Humildes para aprender y rectificar como San Ignacio

A primera vista, la escena de 1609 parece lo suficientemente corriente: un profesor de pie en una tarima frente a su clase. Tres bancos frente a largas mesas abarrotadas por alrededor de quince jóvenes estudiantes forman una U frente al maestro. Los niños parecen inquietos y distraídos. Algunos tienen los libros abiertos; la mayoría no.


Debajo de la imagen, se lee una leyenda en latín: "En Barcelona, a la edad de 33 años, para entrenarse para la salvación de las almas,

Él es Íñigo López de Oñaz y Loyola o, como se le conoce hoy,

Ignacio pasó

Según la biografía del jesuita Fray George Traub y de Debra Muney, Ignacio solo había pasado unas pocas semanas en Tierra Santa cuando

Me pregunto lo que pasó por la cabeza de Ignacio aquel primer día de clase.

Sé cómo me habría sentido en tal situación: perfectamente bien, porque me habría marchado de inmediato a dar una vuelta o a echarme la siesta. De ninguna manera me habría humillado de aquella manera.

La humildad es una virtud que no siempre se comprende bien.

Ignacio ciertamente no era alguien tímido ni temeroso de destacar. Su propia versión de la humildad me recuerda una cita del clásico espiritual de Drag Hammarskjold, "

Ignacio en la clase de Barcelona no se preocupó por las comparaciones; no miró al aula, vio a los niños que le rodeaban y dijo "De ninguna manera puedo estar aquí entre ellos".

Disponerse a aprender entre niños no es el único elemento de la humildad de Ignacio en esta historia. También me mueve la forma en la que decidió volver a empezar tras recibir desánimo en Tierra Santa. Se había sentido impulsado y listo para la misión hasta que

Su camino es un gran modelo para todos nosotros hoy, especialmente

Esta fiesta de San Ignacio, rezo para desarrollar una mayor humildad ignaciana en mi vida de familia y de trabajo -

Por Mike Jordan Laskey. Traducido del National Catholic Reporter

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