con todo bajo control, que nunca sintió dolor ni elevó la voz, el autor de Hebreos escribe que "Él ofreció oraciones y súplicas con gritos, sollozos y lágrimas". Jesús tuvo que afrontar realidades que aparentemente le atemorizaron, acontecimientos que, de haber podido, hubiese evitado, que escapaban a Su control. ¿Cómo los afrontó? Jesús no dudó en rezar conocer los salmistas y los profetas, permitiendo a Dios conocer la precisa naturaleza y la intensidad de Sus quejas.

El autor de Hebreos realiza esta misteriosa afirmación: "Fue escuchado por Su reverencia". Gritar a Dios probablemente no sea la primera imagen que viene a la cabeza cuando pensamos en la reverencia, por no decir que difícilmente puede aparecer en una estampa santurrona de Jesús. Pero esta lectura, que sigue la narración de Marcos sobre la muerte de Jesús, describe a Jesús gritando a Dios. El autor de Hebreos describe "gritos, sollozos y lágrimas" como gestos de reverencia. ¿Qué nos está diciendo?

Hebreos llega a decir: "El Hijo aprendió a obedecer por medio del sufrimiento". La definición más básica del sufrimiento implica que es algo por lo que hay que pasar. El sufrimiento implica una pérdida de control. Además, aunque está lejos de ser obvio a primera vista, la palabra obediencia procede de palabras que significan escucha. Hebreos está describiendo una intensa disputa verbal entre Jesús y Dios. La obediencia a la manera de Cristo comienza a parecer algo mucho más apasionado que pasivo.

Esto conduce al Evangelio de hoy. Es fácil representarse a Jesús como un filósofo sereno cuando enseña a Sus discípulos sobre ser el grano de trigo y perder la vida. Nos aproximaremos más a la realidad si Le imaginamos enseñando a Sus amigos con la misma pasión con la que expresó Sus sollozos y lágrimas a Dios. Sabía que las cosas estaban entrando en una espiral fuera de control. Para afrontar lo que venía, buscó en las profundidades de Su ser, en las raíces de Su fe y en cada memoria que tenía de sentir la presencia de Dios. Se estaba embarcando en la prueba extrema de Su fe y Su obediencia Le condujo a aproximarse a los próximos acontecimientos como hechos por los que sería glorificado, el medio por el que llegaría a convertirse en Su verdadero "Yo": el Hijo que confiaba en Dios más allá de la razón humana.

Jesús llegó a esta posición como resultado de una larga práctica de escucha, de amor a Dios y de búsqueda de Su voluntad. Esta era la culminación de una vida de apasionado compromiso con Aquel que Él se atrevió a llamar Padre. La aproximación de Jesús a Su muerte y glorificación fue Su expresión definitiva de obediencia, de permitir a Dios ser el Padre que Le condujo a convertirse en más de lo que podía imaginar.

Este domingo, el último antes de la Semana Santa, Jesús nos invita a atrevernos a la obediencia: a imitar Su pasión por Dios. Jeremías habla de Dios escribiendo Su alianza en nuestros corazones. Eso ocurre solo en la medida en que se lo permitamos. Jesús demuestra que la obediencia es una opción siempre creciente por escuchar a Dios. Jesús nos muestra que vivir con este tipo de pasión no excluye gritos, sollozos, lágrimas y disputas emocionales con Dios al estilo de los profetas. La obediencia al estilo de Jesús no es sumisión pasiva, es una escucha activa, amorosa, apasionada, que nos conduce a ser más de lo que podríamos elegir o incluso imaginar.

Por Mary Mc Glone. Traducido del National Catholic Reporter

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