¿Cómo hablar de la creación?

Uno pensaría que con un consenso abrumador entre los científicos del planeta en que la Tierra está en peligro debido a la actividad humana y en que la ventana de tiempo que tenemos para aminorar el daño se está cerrando rápidamente, habría poco desacuerdo sobre cuál debería ser la primera prioridad para la especie humana.

Y sin embargo, como demostró recientemente una pequeña pero esencial conferencia en la Universidad de Creighton, en Omaha, Nevada, todavía buscamos a tientas la forma de convencer al gobierno y a cierta oficialidad religiosa para que demuestren un liderazgo más firme en la defensa del mundo natural que nos sostiene a todos.

Nuestras iglesias y nuestras escuelas se han convertido en centros difusores de la verdad sobre lo que está ocurriendo con la creación de Dios, afirmó el obispo de San Diego Robert McElroy, un notable conferenciante en el encuentro. Tenemos que afrontar el hecho "de que hemos permitido que los Estados Unidos, líderes durante tanto tiempo de la investigación científica, sean el rostro de la completa expansión de pseudociencia creada por y al servicio de aquellas industrias e intereses económicos que depredan nuestro planeta".

McElroy es la voz episcopal en la materia. Aunque otros puedan compartir sus sentimientos, e incluso cuentan con una encíclica papal detallada y poderosamente argumentada, han estado relativamente callados.

Lo que vuelve a la conferencia de Creighton, "Laudato Si y la Iglesia Católica de Estados Unidos", mucho más relevante. Es imposible separar la importancia de la materia del clima político, especialmente en Estados Unidos.

El problema se encuentra en la intersección de estas fuerzas, en los cada vez más fuertes aires de división dentro de la Iglesia y de la cultura circundante. No es irrelevante que parte de la conversación en una sesión de largo alcance sobre cambio climático fue el tono a utilizar. ¿Rebajarlo, considerando sensibilidades políticas? ¿Escoger las palabras cuidadosamente para no asustar? ¿O hablar rotundamente de emergencia climática, justicia ambiental, etc., dejando a un lado la contención en el lenguaje para reflejar la gravedad del momento? ¿Hablar del asunto como una verdad científica o como un reto político?

Todas las anteriores, por supuesto. Cómo hablar es a menudo una cuestión de circunstancia y de táctica. Los católicos y otras personas de fe, sin embargo, tenemos otra contribución adicional que realizar a la conversación. Nuestro lenguaje, sumando ciencia y espiritualidad, puede dar voz, como hizo Francisco en su encíclica, a expresiones de admiración y maravilla, que forman parte tan elocuente de la aproximación de su patrón a la Creación.

"Fue un místico y un peregrino que vivió en la sencillez y en la armonía maravillosa con Dios, con los demás, con la naturaleza y consigo mismo", escribe el papa sobre el santo. "Nos muestra lo inseparable que es el vínculo entre la preocupación por la naturaleza, la justicia para los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior".

Si, de hecho, Cristo está en todo e informa todo lo que hacemos, el hecho de la creación y las consecuencias de nuestras acciones sobre la creación debería atraer nuestra atención en este tiempo de crisis.

En una entrevista hace algunos años, el franciscano Fray Richard Rohr, hablando sobre la erosión de la autoridad en los campos civil y eclesiástico, fue preguntado dónde creía que residía la nueva autoridad. La pregunta es eterna, dijo, añadiendo que creía "que la nueva autoridad va a venir de la naturaleza o del cosmos, del mundo natural. Sé que cuando los católicos escuchan esto por primera vez, suena new agep, pero parece que es la primera biblia cómo creían los franciscanos".

Dios ha estado hablando por medio de la creación durante mucho tiempo. Dios continúa hablando. Si escuchamos, ningún mandato se nos ofrece más claramente que actuar en defensa de la creación de Dios, de todas sus dimensiones y criaturas.

Traducción del editorial del National Catholic Reporter

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