No hagas a nadie lo que tú aborreces
Queridos hermanos y amigos conductores:
A las puertas de la fiesta de San Cristóbal, patrono de los conductores
cuando en pueblos y ciudades se juntan festivamente numerosos
transportistas y conductores para celebrar al patrono con la eucaristía,
la bendición de los vehículos y, después, unidos en torno a la mesa,
prolongar la fiesta con la familia y los amigos.
En plenas vacaciones
veraniegas, con sus masivos desplazamientos, un
año más, y ya son cincuenta y uno, desde el Departamento de Pastoral
de la Carretera de la Conferencia Episcopal Española, con motivo de
la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, os hacemos llegar nuestro
cordial saludo a todos los que estáis relacionados con la movilidad
humana: camioneros, transportistas, taxistas, conductores de autobuses,
de autocares, de ambulancias, bomberos, Guardia Civil y policía de
tráfico, cofradías de san Cristóbal, asociaciones de transportistas…
También saludamos muy cordialmente a todas las personas que cada
día pasáis buena parte del tiempo al volante por razones de trabajo,
necesidad o porque estáis de vacaciones. Asimismo saludamos a los
motoristas, ciclistas, usuarios de los patinetes y peatones que, de una u
otra manera, hacéis uso de las vías públicas. Sobre cada uno de vosotros,
imploramos del Señor la paz, la alegría y Su bendición.
No hagas a nadie lo que tú aborreces
«No hagas a nadie lo que tú aborreces» es el lema de la Jornada de
Responsabilidad en el Tráfico 2019 que nos disponemos a celebrar el
próximo día 7 de julio.
El lema, inmediatamente, nos recuerda las palabras de Jesús en el
evangelio de san Lucas (Lc 6, 27-38) cuando, después de darnos unos
buenos consejos sobre amar y hacer el bien a todos, incluso a los
enemigos, dice: «Y como queréis que la gente se porte con vosotros, de
igual manera portaos con ella» (Lc 6, 31).
Si cuando tomamos el volante entre las manos tuviéramos presentes
estas palabras de Jesús y nos las aplicásemos a nosotros mismos,
seguramente que nuestro comportamiento como conductor o peatón
cambiaría mucho.
Y es que «los demás conductores no son un obstáculo o adversario
que hay que superar», sino hermanos y personas, que al igual que yo,
están haciendo su camino con el firme propósito de llegar felizmente a
su destino y a las que debo respetar como me gusta que los demás me
respeten a mí. Es más, Jesús va un poco más lejos y nos dice: «Todo lo
que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella»
(Mt 7, 12). Todos constatamos lo difícil e incómodo que puede resultar
a veces a los peatones compartir la acera con los patinetes y demás
modernos artilugios.
El lema de este año, «No hagas a nadie lo que tú aborreces» (Tob 4, 15),
lo hemos tomado del bonito libro bíblico de Tobías, que encontramos en
el Antiguo Testamento y que bien merece nuestra atenta lectura.
Pon cuidado en toda tu conducta
Tobit da una serie de buenos consejos a su hijo Tobías, que debe
emprender un largo viaje para que se comporte dignamente ante Dios y
ante los hombres. Se trata de consejos prácticos que tienen plena vigencia
en nuestros días, como el amor a los padres y a la familia, rezarle todos
los días al Señor y cumplir Sus mandamientos; ir por el buen camino,
socorrer al pobre según tus posibilidades, huir de la fornicación y formar
una familia como Dios manda (cf. Tob 4, 1-21).
Le recomienda huir de la soberbia y de la pereza como madre de la
pobreza, y dar a cada cual lo que le corresponde. En este contexto,
continúa diciendo Tobit: «Si sirves a Dios en verdad, Él te recompensará.
Pon cuidado, hijo, en toda tu conducta, compórtate con educación. No
hagas a nadie lo que tú aborreces. No bebas con exceso, no te aficiones a
la embriaguez» (Tob 4, 14-15).
Si estos consejos de Tobit los hiciéramos propios los conductores
ya lo creo que cambiaría, y mucho, nuestra forma de conducir y
comportamiento. Si somos personas de fe, no puede faltar en nuestro
vehículo un momento de oración y gratitud a Dios para que «oriente tu
conducta» (Tob 4, 19), así como el respeto a sus santos mandamientos,
con especial hincapié en el quinto: no matarás. «La vida humana dice el
Catecismo de la Iglesia Católica, ha de ser tenida por sagrada (…); solo
Dios es Señor de la vida».
Porque amo a la familia, vaya o no conmigo en el vehículo, conduzco con
prudencia y responsabilidad, porque «para incrementar la seguridad
no bastan las sanciones, sino que se necesita una acción educativa que
conciencie más sobre las responsabilidades que se tienen sobre quienes
viajan al lado».
Porque debo ser educado y comportarme bien, procuro ser humilde y
no hacer a nadie aquello que yo aborrezco, como puede ser conducir
con soberbia, arrogancia y prepotencia, saltándome las normas de
tráfico poniendo en grave peligro mi vida y la de los demás, y debo
saber que «causar la muerte a un ser humano es gravemente contrario a
la dignidad de la persona y a la santidad del Creador». Porque soy responsable, evito la bebida, las drogas y todo aquello que
puede hacer que mi camino y el de los demás conductores no sea seguro
y termine en accidente y muerte. No podemos olvidar que «la vida y la salud física son bienes preciosos confiados por Dios: debemos cuidar de
ellos racionalmente teniendo en cuenta las necesidades de los demás y
el bien común».
Lejos de sentirse abrumado por tantos consejos, Tobías responde a su
padre: «Padre, haré todo lo que me mandas» (Tob 5, 1).
El cumplimiento de las normas de tráfico no es optativo
Pero lamentablemente constatamos aún hoy día la poca responsabilidad
de algunos conductores que se ponen en camino después de haber
bebido alcohol o tomado otras drogas, como una y otra vez vemos en
los controles de la DGT.
Para los conductores, el cumplimiento de las normas de tráfico no son
optativas, que podamos o no cumplir; nos obligan moralmente a todos
por igual, y solamente cumpliendo todas las normas de circulación en
nuestras calles y carreteras podremos tener una movilidad segura. Va
más allá que el temor a la sanción o pérdida de puntos.
Sin lugar a duda, en el libro de Tobías el arcángel san Rafael tiene
un protagonismo destacado como guía que «conoce bien todos los
caminos» (Tob 6, 5); de ahí que se le invoque a este arcángel como
abogado de los caminantes y viajeros. «Iré con él —le dice el arcángel
san Rafael a Tobit— y no temas: sanos partimos y sanos volveremos. El
camino es seguro» (Tob 5, 17).
Cuántas veces hemos oído la voz de los padres, esposos, hijos o amigos,
que a la hora de coger el coche nos han dicho: ¡no corras! ¡Ten cuidado
en la carretera! ¡No bebas! A lo que hemos contestado una y otra vez:
no temas, descuida, «he estado muchas veces y conozco bien todos los
caminos» (Tob 5, 6), lo cual puede ser cierto, pero las estadísticas nos
dicen que el exceso de confianza es causa de no pocos accidentes.
La mayor riqueza que tenemos es la salud y la vida
Es digna de mención Ana, la esposa de Tobit y madre de Tobías, que
al ver partir a su hijo después de
haberse despedido de él y deseado
buen viaje, pero temerosa de no volver a verlo, «llorando, reprendió a
su marido: “¿Por qué has dejado marchar a mi hijo? Él es el báculo de
nuestra vejez. Siempre ha estado con nosotros. ¿Para qué más dinero? Es
basura en comparación con nuestro hijo”» (Tob 5, 18-20).
¿Verdad que estas palabras nos resultan familiares? Ante un accidente
de tráfico, grave o mortal, de un familiar o amigo, hemos oído cosas
parecidas. Ante la vista de un muerto o malherido de tráfico palpamos
con la mano que la mayor riqueza que tenemos es la salud y la vida, si
bien es verdad que, cuando estamos bien, no caemos en la cuenta de lo
afortunados que somos estando bien, y no siempre tomamos las debidas
precauciones para preservar la salud y la vida.
Son muy hermosas las palabras de consuelo que Tobías dirige a su esposa
Ana: “No te atribules ni sufras, querida. Un ángel bueno lo acompañará,
le concederá un próspero viaje y nos lo devolverá sano y salvo”. Ella
dejó de llorar (Tob 5, 22).
No por temor a la multa, sino por responsabilidad
¡Qué buenos deseos! Un buen viaje de ida y vuelta disfrutando del
camino y de los acompañantes es lo que todos deseamos tener cuando
nos ponemos en carretera. Por eso, de nuestra parte debemos hacer todo
lo posible porque así sea. No por temor a la multa o pérdida de puntos,
sino por responsabilidad y amor.
«Que el Dios del cielo os proteja y devuelva sanos. Que su ángel os
acompañe y proteja» (Tob 5, 17). Así de hermosos y santos son los deseos
que expresa Tobit al despedir de su hijo a punto de iniciar el viaje.
Con la misma confianza de Tobit, cada vez que os pongáis en camino,
me permito yo también desearos a todos un buen viaje; pero no sin
antes haberse encomendado al Señor, a la Virgen o a un santo protector, con alguna oración. Y como dice el Catecismo: «el cristiano comienza
sus oraciones y sus acciones haciendo la señal de la cruz “en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Pero en la carretera no basta conducir bien y cumplir las normas;
«se debe tener en cuenta el escaso sentido de responsabilidad de
muchos conductores que a menudo parece que no se percatan de las
consecuencias graves de sus descuidos, por ejemplo, el uso impropio del
teléfono móvil», alcohol o drogas.
Renovamos desde la Conferencia Episcopal nuestros mayores deseos de
unas gozosas fiestas en honor de san Cristóbal, fructífera Jornada de
Responsabilidad en el Tráfico y felices vacaciones.
Y tengamos siempre muy presente: «No hagas a nadie lo que tú
aborreces» (Tob 4, 15).
Con las mismas palabras de Tobit os decimos: «¡Adiós y buen viaje!»
(Tob 5, 17), con la protección de la Virgen de la Prudencia y de san
Cristóbal.
Por José Sánchez González, presidente del Departamento de Pastoral de la Carretera de la CEE
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