La viga, la paja y la estatua

"La historia la escriben los vencedores", se nos dice y, por supuesto, en cierto sentido es verdad. Pero en realidad la historia la escriben los historiadores y sus interpretaciones y reinterpretaciones de los acontecimientos cambian. Por eso un personaje histórico consecuente, como la reina Isabel I o el emperador Maximiliano I de Habsburgo o Abraham Lincoln, necesita muchos biógrafos. Por eso cada nueva generación de aquellos pueblos cuya historia está ligada a aquellas grandes figuras históricas debe revisitar sus vidas y dirigirles nuevas preguntas. Por eso, con el tiempo aprendemos que sus fallos eran a menudo tan grandes como sus logros.


Las estatuas forman parte del relato histórico y tienden a ser solo ligeramente menos mudables que los cambios historiográficos. Sir William Francis Butler fue aparentemente la primera persona que escribió en inglés que "es el vencedor el que escribe la historia y cuenta a los muertos", y el relato es instructivo. Se estaba refiriendo al desconocido número de miembros del clan Gordon asesinados en la batalla de Culloden de 1746, el último intento serio de que tomasen la corona británica los católicos Estuardo. Los Estados Unidos tienen pueblos nombrados según el vencedor de la batalla, el duque protestante de Cumberland, que prestó su nombre a montañas y a un paso montañoso, así como al condado Prince William en Virginia. Hay condados de Cumberland en Maine, Nueva Jersey y Carolina del Norte.


En Inglaterra, su reputación declinó con el incremento del interés por la historia y la literatura escocesa (así como por la disminución de la percepción de la supuesta amenaza del catolicismo) y una estatua suya en la Plaza Cavendish de Londres fue retirada en 1868, menos de 100 años después de su erección. Para entonces, Cumberland ya no era un héroe protestante sino el "carnicero de Culloden".


A finales del siglo XIX, los británicos estaban dispuestos a derribar las estatuas del duque pero no hubo el menor esfuerzo, ni podría haberlo habido, por retirar su nombre de tierras norteamericanas donde el anticatolicismo todavía era pronunciado. Era la época de las "enmiendas Blaine" contra la inmigración irlandesa e italiana, que pretendían evitar todo apoyo público a las escuelas católicas. Los católicos seguían siendo discriminados por costumbre en los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX. La Ley de Educación Obligatoria de Oregón, un intento apenas velado de cerrar las escuelas católicas, fue aprobada en 1922, con el apoyo de los masones de aquel estado y del Ku Klux Klan. Seis años más tarde, cuando Al Smith se convirtió en el primer católico en competir por la presidencia de los Estados Unidos, sectores protestantes distribuyeron panfletos en Florida que decían: "Si es elegido presidente, no se te permitirá tener o leer la Biblia".


Por eso, cuando los Caballeros de Colón erigieron una estatua a Fray Junípero Serra en lo que ahora son los suburbios de Los Ángeles en 1932, una estatua que fue derribada la semana pasada, al igual que cuando erigieron estatuas a Cristobal Colón a lo largo del país a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, estaban realizando un gesto simbólico contra el Ku Klux Klan y su nativismo. Estaban diciendo que había raíces católicas en América del Norte, algunas de ellas tan antiguas como las protestantes. Estaban diciendo que los italoamericanos y los mexicano-estadounidenses pertenecían a este país tanto como los americanos que procedían de tierras protestantes.


Vandalizar una estatua erigida por tales razones es tan objetable como tirar al Tíber la estatua de la Pachamama en el Sínodo del Amazonas del año pasado. Si hemos de debatir si Serra y Colón todavía se merecen un lugar en el reconocimiento público estadounidense, hablemos, no destruyamos las estatuas. Recordemos que lo que unos ven como objetable, tal vez otros lo vean como laudable, y no necesariamente porque sean racistas.


Cuatro años después de que la estatua de Serra se erigiese en Los Ángeles, se levantó una estatua de Jefferson Davis en la rotonda del capitolio estatal en Kentucky. No hay que decir que no se levantó una estatua de semejante personaje para rechazar al KKK, de hecho no hay explicación posible de dicha estatua que no incluya una defensa del supremacismo blanco. Tampoco podemos excusar las ideas de Davis diciendo que eran ampliamente defendidas en su tiempo: en los años sesenta del siglo XIX, cuando Davis dirigió la Confederación, la mayor parte del mundo ya había reconocido que la esclavitud era una institución maligna.


Deploro el vandalismo, pero nadie debería derramar una lágrima por la caída de estatuas de la Confederación erigidas para anular la emancipación de los negros americanos que había logrado la Guerra Civil. Desde ambos puntos de vista, la biografía del personaje y los motivos de los constructores de estatuas, los monumentos a Davis deben ser retirados.


Serra llegó bastante tarde a la conquista espiritual de México, una conquista que estuvo marcada por la violencia desde el principio hasta el final. Si fuese una persona indígena, sentiría un enorme resentimiento hacia Serra y sus hermanos frailes porque su llegada marcó el inicio de un genocidio cultural. No cabe negación aquí. Serra, por supuesto, no lo vio así y no porque odiase a los indígenas americanos. No lo hizo. Es una de las paradojas de la evangelización de América que fue irreflexiva y paternalista hasta el extremo, pero nadie que haya leído algo al respecto puede dudar de que los frailes creían estar ayudando a los indígenas a su cargo, que sinceramente les amaban, y que muchos de los indígenas de aquel tiempo les amaban a ellos.


Por ejemplo, cuando a finales del siglo XVI, según la Historia Eclesiástica Indiana escrita en aquel tiempo por Fray Jerónimo de Mendieta, los padres dominicos asumieron la misión en Cuauhtinchan, los nativos se rebelaron. Destruyeron la ornamentación de la Iglesia e intentaron matar de hambre a los padres dominicos negándose a proporcionarles alimentos. ¿Por qué? Exigían la vuelta de los padres franciscanos que les habían convertido en primer lugar.


No soy experto en las misiones californianas, pero por lo que sé de las misiones allí y más en general sobre las interacciones entre los blancos europeos y los pueblos nativos, por problemáticas que fuesen las cosas con las misiones católicas, mucho peor fueron cuando los "americanos" de habla inglesa llegaron y secularizaron las misiones. La historia de la conquista española fue a veces brutal, pero solo los ingleses adoptaron un enfoque orientado a la exterminación.


Serra evangelizó de formas que jamás pensaríamos en hacer hoy, pero nos engañamos a nosotros mismos si creemos que, de haber vivido en su tiempo, hubiésemos actuado de una manera extremadamente diferente a la que él empleó. Una cosa es caer en el relativismo moral, defendiendo lo que sabemos que está mal, y otra en el juicio anacrónico de la responsabilidad personal de alguien, exigiéndole el progreso moral que solo hemos alcanzado en nuestro tiempo, para convertirlo en un mal tipo. Es erróneo derribar la estatua basándonos en los propios méritos del homenajeado, y lo es todavía más si consideramos las razones por las que se erigió la estatua en primer lugar, para demostrar que los católicos de origen español o hispano forman parte constituyente de la historia de Estados Unidos.


Es un hecho extraño de la cultura occidental que si bien asentimos cuando se nos dice que los
vencedores escriben la historia y vemos como lo más probable que su imagen sea conservada en piedra o en estatua, sin embargo la imagen más común del arte occidental no es una imagen de victoria: la Cruz no representa la victoria humana. Las estatuas del Señor Resucitado o de la tumba vacía no son desconocidas, pero palidecen en comparación con el enorme número y diversidad de imágenes de la Cruz. Más aún, es remarcable que es esta imagen del Crucificado la que ha movido con tanta frecuencia los corazones de los siervos en Rusia, de los esclavos en Alabama y de los indígenas de Chiapas. También es remarcable que las imágenes de Su madre haya encontrado un lugar tan prominente en la devoción espiritual de los pobres a lo largo de la historia.


El lunes el Evangelio del día procedía del capítulo séptimo de Mateo:


Jesús dijo a Sus discípulos: "No juzgues y no serás juzgado. Porque como juzgues serás juzgado y con la vara con que midas serás medido. ¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano, pero no percibes la viga en tu propio ojo?



En nuestra sociedad multicultural, necesitamos invitarnos unos a otros a hablar de lo que es paja y de lo que es viga. El impulso puritano en Estados Unidos a menudo viste el disfraz de la reforma moral, desde los juicios a las brujas de Salem en los años 1690 hasta la ley seca en los años 1920, pero el Evangelio apunta en una dirección diferente. Aquellos de nosotros que somos cristianos blancos tenemos el deber moral de empatizar con la tristeza que siente una persona indígena cuando ve una estatua de Colón o de Serra, pero nadie está obligado a aplaudir el anacronismo histórico. El vandalismo de las estatuas debe parar. Y todos deberíamos tener la humildad de contemplar el siguiente hecho: ninguno de nosotros sabe qué cosas que hacemos ahora serán vistas, dentro de doscientos o trescientos años, como bárbaras o inhumanas.

Por Michael Sean Winters. Traducido del National Catholic Reporter

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