Permaneced en Mi amor y daréis frutos en abundancia (VI)

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Día VI

Génesis 18, 1-5. Abrahán recibe a los ángeles en el Roble de Mamre 

Apretaba el calor y estaba Abrahán sentado a la entrada de su tienda, cuando se le apareció el Señor en el encinar de Mambré. Al alzar la vista vio a tres hombres de pie frente a él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la entrada de la tienda y, postrándose en tierra, dijo: «Señor mío, será para mí un honor que aceptes la hospitalidad que este siervo tuyo te ofrece. Que os traigan un poco de agua para lavar vuestros pies, y luego podréis descansar bajo el árbol. Ya que me habéis honrado con vuestra visita, permitidme que vaya a buscar algo de comer para que repongáis fuerzas antes de seguir vuestro camino». Ellos respondieron: «Bien, haz lo que dices». 

Marcos 6, 30-44. La compasión de Jesús por las multitudes 


Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le comunicaron todo lo que habían hecho y enseñado. Jesús les dijo: «Venid aparte conmigo. Vamos a descansar un poco en algún lugar solitario». Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba ni tiempo para comer. Así que subieron a una barca y se dirigieron, ellos solos, a un lugar apartado. Muchos vieron alejarse a Jesús y a los apóstoles y, al advertirlo, vinieron corriendo a pie por la orilla, procedentes de todos aquellos pueblos, y se les adelantaron. Al desembarcar Jesús y ver a toda aquella gente, se compadeció de ellos porque parecían ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas. Como se iba haciendo tarde, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Se está haciendo tarde y este es un lugar despoblado. Despídelos para que vayan a los caseríos y aldeas de alrededor a comprarse algo para comer». Jesús les contestó: «Dadles de comer vosotros mismos». Ellos replicaron: «¿Cómo vamos a comprar nosotros la cantidad de pan que se necesita para darles de comer?». Jesús les dijo: «Mirad a ver cuántos panes tenéis». Después de comprobarlo, le dijeron: «Cinco panes y dos peces». Jesús mandó que todos se recostaran por grupos sobre la hierba verde. Y formaron grupos de cien y de cincuenta. Luego Él tomó los cinco panes y los dos peces y, mirando al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los fue dando a Sus discípulos para que ellos los distribuyeran entre la gente. Lo mismo hizo con los peces. Todos comieron hasta quedar satisfechos; aun así se recogieron doce cestos llenos de trozos sobrantes de pan y de pescado. Los que comieron de aquellos panes fueron cinco mil hombres.

Meditación 

Cuando nos dejamos transformar por Cristo,  Su amor crece y da fruto en nosotros. Acoger al otro es una forma concreta de compartir el amor que está dentro de nosotros. 

A lo largo de su vida, Jesús acogió a todos los que encontró. Los escuchó y se dejó tocar por ellos sin tener miedo de su sufrimiento. 

En el relato de la multiplicación de los panes, Jesús se conmueve y siente compasión después de ver a la multitud hambrienta. Él sabe que toda la humanidad necesita ser alimentada, y que solo Él puede satisfacer realmente el hambre de pan y la sed de vida. 

Pero no desea hacer esto sin Sus discípulos, sin contar con ese poco que ellos podían ofrecer: cinco panes y dos peces. 

Incluso hoy nos llama a ser colaboradores suyos en su incondicional preocupación por los demás. A veces, algo tan pequeño como una mirada amable, un oído atento o nuestra presencia es suficiente para que una persona se sienta acogida. Cuando le ofrecemos nuestras pobres habilidades a Jesús, Él las usa de una manera sorprendente. 

Entonces experimentamos lo que hizo Abrahán, porque es dando que recibimos, y cuando acogemos a los demás, somos bendecidos en abundancia. 

Es Cristo mismo a quien recibimos como invitado. La regla de Taizé en francés e inglés (2012) p. 103 

¿Encontrarán en nosotros las personas que acogemos día a hombres y mujeres radiantes con Cristo, nuestra paz? Las fuentes de Taizé (2000) p. 60 

Oración 

Jesucristo, deseamos acoger a los hermanos y hermanas que están con nosotros. Sabes que frecuentemente nos sentimos impotentes ante su sufrimiento, sin embargo, Tú siempre te adelantas y los acoges con compasión. Háblales a través de nuestras palabras, apóyalos a través de nuestros actos, y deja que Tu bendición descanse sobre todos nosotros.

Oración de los fieles 

El Señor, por medio de su evangelio, nos invita a dar fruto abundante y duradero (cf. Jn 15, 16b). Suba nuestra oración a Dios Padre todopoderoso, que quiere iluminar y salvar a todos los hombres. 

— Por los que han renunciado a cualquier porvenir humano en vista del reino de Dios, para que su gesto sea comprendido como respuesta generosa a la invitación de Cristo. Roguemos al Señor. 

— Por los gobernantes de las naciones, para que no sea el dinero lo único que los mueva en sus actuaciones y fomenten ante todo los valores humanos. Roguemos al Señor

 — Pidamos por los frutos de la Semana de Oración que estamos celebrando, para que el Señor nos conceda el don de la unidad de los cristianos. Roguemos al Señor. 

— Conscientes de que acoger a los demás es expresión de la caridad cristiana, pidamos por nuestros pastores, para que nos ayuden a hacer que nuestras Iglesias sean cada vez más acogedoras y nadie se sienta excluido en ellas. Roguemos al Señor.

— Pidamos por los cristianos, para que aprendamos a acogernos en nuestras diferencias, y podamos así trabajar por una diversidad reconciliada entre nuestras Iglesias. Roguemos al Señor. 

— Pidamos también para que descubramos en la Palabra de Dios la fuente de toda transformación social, y nos empeñemos en crear estructuras de solidaridad y justicia en las que sea respetada la dignidad de todo ser humano. Roguemos al Señor. 

 — Por nosotros mismos, para que tomemos en serio las palabras de Cristo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Roguemos al Señor. 

Dios todopoderoso y eterno, que por Tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo nos has dado el conocimiento de Tu verdad: mira con bondad al pueblo que te suplica, líbralo de toda ignorancia y de todo pecado para que llegue a la gloria del reino eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.



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