Comenzar por el principio

"En el comienzo era el Verbo" (Juan 1:1).

Aristóteles, uno de los pensadores más sistemáticos entre los antiguos griegos, escribió que "un pequeño error en el comienzo es un gran error en el final". La frase se refiere a la necesidad de determinar cuidadosamente los primeros principios y las asunciones básicas de cualquier sistema de pensamiento. Un error o una debilidad en el punto de partida dejará sin valor los desarrollos subsiguientes y las conclusiones que se alcancen en el sistema.

Juan el evangelista, reverenciado en el pensamiento cristiano como el más teológico y místico de los escritores del Evangelio, utiliza la palabra griega logos para expresar la idea de que Jesucristo es la Palabra de Dios, el plan esencial y la razón subyacente en el cosmos, el marco de cada criatura creada. Jesús es la gramática que da sentido a la estructura de la realidad que revela el diseño de la naturaleza y el significado de la existencia humana.

En las tres cartas atribuidas a Juan, el autor defiende categóricamente la afirmación de que Jesús es la Palabra encarnada. Condena a los maestros apartados que niegan o bien la humanidad de Cristo o bien Su divinidad, sembrando las semillas de las herejías posteriores, como el docetismo o el arrianismo, que condujeron a los primeros concilios de la Iglesia. Equivocarse en tales términos sobre Jesús era perder el mensaje fundamental del Evangelio -que la Encarnación transforma la humanidad, abriéndola a un destino divino-.

El prólogo, como los discursos hacia el final del Evangelio de Juan, es una manifestación majestuosa sobre quién es Jesús y por qué aceptarle como el principio organizativo de nuestras vidas es la clave para la plena madurez humana y el desarrollo espiritual. No hay otra teoría de la autorrealización, ningún plan de autoayuda, ningún programa teológico o filosófico que pueda dirigirse al anhelo más profundo del corazón humano o prometer una forma de vida en la que el amor venza a la muerte.

¿Por qué es tan importante? En la víspera de Año Nuevo, tradicionalmente terminamos un año y comenzamos otro. Nos "reiniciamos", decidiendo vivir de una forma más auténtica y plena de sentido. El evangelista Juan nos invita a iniciar la página en blanco ante nosotros con las palabras "En el comienzo era el Verbo" y a convertir a Jesucristo en el principio organizativo de los próximos doce meses de nuestras vidas. Nuestras historias sucederán y quedarán formadas por las actitudes, objetivos y prioridades que seleccionemos de entre las normas e influencias culturales que nos rodean. Cultivar una conversación íntima con Dios al comienzo de nuestro día, practicar una consciencia atenta de la presencia de la gracia en todas las cosas y en cada encuentro, son maneras de permitir que la Palabra hable a nuestros corazones sobre lo que da vida y coraje a nuestra existencia.

El prólogo (versos 1-14) es una oración que merece ser aprendida de cabeza y de corazón, conociendo el logos que nos re-crea cada día en la imagen de Dios, que ilumina nuestro camino en la oscuridad y en el peligro, que nos enseña cómo transformarnos en nuestra verdadera identidad, llenos de gracia y de verdad.

Nos decimos unos a otros: "Feliz Año Nuevo". Pero podemos hacer que suceda para nosotros mismos en 2020. Y si sucede para nosotros, sucederá de alguna manera para cuantos nos rodeen en el año que tenemos por delante.

Por Pat Marrin. Traducido del National Catholic Reporter

Comentarios

Entradas populares