Crear, recrear, inventar: orar

Tanto funcionar estos días con medios informáticos, audiovisuales… repetición sin más. Llega un momento en que la oración sabe a metálica. Es como cuando se reza el rosario en algunas parroquias, grabado en una cinta, o se oyen las canciones a través de altavoces. Necesito mucho cuidado para que no se me convierta en rutina, como quien oye llover siempre de la misma forma.
Muchas veces, recitamos las oraciones como retahílas y manifestamos nuestras creencias de memoria. No vivimos ni expresamos una fe íntima, vital, profunda, convencida.
Necesito orar, celebrar, cantar sin prisa. Siendo consciente de lo que digo y canto. Que mi fe brote del corazón Necesito: conocer a Jesús, creer en Él, vivirlo personalmente.
Hay veces que hago la experiencia y simplemente con una palabra, con una frase puedo estar saboreándola durante media hora. Es difícil llegar a finalizar un padre nuestro.
Para ello, me sirve el intentar crear: sí, hacer nueva la oración. El otro día me recomendaban orar escribiendo. Y me va bien. Oro dejando que mi corazón se exprese y se expanda.
Otras veces me dedico a recrear: quizás lo que más me gusta: no soy capaz de repetir mecánicamente las mismas palabras, las mismas fórmulas, las mismas oraciones. Prefiero ir recreando, cambiando, inventando, haciendo yo mías esas frases, esas palabras y como quien saborea un dulce, estar tranquilamente gustando esas expresiones. Esto me ocurre muy a menudo en la celebración de la eucaristía: me cuesta mucho ceñirme a las fórmulas del misal. Prefiero ir rehaciendo y diciendo con mis palabras eso que expresa la oración del misal.
Sin pensar, sin darle vueltas, ir simplemente gustando una y mil veces esa experiencia. Vamos, que me recuerda el dicho que define a la oración “como estar a solas muchas veces tratando de amistad con quien sabemos nos ama”. Me sobran palabras.
Es como tomar el sol una mañana cálida sin exceso de calor, deleitándome en el sol que me acaricia.
Cuando soy capaz de hacerlo con algún salmo, ahí disfruto, repito –sin prisas– una y mil veces la frase. Lo mismo que palabras y frases del evangelio. Otro filón lo encuentro en poesías que son ricas en contenido. Y sabor.
Si encima parto de una realidad, de una situación, de un hecho que estoy viviendo y lo contemplo con Jesús, eso me va transformando el corazón y me lleva a actuar a su estilo.
Me da mucho miedo el repetir, prefiero una oración personal, comunitaria que me lleva a crear, recrear e inventar. Lo importante es que sea una experiencia viva de Jesús.
Que transforme mi corazón y mi vida hacia los valores del reino.

Gerardo Villar. Publicado en Fe Adulta

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