María Magdalena, la que Él eligió

"María Magdalena fue y anunció a los discípulos: `He visto al Señor´" (Juan 20:18).

Los académicos bíblicos están de acuerdo en que la primera narración que se recogió por escrito sobre Jesús fue la historia de Su muerte. Y así la tradición que cristalizó en los cuatro evangelios comenzó con la pasión, el acontecimiento que provocó la impresión más profunda de Sus seguidores. Algunos académicos van más lejos y creen que en su forma original habría sido un canto fúnebre de mujeres fundado en la experiencia de aquellos que habrían sido testigos de la crucifixión de Jesús. El sollozo de su corazón preservó el acontecimiento en la memoria de la comunidad antes de que los primeros predicadores y luego los primeros evangelistas intentasen articular el kerygma, o la plena proclamación del sentido de la muerte y la resurrección de Jesús.

Los detalles de la Pasión fueron una parte preciosa de la tradición y, entre ellas, apareciendo en los cuatro evangelios, están los nombres de las mujeres que fueron testigos de la muerte de Jesús, de Su entierro, de la tumba vacía y del acontecimiento que llamamos Resurrección. A la cabeza de la lista de esas mujeres está el nombre de la mujer que celebramos hoy como Santa María Magdalena.

Tan importante es esta mujer para la tradición del Evangelio que la Iglesia ahora la reconoce como "la apóstol de los apóstoles". Con esta designación, la Iglesia admite que el mensaje y la misión que proclama comenzó y está anclada en el testimonio de María Magdalena, una figura tan próxima a Jesús que Él eligió revelarse a ella antes que a cualquier otro testigo.

Todas las teologías que intentan explicar el misterio de Jesús debe tomar esto en cuenta. Cada estructura y práctica institucional que define la vida de la Iglesia, su liderazgo y su ministerio, deriva de su autorización original, y debe ser examinada a la luz de la selección por Jesús de María Magdalena para ser su primera evangelista.

Por eso María Magdalena es tan importante, incluso si tenemos que esforzarnos para encontrar sus huellas en las formas de la Iglesia oficial. Pero su testimonio está ahí, inmutable e indisputado en el Nuevo Testamento, un misterio esperando a ser mejor comprendido, implementado y luego celebrado.

Por Pat Marrin. Traducido del National Catholic Reporter

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