El camino de regreso a la fe

(II parte de "El camino de salida de la fe"). Por otro lado, Rhett confiesa: "No es que vaya a daros una filosofía conforme a la que viva ahora... que me proporcione comunidad, sentido y significado. No la tengo".

Estas cándidas reflexiones revelan la complejidad y la ambigüedad de la situación existencial de personas como Rhett, Link y tantos "no religiosos" entre nosotros. Algunos parecen estar experimentando un crecimiento personal y espiritual real. Al mismo tiempo, muchos están experimentando nuevas luchas psicológicas. De forma notable, la tendencia a la desafiliación religiosa ha ido en paralelo a un incremento de la ansiedad, la depresión y otras cuestiones de salud mental. Aunque siempre es peligroso asumir causalidad a partir de una correlación, existe una abundante investigación en el campo de la psicología (por ejemplo, la de Victor Frankl y la de Aaron Antonovsky) que demuestra los efectos perniciosos de la falta de sentido en la salud mental y en el bienestar general de la persona, especialmente en tiempos de crisis como el momento presente. La etiqueta de los podcast de Nomad podría muy bien ser el lema de las generaciones actuales más jóvenes: "Tropezando en medio del salvaje postcristianismo, buscando señales de esperanza".

Sin minusvalorar de ninguna manera sus luchas, Rhett termina su historia con una nota esperanzadora:

Creo que estamos llegando a una especie de cambio de gigante que está sucediendo culturalmente, y creo que podremos llegar al mismo en algún momento. Pero, justo ahora, no existe para mí. Pero lo que existe es una apertura, es esa curiosidad. Escucha, todavía pienso que la creencia en Dios es muy razonable. Creo que la idea de que el universo tiene un sentido, de que se dirige hacia algún objetivo último, no solo es reconfortante sino que de alguna manera la siento, de nuevo siento, correcta para mí. Así que me llamaría a mi mismo un agnóstico esperanzado, queriendo decir que no sé, pero espero.

Un futuro nuevo orden

Rhett tiene buenas razones para esperar. Mucho antes de que los Ear Biscuits compartiesen sus ideas, mucho antes de que las deconstrucciones de la fe comenzasen a ser tendencia, los investigadores y académicos reconocieron las primeras señales de esta tendencia, pero también reconocieron las señales incluso más tempranas de un giro cultural subsiguiente de la clase que Rhett parece haber intuido. Por ejemplo, el teólogo jesuita Bernard Lonergan una vez observó: "La segunda fase del significado es desvanecerse y una tercera está a punto de tomar su lugar".

Esta observación sobre tres fases o evoluciones en la conciencia humana emerge repetidamente en investigaciones de diversas disciplinas. Tal vez la formulación más clásica aparece en los escritos del filósofo francés Paul Ricoeur, quien escribió en 1960 acerca de una "primera inocencia" o "primera ingenuidad", seguida de una fase crítica, a la que le seguiría en cambio una etapa de una "inocencia deseada" o "segunda inocencia". Autores espirituales bien conocidos como Ronald Rolheiser, OMI, y Richard Rohr, OFM, también apreciaron estas tres formas de conciencia interviniendo sobre las vidas espirituales de las personas contemporáneas.

A la conciencia naive que marca a los individuos y las culturas en las fases tempranas de su desarrollo, le sigue una segunda fase caracterizada por la emergencia del pensamiento crítico y a menudo acompañada de un rechazo de significados simbólicos como aquellos contenidos en los textos sagrados, doctrinas y rituales religiosos. La desafiliación religiosa y un creciente vacío de significado de la clase de la que estamos siendo testigos son las consecuencias predecibles de que un amplio segmento de la población se mueva a esta forma crítica de conciencia. Muchos de aquellos que se han movido a esta conciencia crítica asumen que es el punto final del desarrollo psicológico humano, pero la investigación de psicólogos como James Fowler y Robert Kegan y las décadas de experiencia en la dirección espiritual de guías como Rolheiser y Rohr ofrecen un relato diferente: la conciencia crítica no es el punto final sino, al menos para algunos, el punto intermedio de su itinerario espiritual.

Más allá del sentido crítico, emerge una forma "postcrítica" de conciencia en la que uno llega a una nueva apreciación del sentido religioso. En contraste con la creencia naive de la primera fase, los pensadores postcríticos no aceptan ciegamente las creencias de su comunidad. En cambio, exploran las enseñanzas y prácticas religiosas con los ojos bien abiertos, esto es, utilizando métodos críticos y preguntas, pero desde la conciencia de los límites de la razón ante el misterio. Al mismo tiempo que son capaces de identificar distorsiones y supersticiones en las tradiciones religiosas, también reconocen la profundidad de significado al que se accede en las tradiciones religiosas y son capaces de apropiarse de ese significado de una manera intencionada.

Así como podemos reconocer a figuras como Voltaire o Kant como la vanguardia del pensamiento crítico, así también hoy podemos reconocer entre nosotros a personas que encarnan esta evolución posterior hacia la conciencia postcrítica. Tales personas saben lo que creen y tienen buenas razones para creer, a menudo desarrolladas duramente a lo largo de un período de exploración y constante crítica y autocrítica. Tienen una capacidad excepcional para apreciar las paradojas y sobrellevar las tensiones y por esa razón no sienten miedo ante las preguntas difíciles o los encuentros con personas con perspectivas diversas.

En su libro Conversión cristiana, Walter Conn nos presenta a Thomas Merton como ejemplo,


apoyando su hipótesis con un análisis psicológico profundo del desarrollo de la fe del famoso monje trapense. Que personas como Merton hayan pasado por la fase crítica y hayan emergido con una fe más profunda podría proporcionar algún ánimo a personas como Rhett, que no pueden volver, de una forma intelectualmente honesta, a la fe ingenua de su juventud y sin embargo se encuentran esperando algo más que una cosmovisión religiosa deconstruida.

¿Cómo deberían responder las comunidades cristianas?

La investigación anterior sugiere que la deconstrucción puede no ser el episodio final en la historia de personas como Rhett y Link. Muchos de aquellos que han abandonado sus iglesias (aunque ciertamente no todos) expresan un anhelo de algo más y tanto la investigación psicológica como la experiencia de algunos cristianos postcríticos sugieren que en efecto hay algo más aguardándoles. Dicho esto, la recuperación de la fe no es de ninguna manera el resultado inevitable. Mucho depende del apoyo que los buscadores reciban de las comunidades cristianas y de otros lugares.

El papa Francisco parece haber realizado la lectura correcta de la situación cuando llama a las comunidades cristianas a ser comunidades de "acompañamiento". En "Christus Vivit", la exhortación apostólica postsinodial a los jóvenes, el papa explica que tales comunidades de acompañamiento evitan "juzgarles continuamente o exigirles una perfección más allá de sus años" (nº 243). En cambio, se comprometen en un proceso de acompañamiento que es "gradual, respetuoso, paciente, esperanzado, incansable y compasivo" (nº 236). Como Jesús caminando con Sus discípulos en el camino a Emaús, sugiere Francisco, los católicos deberían caminar con aquellos que están intentando encontrar sentido a sus experiencias, formular preguntas y escuchar pacientemente, animándoles a interpretar sus experiencias a la luz de la Escritura y respetar su libertad para elegir su propio camino (véase nº 237).

El papa Francisco ofrece una visión de las comunidades católicas en las que todos sus miembros son alimentados y tratados como adultos maduros más que como niños que han de ser controlados y protegidos. En otras palabras, está apuntando en la dirección de convertirse en comunidades de cristianos postcríticos más que naive, comunidades en las que reconocemos y respetamos el trabajo difícil, a menudo caótico, de encontrarle un sentido a la vida y a la fe en la sociedad contemporánea. Sencillamente, no hay otra opción en la era de la deconstrucción, no es posible un regreso a tiempos precríticos. El único camino hacia delante es recoger el guante de la interrogación y de la crítica porque, si las personas no encuentran un espacio habitable para su búsqueda dentro de la Iglesia, lo buscarán fuera. Muchos ya lo han hecho.

Es por lo tanto una tarea urgente que nuestras comunidades católicas consideren como pueden crear espacios para la búsqueda, el cuestionamiento y el significado. Afortunadamente, ya existen algunos modelos. Hay programas de evangelización parroquiales que se han mostrado efectivos en atraer a nuevos feligreses al cristianismo y en despertar una fe más consciente en cristianos "de toda la vida". La clave de su efectividad es albergar un diálogo abierto y honesto sobre las grandes preguntas de la vida y de la fe, típicamente después de romper el hielo con una comida compartida.

Las pequeñas comunidades incluidas en movimientos eclesiales laicos ofrecen otra oportunidad para que los católicos se apoyen en una exploración crítica de la fe. Por ejemplo, la práctica de los miembros de Comunión y Liberación de reunirse semanalmente en pequeños grupos para comprobar la verdad del Evangelio en su experiencia vivida, siguiendo el método del fundador del movimiento, monseñor Luigi Giussiani. En estas pequeñas comunidades, los miembros tratan de la enseñanza católica con seriedad y respeto en una atmósfera en la que el pensamiento crítico no es meramente tolerado sino esperado. En estos encuentros, no es infrecuente escuchar historias de miembros que crecieron críticamente o se apartaron de la Iglesia pero después regresaron. Escuchar tales historias de retorno -historias que encarnan la misma profundidad de autenticidad y honestidad brutal que se ejemplifican en los relatos de Rhett y Link, algunas tocando las mismas cuestiones- es crucial para preparar un camino hacia la reintegración en la comunidad cristiana.

La formación parroquial en la fe y la educación católica también pueden proporcionar un apoyo vital a los jóvenes cuando intentan dar sentido a la fe en la sociedad postmoderna. Pastores como el reverendo James Mallon, el autor de Divina Renovación, han transformado exitosamente la preparación a la confirmación en una experiencia significativa y revitalizadora. Las sedes de Comunión y Liberación ofrecen pequeñas comunidades para estudiantes de instituto siguiendo el mismo método utilizado en grupos adultos.

Por mi parte, he presentado en otras ocasiones una visión del tipo de educación religiosa capaz de encontrar las necesidades y los retos de promover una fe significativa y resiliente en una cultura de conciencia crítica. Esta aproximación imita el modelo de Jesús: poner en movimiento las mentes de su audiencia por medio de preguntas provocadores, de imágenes e historias, que les conduzcan a reimaginar el mundo de una manera mejor alineada con el Reino de Dios y lanzando a una decisión personal de vivir en esa visión. Adopten las comunidades católicas esta visión u otra próxima, es imperativo reconocer y dirigirse a la presente necesidad de las personas de apoyo en la búsqueda del sentido de la vida en un mundo pluralista, rápidamente cambiante y a menudo abrumador.

La tendencia a la deconstrucción de la fe continuará. Las comunidades cristianas pueden criticar y resistir esta tendencia, en cuyo caso solo conseguiremos poner a más gente fuera, en la oscuridad en la que es menos probable que encuentren el agua dadora de vida de la que están sedientos. O podemos caminar con ellos por las durezas de la desilusión y de la duda -como hizo Jesús con los dos discípulos camino de Emaús- en la esperanza de que finalmente, en palabras de T.S. Elliot, "llegaremos donde comenzamos y conoceremos el lugar por primera vez".

Por Patrick Manning. Traducido de America Magazine

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