Enamórate, permanece en el amor y lo que amas lo decidirá todo

Solía encantarme escuchar a mi madre la historia de cómo ella y mi padre se encontraron y se enamoraron. La madrastra de mi madre concertó para ellos una cita a ciegas -que mamá se imaginaba que era un escenario con posibilidades entre mínimas y nulas de llegar a una buena salida-. A papá le convenció un "amigo" de su club deportivo que era en realidad el hermano de esa madrastra. Papá, un médico recién licenciado que raramente había acudido a citas, tenía más timidez que sospechas. Una cita fue suficiente para que ambos se diesen cuenta de que la relación tenía ese potencial "hasta que la muerte nos separe". Cultivaron ese potencial durante los siguientes 68 años.

Algunas historias vocacionales son así: amores a primera vista, o "siempre supe que quería ser ...". Otras pueden parecerse más a las de Samuel. Samuel, el equivalente de la época a un monaguillo,


cuando Dios le llamó, pensaba que su jefe le estaba mandando. Solo fue al tercer despertar que él y Elí se dieron cuenta de que debía responder como si fuese una llamada de Dios. Con aquello, el servicio infantil de Samuel se transformó en la vocación de ser el último de los jueces de Israel, el que elegiría a sus dos primeros reyes.

La clave de la historia de Samuel, la oración que proporcionaría la línea melódica para el resto de su vida, era "Habla, Señor, que Tu siervo escucha". El Salmo de hoy lo reitera con su "Aquí estoy, Señor, para hacer Tu voluntad". 

María, la madre de Jesús, abrazó su vocación con palabras similares: "He aquí la esclava del Señor", proclamando así su voluntad de entregarse plenamente a lo que fuese que Dios tuviese en mente para ella y, por medio de ella, para el mundo.

El Evangelio de hoy ofrece historias de vocación alternativas. El personaje que pasa más desapercibido en este episodio es Juan el Bautista. Era un profeta algo excéntrico que, por hacer simplemente lo que se sentía llamado a hacer, atrajo a grandes multitudes y no escasa fama. Completando su humilde afirmación de ser el precursor, Juan vio a Jesús, le llamó por un nombre misterioso, "Cordero de Dios", y envió a sus propios discípulos a seguir al que "viene detrás de mí".

Cuando los discípulos de Juan emprendían el camino que cambiaría sus vidas, Jesús se volvió hacia ellos y les formuló una de las preguntas más básicas que cualquier persona pensante debe plantearse: "¿Qué/ a quién buscáis?". Son las primeras palabras que Jesús pronuncia en este Evangelio y la pregunta que este Evangelio formula a cada lector.

Jesús más tarde formularía la misma pregunta a las personas que llegaron a detenerle en Getsemaní y a María Magdalena después de Su resurrección. En el jardín, Sus enemigos, definiéndolo solo por el lugar de origen, respondieron: "A Jesús de Nazaret". María, guiada por la convicción teñida de luto de que Jesús estaba muerto, simplemente preguntó: "Decidme donde le habéis puesto".

Los discípulos retratados en el Evangelio de hoy, los primeros que oyeron alguna vez a Jesús formular tal pregunta, respondieron preguntando: "¿Dónde vives?". Cuando aceptaron Su aceptación de "venir y ver", comenzaron su vocación al discipulado, que les llevaría toda la vida. Desde entonces, todo lo que hicieron tuvo relación con aprender a ver cómo lo hacía Jesús.

Pensemos o no en ello, nos imaginemos o no a Jesús preguntándonoslo, todo lo que hacemos responde a la pregunta de Jesús: "¿Qué buscáis?".

El filósofo norteamericano Henry David Thoureau afirmó: "La gran masa de los hombres viven vidas de callada desesperanza", indicando aparentemente que creía que la mayoría de las personas nunca encuentran el objetivo de sus vidas o son incapaces de lograr alcanzarlo.

El santo jesuita Fray Pedro Arrupe ofreció una visión mucho más esperanzada. Afirmó que la esencia de la vocación humana es enamorarse con Dios. Escribió: "Aquello que amas, que captura tu imaginación, afectará a todo. Decidirá lo que te levanta de la cama por las mañanas, lo que haces por las tardes, cómo pasas los fines de semana, lo que lees, lo que sabes, lo que rompe tu corazón, lo que te impresiona y te llena de alegría y gratitud. Enamórate, permanece en el amor y lo que amas lo decidirá todo".

Es lo que les sucedió a los discípulos de Juan mientras seguían a Jesús a Su casa. Se enamoraron. Lo mismo le sucedió a Samuel cuando se dio cuenta de que su llamada procedía, no de Elí o de algún líder o héroe meramente humano, sino del Dios que le creó. Eso es lo que Pablo les está diciendo a los corintios cuando les dice: ¡Vuestro cuerpo, todo lo que sois, es para el Señor! ¡No lo deis por menos!

Las lecturas de hoy nos recuerdan que nuestra vocación más básica es a caer en el amor -con Dios y con todo lo que Dios ha creado para conducirnos a la vida divina-. Como Samuel y los discípulos, como las parejas que se casan, como toda persona que cree en su vocación, cultivar la decisión de amar llenará el resto de nuestras vidas -y más allá-.

Por Mary Mc Glone. Traducido del National Catholic Reporter

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