El Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza

El tema central de este domingo es que el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza. Pero  todos los lectores del evangelio saben que Hijo de Hombre son con Jesús todos los hombres. Y hay muchos,muchísimos, que con Jesús, no tienen donde reclinar la cabeza, y mueren, como los niños de la foto.  Éste es un evangelio para voluntarios de Jesús, ministros de la Iglesia, desde el Papa y Obispos, hasta todos los cristianos. Es un evangelio fuerte, y consta de dos partes: 
(a) Lc 9, 51‒56 expone la reacción violenta de los “zebedeos”, que se creen con autoridad, y piden a Jesús que mande fuego del cielo contra los samaritanos, que no les reciben quizá porque no confían en su movimiento. Pero Jesús rechaza la violencia zebedea, propia de una “iglesia oficial” (clerical), que se ha creído con poder para “matar” a los infieles (los ajenos a su grupo).
(b) Lc 9, 57‒62, recoge la “pretensión” de algunos aspirantes que, en la línea zebedea, quieren seguir a Jesús para conseguir un puesto de poder, convirtiendo el seguimiento (es decir, el discipulado, tarea del Reino de Dios) en un tipo de estructura clerical, para provecho propio, mientras miles y miles carecen, como Jesús, de un lugar en el que reclinar la cabeza.
Los niños de la imagen son el mejor comentario de este evangelio, del Hijo del Hombre que no tiene dónde reclinar la cabeza. A continuación voy a tratar sólo de esta segunda parte, que se divide a su vez en tres secciones, de las que sólo expondré las dos primera, pues la tercera (Lc 9, 61‒62) parece un añadido de Lucas:
(a) Lc 9, 57‒58) trata de un individuo que, según la versión de Mateo,quiere seguir a Jesús conservando su puesto de escriba (con buena "almohada" donde “reclinar” su cabeza).
b) Lc 9, 59‒60 habla de un hombre que quiere seguir a Jesús, pero manteniendo su relación de poder con el sistema de padre, es decir, conservando el orden y poder patriarcal, que le concede un lugar donde reclinar su cabeza (a costa de otros, que no tienen padre de ese tipo).
Estas dos escenas, tomadas del documento Q (cf. Mt 8, 18‒22) nos sitúan ante el comienzo del mensaje y vida de Jesús, tal como ha sido retomado (con pequeñas variantes) por sus primeros seguidores. En estos momentos en que el Papa Francisco y el G 8 de los cardenales están buscando modos de reformar los ministerios de la iglesia sería bueno volver a este principio, dejando a un lado otros motivos más secundarios (como el del celibato clerical, la ordenación de mujeres o la misma existencia del Vaticano).
Yo mismo he analizado este motivo en Historia de Jesús y en Comentario de Mateo (Verbo Divino, Estella, 2011 y 2017), pero los trabajos más significativos sobre el tema siguen siendo: M. Hengel (Seguimiento y Carisma, Sal Terra, Santander 1979) y E. P. Sanders (Jesús y el Judaísmo, Trotta, Madrid 2006). Ellos han mostrado que estos relatos nos sitúan ante la exigencia de superar un orden patriarcal de poder, que busca su seguridad y que defiende, incluso con armas, la propiedad de los propietarios, la riqueza de los ricos… 
  1. EL HOMBRE (HIJO DE HOMBRE) NO TIENE DONDE RECLINAR LA CABEZA
Uno (Mt: un escriba) le dijo mientras iban de camino ¡Te seguiré dondequiera que vayas! Jesús le dijo: Los zorros tienen madrigueras y nidos las aves del cielo; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza (Lc 9, 57-58; Mt 8, 18-20).
El aspirante, a quien Mateo llama escriba, necesita y busca autoridad, y así se ofrece a Jesús como experto, intérprete del Libro: Hombre de leyes, jurista, doctor en teología, buen administrativo, quizá un graduado en la escuela diplomática de Roma donde se forman y preparan nuncios y jerarcas de la Iglesia.
Es hombre honrado en el judaísmo, disfruta un buen puesto y espera conservarlo con Jesús: su grupo necesita expertos, de buen conocimiento, como los que cita la Misná (Abot) y luego la iglesia cristiana, honrando a sus doctores y obispos, como sigue haciendo hoy con su mismo Vaticano. Pero Jesús separa honor/poder y seguimiento mesiánico, empleando para ello un refrán: “los zorros tienen madrigueras...”.
Los animales buscan y obtienen posesión-seguridad dentro del mundo, según principios cósmicos que reflejan la providencia de Dios, como el mismo Jesús sabe: “no os preocupéis..., mirad los pájaros del cielo” (Mt 6, 25-35 par). Los hombres, en cambio, nacen “desamparados”, no tienen donde reclinar su cabeza… Pues sobre desde ese principio pueden y deben trazarse tres reflexiones:
1. En sí mismos, los hombres nacen sin casa previa, desnudos, necesitados, pero algunos hombres y pueblos se han hecho grandes casas, tomando el “territorio y su riqueza” para ellos, reclinando así su cabeza, corazón y entendimiento de tal forma en lo que tienen (en lo que han tomado como suyo) que no dejan entrar a otros.
Eso significa que muchos hombres (niños y mayores) no tienen dónde reclinar su cabeza y madurar en humanidad porque hay otros que se lo impiden (=se lo impedimos). Bastarán como demostración las fotos de dos niños que no hay podido “reclinar” la cabeza, porque les han cerrado el camino y han muerto en caminos y ríos, a las puertas de un mundo rico.
 2. Tema evangélico‒eclesial. Jesús no ha venido con “poder” para colocar a sus “amigos” (escribas como el de Mateo, administrativos, obispos…) en puestos en los que puedan asegurar su vida, con una buena almohada para descansar, con un buen colchón de seguridades. Si alguien quiere asegurar su puesto no vaya; Jesús no le necesita, él no habrá acertado de lugar.  Dos son las razones por las que Jesús “no tiene donde reclinar la cabeza”:
(a) Porque se ha solidarizado con los pobres y excluidos de la sociedad.
(b) Porque ha querido trazar su movimiento de Reino desde y con esos excluidos, sin tomar el poder, sin apoyarse en una sociedad patriarcal de ricos y poderosos que tienen dónde apoyar bien su cabeza y descansar, sobre la pobreza y sufrimiento de otros.
Entendiendo muy bien estas palabras de Jesús, pero invirtiéndolas del todo, un tipo de iglesia clerical (por lo menos desde la Edad Media) ha buscado por medio de Jesús un puesto, en conventos, iglesias, aparatos diocesanos, con emperadores y reyes, para tener así un buen lugar en el que reclinar la cabeza…
3. Tema de reforma… Ésta es una palabra que se leerá este domingo 13 del tiempo ordinario en todas las iglesias. Más de una vez he predicado sobre ella, y no me era fácil. Más de un capítulo he dedicado a ella en mis libros, y tampoco me ha sido fácil, aunque pienso que ahora, mirando sobre el campo charro, hacia Gredos, la entiendo algo mejor.
Quizá podría decir con el evangelio de Mateo que soy un “escriba”, y decirle a Jesús que le sigo donde Él vaya, que puede ayudarle con mis libros. Pero Él me dice (nos dice): El Hijo del Hombre no tiene donde “reclinar la cabeza”. No puedo buscar seguridades en un mundo que deja morir a los niños como los de las imágenes anteriores. Pero puedo y debo compartir un camino para que todos tengan casa, un lugar donde reclinar la cabeza y vivir en compañía de amor.
Ante este tema (¡un lugar donde reclinar la cabeza!) resultan ridículas y penosas las discusiones de aquellos que siguen poniendo otras condiciones a los que quieren seguir y hacer el trabajo de Jesús. Jesús sólo nos puso una condición: No os puedo asegurar un “puesto” (un priorato, una canonjía, un episcopado…), pero si me aceptáis así venid conmigo (incluso si sois escribas).
 2.CONTRA  EL ORDEN PATRIARCAL. DEJA QUE LOS MUERTOS ENTIERREN A LOS MUERTOS
(Jesús) dijo a otro: Sígueme. Pero él dijo: Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre. Él le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos. Y tú ¡vete y anuncia el reino de Dios! (Lc 9, 59-60; Mt 8, 21-22).
El padre del que aquí se habla no es simplemente el padre biológico, quizá anciano, que morirá muy pronto… (un hombre al que como anciano y débil hay que ayudar siempre). El padre es aquí el sistema patriarcal. Tanto la cultura oriental y grecorromana como el judaísmo tomaban al padre como autoridad suprema, de manera que enterrarle (cuidarle, mantenerle y reconocer su poder) constituía el primer deber social y religioso.
La tradición sinóptica sabe que los hijos deben asistir a los padres necesitados (cf. Mc 7, 8-13; Mt 15, 3-6). Pero aquí, asumiendo una palabra de Jesús, esa misma tradición ha contrapuesto provocadoramente la autoridad del reino y un tipo de padre patriarcal. “Enterrar al padre” es más que un ritual funerario: es aceptar su autoridad, descubrirle como signo de Dios en un mundo jerárquicamente organizado. Jesús responde:
– Deja que los muertos entierren a sus muertos… El padre como fuente de poder social y religioso pertenece al mundo antiguo, al espacio de cosas que mueren (=de los muertos). Allí donde esa autoridad se impone no hay lugar para el reino: triunfa la genealogía, los intereses cerrados del grupo que se sostienen y apoyan entre sí…, creando un mundo de influjos y poderes que excluye a los más pobres, es decir, los marginados, leprosos, enfermos, los que no tienen familia social importante, ni dinero.
Todavía hace unos días, el Presidente del Imperio ha dicho refiriéndose a los pobres del sur que llaman a su puerta que  “no son ni personas, que son como animales…”. Pues bien, en un contexto con éste, quedarse a enterrar al padre supone seguir cultivando ese mundo de exclusiones y “clases”, de autoridad impositiva y jerarquías superiores, con una autoridad genealógica y familiar por encima de todos. Ese es un mundo que se reproduce para la muerte. Por eso, hay que dejar que los muertos entierren a sus muertos.
–Tú, vete y anuncia el reino de Dios. Ciertamente, el reino incluye cariño gratuito y cuidado de los necesitados. Pero, precisamente por ello, rompe la estructura patriarcal, basada en el orgullo grupal (buenos padres, buenas familias) y en la nobleza genealógica, que la tradición posterior del cristianismo (de los códigos familiares de Col, Ef y 1 Ped a las pastorales) ha vuelto a sacralizar de alguna forma.
Precisamente para anunciar el reino hay que superar ese padre patriarcal,descubriendo y cultivando la presencia de un Dios no patriarcal, cuyo amor abre hacia todos los necesitados y excluidos, que no tienen un padre que pueda defenderles. Así pasamos de padre encerrado en un talión intra-grupal (de familia autosuficiente) al Padre de la gratuidad universal, superando los esquemas elitistas de la tierra.
Por Xabier Pikaza. Publicado en Religión Digital

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