Lugares delgados en el espacio entre

Mucho sucede en el espacio entre. Donde yo termino y tú comienzas. Donde el día termina y comienza la noche. Donde nosotros terminamos y Dios comienza.


Crecí a pocas manzanas de la puesta del Sol en San Francisco. El espacio entre la avenida 39 y el océano parecía al mismo tiempo interminable y aquí, justo aquí. Estaba en él, era llevada a él y me alojaba en su "todavía". Estaba fuera de él, anhelándolo eternamente, nunca consumida en él. 


La espiritualidad celta llamaba a este espacio entre un "lugar delgado", donde la tierra y el cielo se encuentran. Los celtas creían que el tiempo no era lineal, sino espiral. Este lugar no estaba simplemente más allá del tiempo, sino también más allá del espacio y en realidad reformulando el espacio.


Los lugares delgados para mí han sido lugares reales en los que he sentido la presencia de Dios más intensamente -puestas de Sol en la costa norte de California, senderos en el Camino de Santiago, el 3014 de la Calle de Santo Tomás de Nueva Orleans-. Los lugares delgados también han sido momentos -cada mañana en torno a las 3:30 de la mañana, el primer, el segundo y el tercer sorbo de mi café recién preparado, cuando escucho la frase "Oremos", cuando oigo el silencio o cuando veo la risa que emerge del rostro de mi hija-. Los lugares delgados crean un hogar para el espacio entre nosotros, este misterio que nos envuelve.


El espacio entre nosotros es inherentemente comunitario aunque hablemos de la experiencia utilizando principalmente los sonidos disonantes del "yo". Mi familia disfrutó de una semana de oración, reflexión y comunidad con la comunidad de Iona en el verano de 2013. En peregrinos de todo el mundo a menudo resuena la reflexión del fundador. George MacLeod se refirió a Iona como un "lugar delgado en el que solo un papel de seda separa lo material de lo espiritual". Buscaba quietud, solaz, pertenencia en una comunidad de buscadores de la fe que, como cualquier buena puesta de sol, viviese hermosamente en el sueño de su realización día tras día. La comunidad estaba compuesta de diferentes individuos cada día, pero la misma comunidad de voces, de intenciones, de deseos se hace presente una y otra vez. En un lugar delgado, mucho puede suceder sin que aparentemente nada cambie. En realidad, es en el cambio que el espacio entre adquiere su carácter, define sus contornos, su naturaleza elusiva.


Los lugares delgados también pueden ser tiempos en el año -esta semana comienza un tiempo elusivo para nosotros-. Mientras los días se acortan y la oscuridad parece llegar antes, celebramos Halloween, el Día de Todos los Santos, el de los Fieles Difuntos y el Día de los Muertos. (Supongo que podría hacer un receso y hablar de mis santos favoritos. Pero no lo haré. Dejadme ser clara: amo a muchos y mis favoritos son Bernardette Soubirous, Ignacio de Loyola y ahora Óscar Romero).


El espacio entre la vida y la muerte parece inminente, misterioso y extrañamente seductor. Dejadme ser más exacta: el espacio entre la nada y el nacimiento y el espacio entre la respiración y la muerte parece extremadamente delgado, tal vez demasiado oscuro para algunos, tal vez excesivamente frágil para otros. La vida no es el antónimo de la muerte, lo es el nacimiento. La vida es todo ello, especialmente los lugares en los que yo termino y tú comienzas.


Amo como marcamos el tiempo, recordando torpemente como fue el pasado, como si nuestras raíces históricas hubiesen adoptado algunos momentos concretos. Confiamos en que todos esos hombres y mujeres santos hayan ido delante nuestra y buscamos su consejo. Pero la sombra de esa gracia nos conduce a la incerteza y al miedo -por un lado, jugamos con la muerte; por el otro, rezamos con y por los muertos-.


¡Gracias a Dios que intentamos mostrarnos juguetones con aquello que nos aterroriza! Seamos directos y afrontemos nuestro temor a la cara. Vistámonos como fantasmas para darnos los unos a los otros una experiencia "real" de lo desconocido que nos ayude a cultivar oídos que escuchen la invitación del Evangelio: "No tengáis miedo". Entonces pensemos con sobriedad en todos aquellos en nuestras vidas que todavía no sienten paz, aceptación, amor, y recemos por la sanación de sus almas.


De Halloween al Día de Todos los Difuntos. El guión, el espacio entre nosotros, el lugar delgado, el lugar "donde Dios puede ser más fácilmente encontrado", la vida y la gracia que nos llegan a través de todos los santos hombres y mujeres. Todo esto es la celebración del Día de los Muertos, en el que celebramos por un "día" la parte de la vida que es más misteriosa y sagrada, la muerte.


Tomémonos un momento para encontrar la calma, la confianza, la paz en este tiempo de vida para que el misterio de la gracia de Dios sea revelado, re-contado y revivido.

Por Jocelyn Sideco. Traducido del National Catholic Reporter

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